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EL LIBERAL . Santiago

Carta de una hija a su madre

15/10/2017 18:09 Santiago
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Carta de una hija a su madre Carta de una hija a su madre

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Hay una historia que sólo nos pertenece a nosotras. Que solo se puede entender formando parte de ella, pero al mismo tiempo, es la historia más antigua y conocida de todas. Hay experiencias que son intransferibles, que se depositan en el cuerpo y en la memoria y nadie más tiene acceso a ellas. Hay olores, hay sonidos, un sabor de comida, una forma particular de abrazar, una forma particular de recibir y sentir ese abrazo.

Recuerdo el sonido de tus pasos acercándose a la puerta cuando volvías del trabajo, siempre después de tu horario, y yo me quedaba esperándote despierta, enojada con vos por no estar a la hora en la que me iba a dormir, por demorarte en volver, porque eso era lo que yo creía. Que podías estar conmigo y preferías tu trabajo. Ahora entiendo, que para poder estar conmigo, es que trabajabas tanto. Para salir a buscar todo lo que el porvenir, las decisiones apresuradas, el amor no reciproco, y tantas otras cosas más, no te estaban dando.

Me he enojado con vos muchas veces a lo largo de mi vida. Te he culpado por un montón de cosas que no entendía y ahora entiendo. He sido injusta. Y es porque nos enojamos con las personas que podemos enojarnos. Nos enojamos con los que tenemos cerca, esos a los que les exigimos más de los que nos pueden dar. Nos enojamos con quienes podemos mostrar la hilacha y sabemos que siempre van a responder. Nos enojamos con las personas incondicionales. En cambio, solemos idealizar a las personas a las que ni aun queriendo podemos tener cerca. Idealizar es mantener una distancia. Y con las madres, esa distancia es tan dolorosa de sostener, que estoy muy segura que incluso las personas que lo hacen (conozco varias) lo sienten día a día. Entonces el amor se mezcla con el enojo, sé que vos también lo has sentido.

Has sido ese tipo de madre que va creciendo a la par de sus hijos, mientras nos enseñabas sin saber que nos enseñabas. Yo sé todas las cosas que has tenido que atravesar al lado mío y de mis hermanos, para salir adelante día a día. Se la cantidad de dolor escondido cuando te ibas a dormir, y yo me despertaba para pedirte que te acuestes al lado mío, y vos contenías tus ganas de llorar.

Ahora que tengo la misma edad que vos cuando yo tenía 9 años, y me sigo sintiendo como una niña haciendo cosas de adultos, entiendo que es así como vos te sentías, pero con la diferencia de que tenías dos hijos por los cuales para vos bajar los brazos nunca ha sido una opción. Entiendo que los padres son eso: niños improvisando, en algunos casos con un amor que lo desborda todo y a veces se convierte en odio y en culpa. Es muy fácil sentirse culpable cuando la vida de otra persona depende de vos.

Es muy fácil echarle la culpa a quien en teoría te ha dado la vida. Pero es necesario dar ese salto, para no repetir los mismos mambos que nuestros antepasados. Me imagino que ellos si tienen muchas charlas pendientes con sus padres.

No sé si existe algo así como un padre o una madre ideal, pero yo tengo una madre que la pelea hasta cuando le duelen las manos y sabe que todo está arreglado de antemano para que ella pierda.

Tengo una madre que ha peleado por sus hijos teniendo el corazón roto y muchas ganas de quedarse en la casa llorando.

Por eso es que hoy elijo decirte todo esto ma, porque me llena de orgullo tener tu misma sangre guerrera, y porque me has enseñado casi todo lo que se, incluso cuando te equivocabas.

Siempre se habla del sacrificio de las madres, de la renuncia, como algo que se hace porque la biología obliga a responder de esa forma, a hacerse cargo, a siempre estar. Pero repetir eso es caer en la trampa. Repetir que la especie es más fuerte que nuestra voluntad es quitarle valor al acto de cuidar, de quedarse, de resignar el tiempo libre, de resignarse a una misma. Resignar espacio, resignar comida, resignar amor. Y darlo todo.

Por eso es que te mereces y se merecen un feliz día de la madre, todos los días.

Te amo infinitamente ma. Gracias por enseñarme el amor más incondicional de todos.

Por Paula Rivero.


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