Dios no castiga Dios no castiga
veíamos cómo Jesús hablaba
a Corazín y Betsáida, a quienes
no quiso recibir, y se puede pensar
que quería castigar a esas ciudades.
Todavía hay personas que piensan
que Dios castiga, que todo lo
que llega a nosotros es un castigo
de Dios. En el Antiguo Testamento
y en el Nuevo Testamento, leemos
ésas cosas y la gente vive con
miedo. Pero viendo su definición,
la palabra castigo puede significar
también una advertencia de Dios
que quiere prevenirnos, enseñarnos.
Entonces, no se debe tomar
la palabra textual, hay que entrar
en el espíritu, donde Dios siempre
habla de esa manera para corregir
para que podamos llegar a una
conversión sincera y cambiar. Es
una enseñanza. No es dar una pena
como la que se impone a quien
ha cometido un delito. ése no es el
Dios que se ha revelado. Dios ha
venido a mostrarnos su amor.
Tanto en el Antiguo como en el
Nuevo Testamento encontramos
la noción del castigo divino, pero
en ese caso debemos distinguir entre
el castigo temporal, cuyo carácter
es medicinal y busca la corrección
del pecador para que se convierta
y se salve, y el castigo eterno,
que es parte de la justicia divina
como reacción al rechazo definitivo
al amor de Dios.
Entonces, somos nosotros mismos
los que tomamos decisiones
en libertad para decir sí, o no, con
todas las consecuencias. El Dios
revelado no es un Dios castigador.
Es un Dios misericordioso, compasivo,
lento para enojarse, nunca
llega a una venganza, aunque pensemos
que hemos hecho algo mal y
lo debemos pagar. Somos nosotros
mismos con nuestras acciones.
Cuando Dios nos enseña a prevenir
no aceptamos, y después vivimos
las consecuencias. No debemos
culpar a Dios si algo llega
a nosotros. Un Dios que ama no
puede dañar a nadie. Como Jesús
ha dicho, no ha venido para juzgar
ni condenar, ha venido para salvar.
Pero, a veces, con esa libertad
que tenía el pueblo de Israel se ha
dejado de seguir el camino del Señor,
las enseñanzas y la palabra de
Dios para fabricar otros dioses, siguiendo
otros caminos. Después
lloran cuando suceden cosas y no
pueden vivir en felicidad y paz.
Ahora necesitamos esa conversión,
necesitamos escuchar a Dios
para no caer en la misma trampa,
porque el mundo de hoy permite
decirnos que tenemos todo,
que no hay necesidad de escuchar
a Dios.
Por eso hay que respetar el ambiente,
la naturaleza, porque no lo
hacemos y vivimos con miedo porque
hay temblores o huracanes,
pero nosotros somos los responsables.
Dios ha creado todo bien
y nosotros lo estamos destruyendo,
pero decimos que Dios no está
con nosotros. Hoy debemos mirar
si no somos responsables de todo
lo que nos llega. Cuántas veces
decimos ‘Dios me ha abandonado’
‘Dios me dejado de lado’ ‘Dios
no me quiere escuchar’ Pero ¿nosotros
escuchamos las enseñanzas
de Dios? ¿Estamos en el camino
de Dios? ¿Queremos llegar a dar
testimonio de todo lo que hemos
recibido? Creo que primero debemos
entrar en ese espíritu de Dios.
Un Dios que nos ama, y cuando
amamos no podemos hacer daño
a nuestro propio cuerpo y a nuestras
propias vidas. Cuando amamos
debemos cuidarnos y no pensar
que Dios es el culpable de todo
lo que llega, nunca Dios vive de
esa manera, aunque hemos recibido
en la enseñanza de la catequesis
que hay un Dios que castiga y
eso lo hacemos también en la casa.
Hay que amar y vivir la misericordia,
que no es sólo pensar que se
recibe el sacramento del perdón,
de la misericordia, primero en la
casa hay que enseñar que Dios nos
ama y actuando de esa manera podremos
mostrar la verdadera imagen
de un Dios amor, que siempre
da la posibilidad de volver a él.
Vamos a pedir a Dios para que
no mire nuestros pecados; que esa
noción que hemos recibido que no
nos haga pensar que si hacemos
algo mal Dios nos va a castigar.
Tampoco preguntar a los sacerdotes
si Dios castiga. Dios perdona
nuestros pecados siempre, y da la
posibilidad de volver atrás. La noción
de que Dios castiga está fundada,
en algunos casos, en la mala
comprensión de la palabra castigo,
o en una noción deficiente del
amor de Dios. Santo Tomás dice
que “Dios es amor y quiere que todos
se salven, pero también es justo,
y como tal también desea castigar
al que peca”. Pero no, Dios
quiere salvar a todos los hombres
de voluntad. El verdadero Dios es
el Dios que quiere el bien de todos
y quiere salvar nuestras vidas. Que
Dios nos ayude para que podamos
llegar a vivir en este mundo con felicidad
y alegría, y que nos acerquemos
más a nuestro Dios de misericordia
y de paz, sobre todo para
vivir con esa confianza en la misericordia
de Dios, por el bien de
todos nosotros. Amén.