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Siria, un conflicto que cumple siete años

16/03/2018 10:14 Opinión
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Siria, un conflicto que cumple siete años Siria, un conflicto que cumple siete años

El 15 de marzo del año 2011 será recordado como aquel día por el cual comenzó a gestarse el conflicto armado interno en Siria que, a la fecha, cumple la friolera de siete años, habiéndose asimismo internacionalizado, causado más de 500.000 muertos y casi doce millones de desplazados, lo que demuestra que nos encontramos frente a una de las peores (sino la peor) crisis humanitarias del siglo 21.

¿Cómo comenzó todo?, podría interrogarse el lector.  Tras Túnez y Egipto y el inicio de la rebelión en Libia, en marzo del 2011 estallaron las protestas contra el presidente sirio, Bashar el Asad, cabeza del régimen del partido Baaz, en la ciudad de Deraa (sur).

Recordemos que Siria constituye un estado dominado por un partido presidencial que ya lleva en el poder algo más de cincuenta años.

Hafez Al Asad primero,  y a su muerte su sucesor,  Bashar Al Asad, lideraron con mano dura el Estado desde su partido político (Baaz) y con el apoyo de la entonces URSS (hoy la federación Rusa).

Necesario es decir que la totalidad del partido gobernante es de la confesión alauita (pro chiita) lo que generó desconfianzas de sus vecinos árabes (vgr. Catar, Arabia Saudí) la mayoría sunita, estos asimismo aliados de los EE.UU.

Golpeada por distintas vicisitudes económicas, una sequía que se prolongó durante varios años y la limitación de las libertades políticas, la mayoría de su población joven se plegó a las protestas que comenzaron en lo que se denominó “La primavera árabe” y la superó.

Al principio de las protestas y considerando el fin que tuvieron muchos líderes de la región (Muamar Gadafi, Zine el Abidine Ben Ali, Hosni Mubarak, Alí Abdullah Saleh,  entre otros) muchos supusieron que Al Asad iba a sumarse a la lista de líderes que habían dimitido, dando paso a una renovación de la clase dirigencial del país. Se equivocaron.

Apoyado por Rusia, el gobierno sirio comenzó a reprimir la revuelta. Sin embargo el escenario de violencia interna fue incrementándose a raíz de la intervención  de otros actores en el conflicto, los que, por motivos obvios, querían el fin del gobierno constituido para hacerse del poder.

Se formaron grupos opositores armados y empezaron las deserciones de militares sirios que se unían a los rebeldes, aglutinados en el Ejército Sirio Libre. El país se sumió en la guerra, los bombardeos de las fuerzas sirias se multiplicaron y en el año 2012, los combates llegaron a Damasco, la capital, y a la segunda ciudad del país, Alepo.

Irán y el movimiento chií libanés Hizbulá aportaron refuerzos que ralentizaron las revueltas contra el presidente sirio. “Irán movilizó a las milicias (chiís) de Paquistán, Afganistán, Irak y a la Guardia Revolucionaria iraní, que entrenó y apoyó a las fuerzas del régimen” según señalan los expertos (cf. Yaron Friedman, profesor de la Universidad de Haifa).

Mientras tanto los rebeldes iban creciendo y obteniendo armas desde Catar y Arabia Saudí destinadas especialmente a los grupos islamistas.

Se hablaba, entre los combatientes, de hacer la revolución del islam pero sin Al Qaeda ni extremismos, intención que duró muy poco a la luz del surgimiento del ISIS o Daesh o Estado Islámico, que lanzó una fuerte ofensiva en Irak (año 2014) y proclamó la vigencia de un Califato en el área que controla en Irak y Siria cuya capital de facto es la ciudad siria de Raqqa.

Integrado por muchos extranjeros el EI dirigió su lucha contra las fuerzas gubernamentales, los rebeldes, el Frente al Nusra -con el que se ha aliado en algunas ocasiones- y las fuerzas kurdas, también opuestas a Al Asad y contra las que arremete Turquía.

En septiembre del 2014, una coalición internacional liderada por los EEUU, con Jordania, Baréin, Catar, Arabia Saudí y los Emiratos árabes Unidos (EAU) empezó a bombardear al EI. Francia y el Reino Unido se sumaron a la Coalición durante los meses de septiembre y diciembre del año  2015.

A su vez, Rusia atacó al EI en septiembre bombardeando además, a grupos rebeldes, consiguiendo el sostén del gobierno de Al Asad y la recuperación de zonas claves como Alepo (norte) en el año 2016.

El año 2017 estuvo marcado por el inicio del primer diálogo o acuerdo de paz entre el gobierno de Al Asad y la oposición con el auspicio de Rusia y Turquía, celebrados en Astaná (Kazajstán), Ankara (Turkia) y Ginebra (Suiza). Asimismo, en el mes de marzo de dicho año, Siria reconquista Palmira que estaba bajo el mando del EI, los EEUU atacan la base aérea Al Shayrat como represalia, según se expuso, del ataque con gas sarín de las fuerzas gubernamentales sirias a la localidad de Jan Sheijun.

En el mes de mayo del citado año, cesan las hostilidades en Idilib, Damasco y Homs y en octubre el EI pierde los feudos de Al Raqqa y Deir Ezzor.

Recientemente el mundo se vio nuevamente sorprendido con el ataque al enclave rebelde de Ghouta por parte del Ejército Sirio. La oposición siria en el exilio denunció asimismo una guerra de exterminio en Ghouta y el silencio total ante los “crímenes” de Al-Assad desde 2011. El coordinador de la ONU para la ayuda humanitaria en Siria, Panos Moumtzis, pidió el “cese inmediato” de los bombardeos.

250 personas, entre ellos 60 niños, incrementaron el total de las  víctimas de un conflicto que parece no tener fin en especial si como sucede, en Siria la crisis se ha internacionalizado con la presencia no solamente de la Coalición internacional ya citada, sino de Turquía y su lucha con los Kurdos al norte, el propio ISIS o EI que aún debilitado ha jurado venganza extrema, Irak e Iran como actores, el Ejército Libre Sirio y los frentes armados surgidos en consecuencia, las monarquías árabes, contrarias a Al Asad y Rusia, completan el mosaico de actores a los cuales debe sumarse asimismo Israel (por las consecuencias geopolíticas de la guerra) y porque no Corea del Norte y China, en apoyo al vecino Irán.

Y en el medio, el conflicto humanitario que ya se ha cobrado, como señalé, más de 500 mil víctimas y casi 12 millones de desplazados, todo lo cual torna imperioso el cese final de las hostilidades. Y, si bien esto último parece, a la luz de los acontecimientos, una quimera, la paz internacional prevista en el artículo 1 de la Carta de la ONU lo exige. Sólo la participación del concierto de las naciones, de manera seria y responsable, puede poner fin a este conflicto que, en estos días, ya ha cumplido siete años.

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