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EL LIBERAL . El Evangelio

Hacer la voluntad de Dios

22/01/2018 22:22 El Evangelio
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Hacer la voluntad de Dios Hacer la voluntad de Dios

Entonces llegaron su madre

y sus hermanos y, quedándose

afuera, lo mandaron

llamar.

La multitud estaba sentada

alrededor de Jesús, y le dijeron:

“Tu madre y tus hermanos

te buscan ahí afuera”.

El les respondió: “¿Quién

es mi madre y quiénes son mis

hermanos?”.

Y dirigiendo su mirada sobre

los que estaban sentados

alrededor de él, dijo: “Estos

son mi madre y mis hermanos.

Porque el que hace la voluntad

de Dios, ese es mi hermano,

mi hermana y mi madre”.

Comentario

En la época de Jesús no se

estilaba la emancipación de

los hijos solteros, tan típica de

las sociedades occidentales

modernas (si las crisis económicas

no lo impiden). Por eso,

este desaire de Jesús hacia su

familia tuvo que resultar llamativo,

quizá escandaloso.

Sus oyentes conocían bien el

mandamiento “honra a tu padre

y a tu madre”, y pertenecían

a una cultura en la que los

lazos familiares eran mucho

más fuerte que en la nuestra.

Jesús tuvo que desconcertar.

Y tal vez el evangelista

Marcos quiso acentuar el desconcierto:

en un párrafo tan

breve, afirma hasta dos veces

que los parientes de Jesús

“están fuera”. ¿Querrá insinuar

que están “fuera de órbita”,

que en relación con Jesús

no se enteran de la misa la

media, que el parentesco carnal

no ayuda? Algo muy extraño

en ese momento.

Existe toda una veta de la

tradición evangélica que carga

las tintas contra la familia

de Jesús. En este mismo evangelio,

un par de páginas más

atrás, escribe el autor que

“los suyos salieron a llevárselo

porque decían: está fuera

de sí” (Mc 2,20). ¿Se sentirían

quizá avergonzados de él,

de su extraño estilo de vida? Y

el cuarto evangelio nos informa

sin tapujos que “ni sus hermanos

creían en él” (Jn 7,5) (no

entramos ahora en el espinoso

asunto del parentesco de

estos “hermanos” con Jesús,

asunto quizá carente de interés

para los evangelistas, que

no se molestaron en aclarárnoslo).

En Jesús todo resulta novedoso.

Su convicción de que

entramos en una nueva época

de la historia le lleva a relativizar

tradiciones e instituciones.

No descalifica el pasado

religioso de su pueblo, y menos

aún el Decálogo, pero afirma

que el Reino es una fuerza

tan poderosa que, si se lo acoge,

puede hacer estallar los

modelos “de siempre”, abriendo

a otras posibilidades. “Si

uno está en Cristo es una criatura

nueva” (2Co 5,17).

Jesús tuvo la amarga experiencia

de familias carnales

que entorpecieron a algunos

el alistarse en su seguimiento.

Uno lo pospuso con este

simple pretexto: “déjame antes

despedirme de los de mi

casa”; a otros tuvo que decirles:

“no llaméis padre vuestro

a nadie en la tierra; uno

solo es vuestro Padre, el del

cielo”.

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