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EL LIBERAL . El Evangelio

Dios, el huésped de nuestra alma

20/11/2017 21:40 El Evangelio
Escuchar:

Dios, el huésped de nuestra alma Dios, el huésped de nuestra alma

Jesús entró en Jericó y

atravesaba la ciudad. Allí vivía

un hombre muy rico llamado

Zaqueo, que era jefe de

los publicanos. él quería ver

quién era Jesús, pero no podía

a causa de la multitud, porque

era de baja estatura. Entonces

se adelantó y subió a un sicomoro

para poder verlo, porque

iba a pasar por allí. Al llegar

a ese lugar, Jesús miró hacia

arriba y le dijo: “Zaqueo, baja

pronto, porque hoy tengo que

alojarme en tu casa”.

Zaqueo bajó rápidamente

y lo recibió con alegría.

Al ver esto, todos murmuraban,

diciendo: “Se ha ido a

alojar en casa de un pecador”.

Pero Zaqueo dijo resueltamente

al Señor: “Señor, voy a

dar la mitad de mis bienes a los

pobres, y si he perjudicado a alguien,

le daré cuatro veces más”.

Y Jesús le dijo: “Hoy ha llegado

la salvación a esta casa,

ya que también este hombre

es un hijo de Abraham, porque

el Hijo del hombre vino a

buscar y a salvar lo que estaba

perdido”.

Comentario

Escucha, oh alma, cuál es

tu dignidad. Tan grande es tu

simplicidad que nada puede

habitar la morada de tu espíritu,

nada puede hacerla

su estancia, salvo la pureza

y la simplicidad de la eterna

Trinidad. Escucha las palabras

de tu Esposo: “El Padre

y yo vendremos y haremos

morada en ella”, y también

“baja pronto; conviene

que hoy me quede yo en tu

casa”. En efecto, solo Dios

que te ha creado puede descender

en tu espíritu porque,

como atestigua San Agustín,

él pretende ser más interior

que lo más íntimo de ti mismo.

Alégrate entonces, oh alma

bienaventurada, de poder

ser la anfitriona de tal visitante.

“Oh alma bienaventurada,

que cada día purificas

tu corazón para recibir el Dios

que la contiene, ese Dios cuyo

huésped no necesita nada,

pues posee en él mismo el Autor

de todo bien”. Que feliz es

el alma que en Dios encuentra

su reposo, ya que puede afirmar:

Quien me ha creado reposa

en mi tienda. No podrá

pues rehusar el reposo del

cielo a aquella que le ofrece

el reposo en esta vida. Eres

muy codiciosa, oh alma mía,

si la presencia de un tal visitante

no te basta. Para que lo

sepas: él es tan generoso que

te enriquecerá de sus dones.

Dejar en la indigencia a su anfitriona,

¿no sería eso indigno

de un monarca? Decora pues

tu cámara nupcial y recibe a

Cristo, tu rey, cuya presencia

regocijara y transportará

a toda tu familia. Oh palabra

tan asombrosa y tan admirable,

el Rey cuyo sol y la luna

admiran su esplendor, cuyo

cielo y tierra reverencian su

majestad, de quien la sabiduría

ilumina las regiones de los

espíritus celestiales, y cuya

misericordia sacia la asamblea

de todos los bienaventurados,

ese Rey mismo te pide

tu hospitalidad, él desea y

codicia tu morada más que su

palacio celestial.

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