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EL LIBERAL . El Evangelio

La hora del Hijo del Hombre (Juan 12,20-33)

17/03/2018 21:40 El Evangelio
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La hora del Hijo del Hombre (Juan 12,20-33) La hora del Hijo del Hombre (Juan 12,20-33)

Entre los peregrinos

que han subido a Jerusalén

para celebrar la Pascua

y que desean encontrarse

con Jesús están

unos griegos. Andrés y

Felipe, son los responsables

de que ellos se acerquen

a Jesús y lo conozcan,

es decir, que crean

en él.

Ante la propuesta

de conocerlo, Jesús dice:

“Ha llegado la hora

en que el Hijo del Hombre

va a ser glorificado”.

La ocasión de la venida

de los griegos es para

Jesús un signo de que

la ‘hora’ ha llegado. Es la

hora de la Cruz, la hora

de dar la vida por los demás.

La Cruz nos muestra

cuántos nos ama

Dios, es el signo del odio

de los hombres que Jesús

transforma en un signo

de amor: dar la vida por

los demás.

La muerte en la Cruz

no es un hecho aislado en

la vida de Jesús. él vivió

haciendo el bien, amando

y sirviendo a los demás:

cuando curaba a los

enfermos, cuando perdonaba

a los pecadores,

cuando compartía la mesa

con los pobres. Así era

su vida, sirviendo a los

demás para manifestar

que Dios ama a sus hijos

y nunca se olvida de ellos.

La Cruz es la culminación

de una vida al servicio de

los hermanos, el mayor

signo de amor y servicio.

Para que entendamos

su mensaje y podamos

imitar su vida, la compara

con el grano de trigo

que cae en tierra y muere

para dar fruto. Sólo muriendo,

dando la vida en

el amor servicial, generamos

vida a nuestro alrededor.

La vida es un don

de Dios para ser entregada

como regalo de amor a

los hermanos. Solo así se

puede ser dar fruto, ser

feliz.

Contrariamente a lo

que piensa la mayoría de

la gente, que la felicidad

está en apegarse a las cosas

materiales, al éxito, a

las personas, Jesús nos

enseña que la vida consiste

en darse, en amar y

servir a los demás. Cuanto

más amo y sirvo, más

desapegado estoy y más

feliz seré. El apegarse, el

encerrarse en uno mismo

lleva la muerte. Sólo

el amor conduce a la vida.

Conclusión

Los cristianos de

hoy necesitamos redescubrir

el sentido

de nuestra vocación.

Jesús nos ha llamado

para ser sus discípulos,

para anunciar

que él vive junto a

nosotros, que su Reino

llega a nuestras vidas

cuando lo recibimos

como regalo de

su infinita misericordia

y lo hacemos patente

en el servicio a los

demás. Como dice San

Pablo “de buena gana

entregaré lo que tengo y

hasta me entregaré a mí

mismo, para el bien de

ustedes”. Es ese el mejor

programa para los cristianos,

la única forma de

agradar a Dios y ser feliz.

Dar hasta que duela

como decía la Madre Teresa,

dar todo, darse a sí

mismo para que los demás

sean felices.

En un mundo con tantas

manifestaciones de

egoísmo, de individualismo,

y violencia, frente

a la cultura de la muerte

que desprecia la vida, los

cristianos debemos ser

signo de amor que recoja

lo débil y pequeño, que

ilumine tanta oscuridad

y de sabor a la vida con

gestos de ternura, de cercanía

y solidaridad a los

hermanos.

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