Éste es mi hijo muy querido, escúchenlo Éste es mi hijo muy querido, escúchenlo
Seis días después de
que Jesús dijera a sus
discípulos que para seguirlo
deberían estar
dispuestos a cargar la
propia cruz, ahora, en el
monte, se reveló delante
de Pedro, Santiago y
Juan.
Pedro, que quería
apartarlo del camino de
la Cruz y los hermanos,
Santiago y Juan, preocupados
por ocupar lugares
de poder.
En el monte, Jesús se
transfiguró como un “ser
celeste”, se reveló en su
gloria. Aparece conversando
con dos figuras
del Antiguo Testamento:
Moisés y Elías. Moisés
representa el modelo
de mesianismo, el que
conduce al pueblo a la liberación
y Elías el precursor
mesiánico. Según
esto, podemos decir que
Jesús se revela como el
liberador de su pueblo
y aquel que introduce el
tiempo final.
Ante este evento luminoso,
Pedro exclama:
“es bueno estarnos
aquí”, lo que expresa
la alegría de ser parte
de manera anticipada
de la glorificación.
Su deseo de construir
tres tiendas recuerda a
las “viviendas” que les
tocará a los elegidos y
justos en las bienaventuranzas
del cielo. Para
el evangelista esta expresión
de Pedro se debe
a su falta de inteligencia
porque pretende
retener la bienaventuranza
celestial como un
modo de rechazar el sufrimiento
propio del seguimiento.
“De repente una nube
los cubrió con su sombra
y una voz salió de ella diciendo:
éste es mi Hijo
muy querido, escúchenlo”.
Jesús se revela como
el “Hijo de Dios” a
quien hay que escuchar.
Sólo hay que escuchar a
Jesús. El discípulo debe
nutrirse y practicar las
enseñanzas de su maestro,
pero a la vez, seguirlo
en su destino de Cruz.
La revelación de la
gloria de Jesús en la
montaña, para nada excluye
el misterio de la
Cruz, lo pone como condición
para el seguimiento
y participación
en su Resurrección. Los
que quieren resucitar y
ser parte de la gloria de
Jesús tendrán que ser
parte también de su pasión
y muerte.
Conclusión
No hay resurrección
sin cruz, como no hay
discipulado sin escuchar
a Jesús. Los discípulos, a
veces, nos olvidamos de
escuchar a Jesús, de discernir
su presencia y palabra
en nuestra historia.
¿Qué nos dirá Jesús
en este tiempo de tanta
confusión en nuestro
país? ¿Qué tipo de testimonio
nos pedirá a los
cristianos? Muchos, como
Juan y Santiago se
pelean por ocupar espacios
de poder. Otros,
como Pedro sólo quieren
gozar del bienestar.
Escuchar a Jesús, estar
atentos a su palabra.
No temer a la Cruz como
signo de amor que se entrega
y da la vida. Ponerse
del lado de los crucificados,
de los últimos, de
los que la sociedad desprecia
y el poder manipula.
La Iglesia debe dejar
de “cinturear” la realidad
y comprometerse
en la lucha por la vida
y la dignidad de todos.
¿Acaso no sería esta la
mejor manera de vivir la
Pascua? ¿Acaso no sería
esta la forma de anunciar
al mundo, que como
discípulos de Jesús, sólo
escuchamos a él y nos
comprometemos en su
causa?