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EL LIBERAL . El Evangelio

Evangelio según San Mateo 20,17-28.

27/02/2018 22:22 El Evangelio
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Evangelio según San Mateo 20,17-28. Evangelio según San Mateo 20,17-28.

Cuando Jesús se dispuso a

subir a Jerusalén, llevó consigo

sólo a los Doce, y en el camino

les dijo: “Ahora subimos

a Jerusalén, donde el Hijo del

hombre va a ser entregado a

los sumos sacerdotes y a los

escribas. Ellos lo condenarán

a muerte y lo entregarán a los

paganos para que sea maltratado,

azotado y crucificado,

pero al tercer día resucitará”.

Entonces la madre de los

hijos de Zebedeo se acercó a

Jesús, junto con sus hijos, y

se postró ante él para pedirle

algo.

“¿Qué quieres?”, le preguntó

Jesús.

Ella le dijo: “Manda que mis

dos hijos se sienten en tu Reino,

uno a tu derecha y el otro a

tu izquierda”.

“No saben lo que piden”,

respondió Jesús. “¿Pueden

beber el cáliz que yo beberé?”.

“Podemos”, le respondieron.

“Está bien, les dijo Jesús,

ustedes beberán mi cáliz. En

cuanto a sentarse a mi derecha

o a mi izquierda, no me toca

a mí concederlo, sino que

esos puestos son para quienes

se los ha destinado mi Padre”.

A

l oír esto, los otros diez

se indignaron contra los dos

hermanos.

Pero Jesús los llamó y les

dijo: “Ustedes saben que los

jefes de las naciones dominan

sobre ellas y los poderosos

les hacen sentir su autoridad.

Entre ustedes no debe suceder

así. Al contrario, el que

quiera ser grande, que se haga

servidor de ustedes; y el

que quiera ser el primero que

se haga su esclavo: como el

Hijo del hombre, que no vino

para ser servido, sino para

servir y dar su vida en rescate

por una multitud”.

Comentario

Date a mí, mi Dios, date

siempre a mí... Descansamos

en el don de tu Espíritu; allí gozamos

de tí, allí está nuestro

bien y nuestro descanso. El

amor nos enseña, y tu Espíritu

que es bueno exalta nuestra

bajeza, retirándola de las

puertas de la muerte (Ps 9,14).

En la buena voluntad encontramos

la paz.

Un cuerpo, por su peso,

tiende hacia su lugar propio;

el peso no va necesariamente

hacia abajo, sino a su lugar

propio. El fuego tiende hacia lo

alto, la piedra hacia abajo...,

cada uno hacia su propio lugar;

el aceite sube encima del

agua, el agua desciende debajo

del aceite. Si algo no está en

su lugar, está sin reposo; pero

cuando ha encontrado su lugar,

queda en reposo.

Mi peso es mi amor: es

él quien me arrastra, o que

me lleva. Tu don nos inflama

y nos lleva hacia arriba; nos

abraza y partimos... Tu fuego,

tu buen fuego nos hace

quemar y vamos, subimos

hacia la paz de la Jerusalén

celeste, porque he encontrado

mi alegría cuando

se me ha dicho: “¡Vamos a la

casa del Señor!” (Ps 121:1) Es

allí donde la buena voluntad

nos conducirá para estar en

nuestro lugar, allí donde no

desearemos nada más que

morar por la eternidad.

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