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EL LIBERAL . Padre Koffi Gilbert

No soy digno de que entres en mi casa

25/11/2017 21:27 Padre Koffi Gilbert
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No soy digno de que entres en mi casa No soy digno de que entres en mi casa

Vamos a reflexionar sobre una expresión que decimos antes de comulgar:

“No soy digno de que entres en mi casa” (Mateo 8.8). La fe de ese

centurión que no quiere que Jesús vaya a su casa, pero él quería ir para

dar salud. En la Iglesia hemos tomado esa expresión de humildad para antes

de comulgar decir: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero

una sola palabra tuya bastará para sanarme”.

Nuestra manera de pensar como Iglesia, es el último momento en preparación

para recibir a Cristo. Para recibir a Cristo no hay que reconocer

primero que nosotros no somos santos vivos.

Es una actitud de humildad y de profunda confianza, momento para

recibir al Señor en nuestro corazón.

Cada uno lo recibe personalmente, por eso ninguno es digno de Jesús,

de su presencia, y de su amor. Cuando escuchamos en la televisión o a las

personas que hay que recibir a Jesús en estado de gracia, no debemos olvidar

que somos seres humanos. Celebrando la misa, se encuentra el acto

penitencial para reconocernos como pecadores y pedir perdón. Eso es

lo importante. Y después cuando tenemos que hacer un encuentro verdadero

con la sangre y el cuerpo de Cristo, es una cuestión de actitud. Nadie

puede decir que está en estado de gracia o que ha recibido el perdón, y

salir de ahí a pecar nuevamente. Por eso, no debemos pensar que somos

personas puras y santas.

Además, hoy tenemos miedo de todo. He visto que muchas personas

piden la bendición de la casa. Es una tradición de la iglesia, pero mi casa no

es solo edificio o material, está para cuidarnos protegernos. La verdadera

casa somos nosotros mismos. Mi casa soy yo. La gente habla que su casa

tiene mala onda o espíritus malos, pero antes de pedir la bendición del edificio

hay que ver más allá. Hay que construir y purificar adentro. Cuando

las personas están en paz y viven en paz, no hay necesidad de bendecir.

La necesidad de purificar, de bendecir, la tenemos nosotros como

personas. Pero debemos ver cómo vivimos, cómo hemos preparado

nuestra casa para que Cristo pueda entrar.

Cristo está en la puerta, para golpear. A veces deja entrar a Jesús.

Cuántas veces buscamos a personas para ‘limpiar’ la casa, que generalmente

son curanderos. Debemos tener cuidado con eso y de pensar que

todo es causa del demonio.

Debemos mantener la esencia de la casa espiritual porque cuando

perdemos ese valor, vienen los miedos, las consecuencias y no podemos

hacer nada.

Hoy, como ese centurión, ese pagano, debemos continuar teniendo

fe. Esa fe sin condiciones, sin miedos, sin hacer promesas, con convicción

de que Dios lo es todo. Entregarse sin miedo, sin vergüenza. Hay que hacer

encuentro cara a cara con nuestro Dios a través de la participación de

la eucaristía y del sacramento de la reconciliación.

Cuando lleguemos a vivir con esa apertura podremos decir “tengo una

dignidad para que Dios pueda recibirme y pueda entrar en mi casa”.

Hoy vamos a pedir a Jesús que nos visite y pueda pasar a nuestra casa.

Que no solo nos purifique, sino que nos de fuerzas para que lo que hagamos

sea en su nombre.

Señor Jesús, aquí estamos, danos la posibilidad de hacer encuentro

contigo, de sacar los obstáculos para vivir con paz, de dejar de lado lo que

pensamos como seres humanos.

Que nuestra Madre nos ayude, como ha hecho ella, que ha entregado

su vida sin leyes ni condiciones, pero con fe. Que ella nos ayude a decir lo

que expresa el Salmo 29: “Aquí estoy para cumplir tu voluntad Señor y para

siempre”. Amén.

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