Gracias mamá por darme la vida Gracias mamá por darme la vida
voy a dar gracias a mis padres,
papá y mamá, porque
me han dado la vida,
me han deseado, no han
programado mi llegada al
mundo. Me han querido y
amado. El día de mi nacimiento
fue un día de fiesta
y de alegría; día de orgullo
y de felicidad de la familia.
Mi madre, durante nueve
meses me ha aceptado
con cuidados en su vientre.
No vivía con nervios, porque
el embarazo es un fenómeno
natural. Después
del nacimiento, mis padres
me han cuidado como a un
rey, brindándome todo lo
necesario para vivir: alimento
de leche materna,
no de vaca; alimento para
crecer como ser humano.
Me han ayudado a aprender
a caminar, me han vigilado
y protegido, me han
dado una educación, que
no fue de niñera o de abuelo;
me han enseñado a conocer
el mundo, los valores
y defectos; no me han
abandonado en las desgracias
de este mundo. Su responsabilidad
y su misión
eran de hacerme un hombre
que en el futuro pueda
enfrentar la realidad. Me
han dado una educación
con exigencias y no con comodidades
ni caminos fáciles.
Mis padres, para mí,
son santos, porque me han
dado la vida. Ellos con responsabilidad
me han dado
la oportunidad de estudiar,
de ir a la escuela para
construirme un futuro.
No me arrepiento. No me
han escondido cómo vivían
con sus creencias, fueron
las primeras personas
que me han hablado de alguien
y que me han hecho
descubrir en la vida a esa
persona: Dios. Aunque había
otras creencias en mi
pueblo, han optado o elegido
al Dios de la Trinidad,
me han enseñado el camino
de ese Dios, con una fe
sin condiciones.
Me han permitido recibir
los sacramentos de iniciación,
bautismo, eucaristía,
confirmación. ¿Cómo
no voy a agradecer estas
acciones y obras de estas
personas? Sin esta vida
recibida de ellos y del Dios
de la Trinidad, no podría
tener proyectos de vida.
Hablando de mi proyecto
de consagrar mi vida
y también de dar mi vida
a los demás, para ellos
fue una felicidad y una alegría.
Mi padre ha visto el
comienzo de la realización
de este proyecto, ha estado
enfermo y en cama me ha
dado el permiso y la bendición
antes de entrar en
el seminario. él me decía:
“Vaya así puede realizar su
deseo. Yo podré morir o vivir,
pero no seré un obstáculo”.
Mi madre ha visto la
realización de mi proyecto,
ha estado el día de mi consagración
sacerdotal, y un
año después ella se ha ido
en paz y con alegría al cielo,
con su misión cumplida.
Qué alegría de nacer
en una familia que te recibe,
te cuida, te protege, y te
da todo para ser un hombre,
una mujer en el mundo.
Por eso debemos decir
siempre: gracias mamá,
gracias papá, aunque tienen
defectos, como todos.
No se puede decir, no
voy a respetarlos, amarlos
y cuidarlos. Como creyentes
no podemos decir:
no voy a orar por ellos. Al
ejemplo de Dios, que no ha
rechazado a su hijo, tampoco
hay que abandonarlos,
tirarlos a la basura. Los
padres tienen que respetar
la vida.
Nuestros antepasados
nos han hecho para que
tengamos vida. El creyente,
hombre o mujer, debe
saber que Dios es el Dios
de la vida, no de la muerte.
Dios hijo ha venido para
dar la vida, y vida en abundancia.
Como creyentes,
no podemos no querer dar
la vida, o cuidar la vida.
Pregunto: ¿por qué
nosotros mismos queremos
conservar nuestras
vidas y no queremos dejar
vivir a otras personas?
¿Por qué destruir la vida
que viene? La mujer no
es una máquina de destrucción
de la vida, es un
ser humano que da vida.
Gracias a los padres que
han podido dar la vida;
que han aceptado continuar,
construir, el Reino
de Dios. El mundo necesita
testigos de esta vida.
Que la Virgen María nos
ayude a todos a cumplir
la voluntad de Dios amor,
Dios vida, y no cumplir
la voluntad de un pequeño
grupo de personas y de
leyes sin humanidad, sin
divinidad.
Que Cristo sea nuestra
fuerza para que podamos
continuar diciendo
sí a la vida. Amén.