Evangelio según San Lucas 21,1-4. Evangelio según San Lucas 21,1-4.
Jesús vio a unos ricos que
ponían sus ofrendas en el
tesoro del Templo.
Vio también a una viuda
de condición muy humilde,
que ponía dos pequeñas
monedas de cobre,
y dijo: “Les aseguro
que esta pobre viuda ha
dado más que nadie.
Porque todos los demás
dieron como ofrenda
algo de lo que les sobraba,
pero ella, de su indigencia,
dio todo lo que tenía para
vivir”.
Comentario
¿A quién no le gustaría
ver más allá? La historia
humana está llena de
inventos para ello. Hemos
inventado los catalejos,
para los que van en barco.
O los telescopios, para
ver las estrellas... Para las
cosas pequeñas existen
los microscopios. Y para
ver los huesos, los rayos
X.
Pero aún no se ha inventado
el aparato que
mire el interior de las personas,
los secretos del
corazón, lo íntimo de lo íntimo.
Quizá porque nunca
se podrá inventar. O quizá
porque sólo una mirada
penetrante es capaz de
ver, de verdad, más allá
de las apariencias...
El pueblo de Israel, en
su relación personal con
Dios, descubrió que éste
era el único que conoce
cada corazón y comprende
todas sus acciones.
El único capaz de ver
más allá. Y no sólo de
ver, sino de amar. Amar
más allá de los méritos,
de las cualidades, de las
bondades. Jesús, Dios
con nosotros, tenía la
misma mirada penetrante
que el Padre. Y el mismo
amor.
Por eso fue capaz de
ver, en aquellos niños que
molestaban, unos benjamines
del Reino; y en
aquel Zaqueo ruin y estafador,
una promesa de
generosidad; y en aquella
mujer que lloraba, un
anticipo de evangelizadora...
y en aquella viuda
que echaba dos céntimos,
una entrega más generosa
que la de otros.
Los amigos de Jesús
estamos llamados a ver
más allá de las apariencias.
Ejercitando la mirada,
percibiendo los detalles,
desvelando lo que a otros
se les oculta... Descubriendo
en cada persona
un hijo de Dios y en cada
acontecimiento una oportunidad
para la Vida.