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El gran estadista: Vida, obra y muerte de Roque Sáenz Peña

19/11/2017 00:00 Santiago
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El gran estadista: Vida, obra y muerte de Roque Sáenz Peña El gran estadista: Vida, obra y muerte de Roque Sáenz Peña

La historia de los presidentes argentinos tiene varias curiosidades: dos veces un matrimonio se sucedió en la primera magistratura: Perón y Kirchner, respectivamente por sus esposas María Estela Martínez y Cristina Fernández, y en sólo una ocasión, padre e hijo fueron presidentes: Luis y Roque Sáenz Peña. Caso que se puede atribuir a una picardía del tridente político formado por Pellegrini, Roca y Mitre. Corría 1891, eran tiempos de crisis y dentro del viejo partido conservador, entonces Autonomista Nacional, surgió un desafío de los llamados "modernistas": la candidatura del prometedor abogado Roque Sáenz Peña para la presidencia, a disputarse en 1892. Ante el riesgo de perder el dominio de la situación política, se le ocurrió a Roca proponer al padre de Roque para la presidencia. Pellegrini y Mitre asintieron e iniciaron la gestión para convencer a don Luis, que había dedicado su vida a la justicia, como abogado y como juez, y a la política como constituyente, diputado y senador. Halagado por la propuesta aceptó rápidamente. El hijo, impedido moralmente de competir con su padre, renunció a la candidatura. El "Zorro", el "Gringo" y don Bartolo lograron su objetivo. Roca, para hacer el momento más llevadero, le dijo a don Luis: "No es el momento, pero seguro Roque será presidente". Una profecía que Sáenz Peña hijo se ocupó de cumplir. Roque José Antonio Sáenz Peña nace en Buenos Aires el 19 de marzo de 1851. Estudió en el Colegio Nacional y se doctora en derecho a los veinticuatro años. Fue diputado provincial y será el presidente más joven de la cámara: veintiséis años. En esos años inicia una relación romántica con una dama de la sociedad porteña, que provocará una crisis muy violenta en la vida de Roque. Al presentar a su novia en su casa, se entera que era hija natural de su padre, don Luis. Se produce la ruptura de la relación, y Roque abandona todas sus actividades. Se embarca hacia el Perú, para enrolarse en el ejército, entonces empeñado en la guerra del Pacífico, contra Chile. Quizá la búsqueda de la guerra fue la forma para reparar su corazón destrozado. Su actuación en la guerra, sobre todo en el sitio de Arica, lo convirtió en un héroe nacional del Perú, que lo reconocerá como general de su ejército. Herido en la batalla, cae prisionero de los chilenos. Luego de intensas gestiones diplomáticas, lo liberan y vuelve a la Argentina, dedicándose a su profesión. El Congreso le devuelve la ciudadanía argentina, a la que había renunciado para pelear por la bandera peruana. Se casa en 1887 con Rosa, hija del político mendocino Lucas González. Tendrán dos hijos: Luis, muerto en la infancia y Rosita, que en su juventud se convierte en la esposa de Carlos Saavedra Lamas, el primer premio Nobel que obtuvo un latinoamericano en la historia, en 1936. En 1889 vuelve a la función pública y es delegado argentino a la Conferencia Panamericano en Washington. Allí se destacó al sostener, en contra de las ideas de la doctrina Monroe ("América para los americanos"), la apertura del continente al mundo con la frase "América para la humanidad". La diversidad de opiniones entre argentinos y estadounidenses fue una constante en la relación de estas dos naciones, por entonces las más influyentes.

Se dedica luego a la política partidaria, siendo un conservador de ideas modernas, acompañando a Pellegrini, luego de la pelea de éste con Roca, en un tiempo de grandes cambios. 1906 es un año bisagra: mueren cuatro patriarcas de la política nacional: Mitre, Quintana (el presidente), Pellegrini y Bernardo de Irigoyen. El escenario de los nuevos líderes es ocupado por Roque Sáenz Peña. Su presidencia iba madurando. Fue electo presidente mientras ocupaba la embajada en París. Junto a Sarmiento y Alvear, son los tres elegidos mientras se hallaban fuera del país. Asumió el 12 de octubre de 1910, el año del Centenario. Ya su salud manifestaba síntomas de deterioro y lo obligó a habitar la Casa Rosada.

Será, hasta hoy, el único presidente que vivió en el palacio de gobierno. Las galerías del Patio de las Palmeras cerradas por ventanales con vitrales son el testimonio de la adaptación de las oficinas para vivienda de la familia Sáenz Peña.

Curiosamente su esposa será la primera en ser fotografiada allí Fue el último estadista conservador. Siempre pensó que un país que era ejemplo de progreso material, de crecimiento poblacional en base a la inmigración y de educación con inclusión y calidad, no podía esperar más para mejorar la representación de su democracia republicana. Propuso entonces el voto secreto, universal y obligatorio. Secreto para resguardar la voluntad del ciudadano. Universal sin restricción ninguna salvo la edad (en el mundo más tarde llegaría el voto de la mujer).

Obligatorio para que todos los ciudadanos tomen la responsabilidad de la conducción del país que tanto brindaba. Pidió que el pueblo quiera votar. Y el pueblo votó. Su salud no le permitió disfrutar mucho de su gran reforma, pero sin duda tomó conciencia de su triunfo político y ético. Murió el 9 de agosto de 1914: fue el segundo presidente en morir en su cargo. Pocos días después estalla la Primera Guerra Mundial. Será un problema para su sucesor, el leal Victorino de la Plaza.

En octubre morirán Roca y José Evaristo Uriburu. Fue el segundo canto de cisne de los conservadores de la Generación del ‘80. Pidió ser sepultado en el mausoleo de sus suegros. Sin duda algo extraño. Cambió, modernizó e hizo progresar al país. No le importó arriesgar su poder. Los conservadores perdieron en manos de los radicales. Muchos entendieron que era natural la alternancia. Otros no. La muerte de Sáenz Peña marcó el final de las presidencias conservadoras. Quedaron atrás los tiempos de los fundadores y llegaban los tiempos de los radicales.

El monumento que lo recuerda en la diagonal que lleva su nombre, entre Florida y Bartolomé Mitre, en Buenos Aires, lo muestra sentado, como contemplando sus logros. Que sin duda fueron fruto de la lucha, de la convicción y de la responsabilidad.

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