Cristo vive en mí Cristo vive en mí
de San Pablo, que luego de
vivir la experiencia de recibir la
gracia de Dios, que le dio la posibilidad
de transformar su vida, dice
en la carta a los cristianos de
Gálatas 2,20: “Ahora no vivo yo,
es Cristo quien vive en mi, todo
lo que vivo en lo humano, lo vivo
con la fe en el Hijo de Dios que me
amó y se entregó por mí”.
Esas palabras fueron una
transformación total de su vida,
no es él el que vive, sino que ha
tomado una decisión radical para
poder llegar a crucificarse con
Cristo. Hizo que Cristo Jesús entre
y ocupe su vida. Hay que llegar
a él para renunciar al pasado,
el espíritu contrario al espíritu de
Cristo.
“Cristo vive en mí”, ¿qué significa?
Significa negarse a sí mismo,
dejar al hombre viejo para transformarse
en un hombre nuevo, o
una mujer nueva. Es también desistir
de pretensiones egoístas,
despojarse de sí mismo. Mi vida
más Cristo, es una vida nueva. La
vida nueva con Cristo es una única
y verdadera relación personal con
él, con el Hijo del Dios vivo, que
vive con nosotros, entre nosotros
y en nosotros. Es una aceptación
a la acción salvadora de Jesús, para
llegar a un encuentro personal
con él, donde lo conocemos.
Una vida nueva con Cristo significa
más que decir yo soy cristiano;
más que pasar frente a una
iglesia y persignarse; más que ser
acólito o ministro extraordinario
de la sagrada Comunión en la
parroquia. No se es cristiano solamente
porque presto alguno que
otro servicio en mi parroquia, porque
soy devoto de los santos y santas
de la Iglesia o porque sigo todas
las prácticas y normas como
lo hacía el joven rico del Evangelio
(Mateo 19-16-22), como Nicodemo,
que por temor a lo que vivía,
buscó a Jesús en la oscuridad
de la noche para que nadie lo viera
(Juan 3-1).
Más que todo lo anterior, es tener
una relación personal desde el
corazón, donde se vea que Cristo
vive en ti. San Juan Pablo II decía:
“A todos se les pide que profundicen
y asuman la auténtica espiritualidad
cristiana”. En efecto, espiritualidad
es una forma de vivir
según las exigencias cristianas, la
cual es la vida en Cristo y en el espíritu.
Se acepta por la fe, se expresa
con el amor y en la esperanza,
y conduce a la vida dentro de la
comunión eclesial.
Cristo espera que no sólo busquemos
su presencia, sino que
permanezcamos en ella, es una
decisión a nuestro corazón y somos
nosotros quienes determinamos
caminar en su presencia y
permanecer en ella. Sabemos que
la vida nueva con Cristo demanda
renunciar a nuestro mundo interior,
a nuestra persona, para darle
el primer lugar al Señor, reprogramar
a nuestro ser para asimilar el
verdadero camino de vida que nos
enseña su palabra. Entonces, configurarnos
a ese Señor, a ese Jesús,
es decir a través de nuestras
acciones ‘no vamos a vivir como
en el pasado’ y no es para aparentar,
sino es para asegurar que la
gracia de Dios ha cambiado nuestra
vida.
Como decía San Pablo en la
carta a los cristianos de Gálatas
(2,21): “Esa es para mí la manera
de no despreciar el don de Dios,
pues si la verdadera rectitud es
fruto de la ley quiere decir que
Jesús murió inútilmente, pero
no, Cristo ha muerto, ha crucificado
su vida para rescatar nuestras
vidas, dejemos que ese Cristo
vivo, ese Cristo glorioso entre
a nuestras vidas para transformarnos.
No podemos dar testimonio
si no hemos hecho todo
para configurarnos, no imitar solamente,
configurarnos para entrar
en comunión con Dios.
Que él que ha venido para salvar
nuestras vidas, nos ayude para
que la gracia de Dios, el Espíritu
Santo, nos guíe en el camino
para dar vida, y la vida en abundancia.
Que nuestra Madre nos
ayude a todos para poder llegar
a cumplir la voluntad de Dios,
cumplir la voluntad de Cristo,
para que ese Cristo sea reconocido
en todo el mundo. Que nuestra
Madre nos auxilie para poder
decir sí a esa vida que Cristo nos
ha dado desde el bautismo. Que
lleguemos a poner en práctica lo
que hemos recibido con los sacramentos,
sobre todo los de iniciación.
Amén.