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EL LIBERAL . El Evangelio

Éste es mi hijo muy querido, escúchenlo

24/02/2018 21:52 El Evangelio
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Éste es mi hijo muy querido, escúchenlo Éste es mi hijo muy querido, escúchenlo

Seis días después de

que Jesús dijera a sus

discípulos que para seguirlo

deberían estar

dispuestos a cargar la

propia cruz, ahora, en el

monte, se reveló delante

de Pedro, Santiago y

Juan.

Pedro, que quería

apartarlo del camino de

la Cruz y los hermanos,

Santiago y Juan, preocupados

por ocupar lugares

de poder.

En el monte, Jesús se

transfiguró como un “ser

celeste”, se reveló en su

gloria. Aparece conversando

con dos figuras

del Antiguo Testamento:

Moisés y Elías. Moisés

representa el modelo

de mesianismo, el que

conduce al pueblo a la liberación

y Elías el precursor

mesiánico. Según

esto, podemos decir que

Jesús se revela como el

liberador de su pueblo

y aquel que introduce el

tiempo final.

Ante este evento luminoso,

Pedro exclama:

“es bueno estarnos

aquí”, lo que expresa

la alegría de ser parte

de manera anticipada

de la glorificación.

Su deseo de construir

tres tiendas recuerda a

las “viviendas” que les

tocará a los elegidos y

justos en las bienaventuranzas

del cielo. Para

el evangelista esta expresión

de Pedro se debe

a su falta de inteligencia

porque pretende

retener la bienaventuranza

celestial como un

modo de rechazar el sufrimiento

propio del seguimiento.

“De repente una nube

los cubrió con su sombra

y una voz salió de ella diciendo:

éste es mi Hijo

muy querido, escúchenlo”.

Jesús se revela como

el “Hijo de Dios” a

quien hay que escuchar.

Sólo hay que escuchar a

Jesús. El discípulo debe

nutrirse y practicar las

enseñanzas de su maestro,

pero a la vez, seguirlo

en su destino de Cruz.

La revelación de la

gloria de Jesús en la

montaña, para nada excluye

el misterio de la

Cruz, lo pone como condición

para el seguimiento

y participación

en su Resurrección. Los

que quieren resucitar y

ser parte de la gloria de

Jesús tendrán que ser

parte también de su pasión

y muerte.

Conclusión

No hay resurrección

sin cruz, como no hay

discipulado sin escuchar

a Jesús. Los discípulos, a

veces, nos olvidamos de

escuchar a Jesús, de discernir

su presencia y palabra

en nuestra historia.

¿Qué nos dirá Jesús

en este tiempo de tanta

confusión en nuestro

país? ¿Qué tipo de testimonio

nos pedirá a los

cristianos? Muchos, como

Juan y Santiago se

pelean por ocupar espacios

de poder. Otros,

como Pedro sólo quieren

gozar del bienestar.

Escuchar a Jesús, estar

atentos a su palabra.

No temer a la Cruz como

signo de amor que se entrega

y da la vida. Ponerse

del lado de los crucificados,

de los últimos, de

los que la sociedad desprecia

y el poder manipula.

La Iglesia debe dejar

de “cinturear” la realidad

y comprometerse

en la lucha por la vida

y la dignidad de todos.

¿Acaso no sería esta la

mejor manera de vivir la

Pascua? ¿Acaso no sería

esta la forma de anunciar

al mundo, que como

discípulos de Jesús, sólo

escuchamos a él y nos

comprometemos en su

causa?

Lo que debes saber
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