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Una familia en Cheej, custodia valiosas piezas arqueológicas de viejos pueblos indios

17/03/2018 21:49 Interior
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Una familia en Cheej, custodia valiosas piezas arqueológicas de viejos pueblos indios Una familia en Cheej, custodia valiosas piezas arqueológicas de viejos pueblos indios

En lo que alguna vez pudo ser un importante centro de desarrollo de las culturas prehispánicas, doña Olga de Carol, y su marido Ciro Napoleón “Napino” Carol, son los dos únicos pobladores que mejor atestiguan el pasado indígena y naturalmente asumen el rol de ser los verdaderos custodios del patrimonio arqueológico de la zona, donde alguna vez sus ancestros supieron afianzar la vida en comunidad.

“Aquí dicen que vivieron los tonocotés, hace muy mucho tiempo”, refiere Napoleón (75), con cigarro de chala en la mano, exhalando el humo que lo lleva a recordar algunas exploraciones que se hicieron en la zona del cementerio indígena, especialmente la que él pudo atestiguar a través de las investigaciones arqueológicas que equipos especializados de la Unse, dirigidos por el Dr. José Togo, hace aproximadamente unos quince años.

Caminando por el antiguo cementerio, don Carol supo encontrar fragmentos de cerámica y pedazos de piedra con forma de hacha, entre otras figuras amorfas difíciles de interpretar y que “si no las recogía, se iban a perder”, asiente, y presume que muchas de las piezas halladas “quizás se intercambiaron en forma de trueque con otros pueblos de indios”.

Entre otros elementos, muestra una especie de escultura en miniatura; restos de una mandíbula humana que según el propio Carol, “estaba en una de las urnas funerarias que se estaba rompiendo”, la cual fue rescatada hace uno años sobre la superficie del cementerio. También exhibe los morteros, las puntas de lanzas de piedra, entre otros presuntos proyectiles de piedra que pudieron utilizar poblaciones indígenas para la caza de animales y otros fines.

Entre esos objetos que celosamente custodia, sobresalen otros con forma de animales: un oso melero a base de cerámica, un tótem de un simio hecho a piedra; además de amuletos y una especie de flautín de cerámica, de refinada labor artesanal, entre distintas piezas que en algún tiempo abundaron en la superficie de la zona del asentamiento.

Riqueza arqueológica

El sitio de Cheej es conocido en la arqueología local por las excavaciones efectuadas en la década del cuarenta. “Yo vivo aquí desde que nací”, reconoce Napoleón convencido de que en las tierras que recorre todos los días, descansan los restos de aquellos primeros habitantes del pueblo milenario de indios que supieron intercambiar con comunidades de los sitios reconocidos hoy como Pozo Mósoj y Lagunillas, también del departamento San Martín.

A pesar de ser ellos los grandes custodios de los restos arqueológicos, reconocen que la deforestación sufrida a lo largo de su historia perjudicó gran parte de ese patrimonio. “El cementerio indígena está hoy alambrado y es difícil pasar”, lamenta, ante la insistente requisitoria periodística para visitar el lugar.

A su alrededor, aparecen pequeños bosques de algarrobales salpicados con quebracho blanco y colorado, vinal, tusca, y otras especies arbóreas. Don “Napino” y Olga posiblemente no dejen herederos en su pueblo, pero saben que gran parte del valor patrimonial de Cheej se debe a la custodia del sitio y de aquellas piezas fragmentadas que en algún tiempo tal vez no muy lejano fueron las pertenencias de sus ancestros.

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