Evangelio según San Lucas 1,39-45. Evangelio según San Lucas 1,39-45.
a un pueblo de la montaña
de Judá. Entró en la casa
de Zacarías y saludó a Isabel.
Apenas esta oyó el saludo
de María, el niño saltó de alegría
en su seno, e Isabel, llena
del Espíritu Santo, exclamó:
“¡Tú eres bendita entre
todas las mujeres y bendito es
el fruto de tu vientre! ¿Quién
soy yo, para que la madre de
mi Señor venga a visitarme?
Apenas oí tu saludo, el niño
saltó de alegría en mi seno.
Feliz de ti por haber creído
que se cumplirá lo que te fue
anunciado de parte del Señor”.
Comentario
Cuando el amor llega a tu
vida, si es amor verdadero,
sientes alegría. Amor de distintas
formas y múltiples expresiones.
Da igual que sea
amor fraterno entre amigos,
filial entre padres e hijos, erótico
de pareja... Si el amor llega,
te ilumina. Y digo amor,
no enamoramiento, pues este
último es una emoción, y
las emociones son pasajeras,
mientras que el primero es un
sentimiento, y estos perduran
y se anclan en el interior
de la persona. Está llegando el
Amor de Dios y la Palabra nos
muestra dos bellos relatos.
En el Cantar de los Cantares,
la amada está como loca
pues viene su amado, y con
este amor hasta la naturaleza
cambia de estación: del
invierno a la primavera. Las
flores del campo, las higueras
que despuntan, las viñas
abultadas, la estación de los
cánticos, el arrullo de la tórtola...,
todo invita a celebrar
el amor y a gozar de él. El oído
despierto percibe la proximidad
del amado, aunque no
sea más que “un rumor... ”.
La amada se imagina cómo se
acerca presuroso su amado,
cómo mira y atisba por la ventana
y por la reja. Oye su voz.
En el evangelio de Lucas,
María no puede soportar más
la alegría que lleva dentro y la
tiene que compartir con alguien,
con su prima Isabel.
Su gozo es expansivo. No se
lo puede guardar. Le resulta
imposible permanecer callada,
quiere alegrar con la alegría
que lleva dentro de tal
modo que hasta el otro niño,
futuro Juan, salta de gozo
en el seno de su madre.
La alegría auténtica y verdadera,
como sentimiento profundo,
no como emoción pasajera,
es contagiosa. Pues
bien, querido hermano/a, este
amor llega. Ya queda menos.
Ojalá lo esperemos
con la misma expectación
con que lo esperó la amada
del Cantar y la Virgen María,
nuestra Madre. Ojalá llegue
a nuestra vida en la forma
en la que el Espíritu considere
más oportuna. De momento
rezamos con la antífona
de hoy que reza: “Oh Sol”
(Oriens) ¡Que esta divina luz
entre hasta el fondo del alma
y nos enriquezca!?