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EL LIBERAL . Padre Koffi Gilbert

Cristo es mi alegría

16/12/2017 22:24 Padre Koffi Gilbert
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Cristo es mi alegría Cristo es mi alegría

Hoy se puede observar a muchos

creyentes que viven continuamente

aburridos, como si

nunca hubiesen tenido la experiencia

de estar con Cristo, como

si para esas personas el Evangelio

no fuera un mensaje esperanzador.

Han hecho de la tristeza

una compañera inseparable. Sus

vidas son como un rosario de lamentos,

llanto, quejas y aflicciones.

Su rostro es el reflejo de un

alma enferma y no han permitido

que el Señor les dé alegría a su

corazón (Salmos 4 y 7). No podemos

vivir sin alegría, sólo con

amargura.

La alegría permanente en un

creyente es reflejo de una fe muy

grande, producto de una permanente

comunión con Dios. San

Pablo, en la primera carta a los

cristianos de Tesalónica (5. 16-

18) dice: “Estén siempre alegres;

oren sin cesar y den gracias a

Dios en toda ocasión. Esa es por

la voluntad de Dios nuestra vocación

de cristianos”.

Entonces nuestra vocación,

como dice el papa Francisco, no

es para vivir con rostros de amargura,

sino mostrar rostros de alegría,

de felicidad, que es una demostración

de madurez que implica

un buen testimonio, es

una buena señal del amor y gracia

a Dios. En nuestro ser interior,

en su condición no sólo de la

mente, sino de corazón, Dios no

quiere que sus hijos e hijas seamos

hombres y mujeres secos de

Cristo. Porque hay creyentes tan

amargados que dan la impresión

de que los han bautizado con jugo

de limón, porque cuando tomanos

ese jugo, ponemos una

cara fea. Pero no debemos vivir

de esa manera.

La alegría verdadera no tiene

ninguna relación con exclusiones

de vida, porque muchas personas

tienen momentos de risas y

después momentos de cara triste.

Es producto de un cristianismo

mal entendido, o sea que tienen

un momento de entusiasmo

y después dejan de pensar que

Dios está dentro de nosotros.

La alegría es producto de una

buena relación con Dios, de andar

con Jesús que sólo puede vivir

en corazones centrados en

Cristo. Esa alegría no tiene nada

que ver con ambientes religiosos.

Hay misas carismáticas, con

predicadores carismáticos, pero

que nos pueden hacer vivir a esas

personas, con todo lo que hay como

celebraciones, vivir la ilusión

y la emoción con que se enfrentan

las realidades de nuestras vidas.

H

oy es justo reconocer que

muchas de nuestras celebraciones

o asambleas han perdido la

naturalidad, la frescura, cayendo

en rutinas, en un mar de sana

doctrina y poca profundidad, para

encontrarnos con Jesús palabra,

verdad y vida, y el verdadero

camino para ser alegres.

Hay miles de peregrinos, muchos

devotos que van a venerar

al santo patrono, pero después,

¿qué vivimos? Volvemos a la realidad

concreta. Con Cristo, como

dice San Pablo, todo es posible

con él, no quedarnos en esa tristeza,

no quedarnos en esos momentos

de dificultad.

La carta a los Filipenses 4.13

dice “todo lo puede en aquel que

lo fortalece. Cristo sabe lo que

hay dentro de un hombre o de

una mujer; hay que descubrir en

Cristo el amor de la propia vida;

el amigo que no falla; el compañero

fiel. No hay nadie como él

capaz de mostrarnos el camino;

de ir a nuestro lado, de ir adelante,

de ir detrás, de sostenernos en

el cansancio. Se alegra con nosotros

cuando podemos avanzar

con entusiasmo real y decisión

con verdad; en momentos difíciles

nos sostiene de la mano, en el

momento de la caída nos levanta,

sin juzgarnos, sin condenarnos.

Cristo es mi alegría, como cantamos

nadie te ama como yo, Jesucristo”.

En estos momentos en que estamos

preparando la venida de

ese salvador, no debemos vivir

sin esperanza, sin alegría. Dios

quiere que nosotros podamos

confiar en él porque él nunca nos

abandona. En la fiesta que preparamos

no solamente hablemos

de paz, hablemos también de la

alegría porque la vida es alegre,

no es una vida de padecimiento.

Si no hay alegría no hay paz; si no

hay alegría vamos a enfrentarnos

y buscar el mal que viene de otro.

Pero cuando superamos con

la gracia de Dios esas dificultades,

aunque vivamos con enfermedades,

vivamos con problemas

o vivamos sin saber cómo

vamos a vivir estas fiestas,

lo importante es estar con Cristo.

Como la Virgen María nunca

ha mostrado una cara de tristeza,

y para qué somos hijos e hijas

de esa mujer si no estamos para

imitarla a ella, que con su ayuda

y su intercesión nos muestra el

verdadero camino a su hijo, camino

de la felicidad, de la alegría.

Que Dios haga desaparecer todas

las dificultades, todo lo que

puede amargar nuestras vidas,

porque Cristo viene para salvarnos,

para alegrarnos, y que él sea

siempre nuestra alegría y nuestra

felicidad. Amen. l

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