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EL LIBERAL . El Evangelio

Evangelio según San Juan 12,1-11.

25/03/2018 21:07 El Evangelio
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Evangelio según San Juan 12,1-11. Evangelio según San Juan 12,1-11.

Seis días antes de la Pascua,

Jesús volvió a Betania,

donde estaba Lázaro, al que

había resucitado. Allí le prepararon

una cena: Mar ta

servía y Lázaro era uno de

los comensales.

María, tomando una libra

de perfume de nardo puro,

de mucho precio, ungió con

él los pies de Jesús y los secó

con sus cabellos. La casa

se impregnó con la fragancia

del perfume.

Judas Iscariote, uno de

sus discípulos, el que lo iba

a entregar, dijo: “¿Por qué

no se vendió este perfume

en trescientos denarios para

dárselos a los pobres?”.

Dijo esto, no porque se

interesaba por los pobres,

sino porque era ladrón y, como

estaba encargado de la

bolsa común, robaba lo que

se ponía en ella.

Jesús le respondió: “Déjala.

Ella tenía reservado este

perfume para el día de mi

sepultura. A los pobres los

tienen siempre con ustedes,

pero a mí no me tendrán

siempre”.

Entre tanto, una gran

multitud de judíos se enteró

de que Jesús estaba allí,

y fueron, no sólo por Jesús,

sino también para ver a Lázaro,

al que había resucitado.

Entonces los sumos sacerdotes

resolvieron matar

también a Lázaro, porque

muchos judíos se apartaban

de ellos y creían en Jesús, a

causa de él.

Comentario

“La fragancia de los perfumes

es exquisita” se lee

en el Cantar de los Cantares

(1-3). Distingo varias especias...

Hay el perfume de la

contrición y el de la piedad;

hay el perfume de la compasión...

Hay un primer perfume

que el alma compone para

su propio uso cuando,

presa en la red de sus muchos

pecados, comienza a

reflexionar sobre su pasado.

Reúne entonces el mortero

de su conciencia, para aglomerar

y mezclar, los muchos

pecados que había cometido;

y en la perola de su corazón

ardiendo, los cuece en el

fuego de la penitencia y de la

contrición... Este es el perfume

con el que el alma pecadora

cubre los inicios de

su conversión y unge sus llagas

recientes; porque el primer

sacrificio que hay que

ofrecer a Dios es un corazón

arrepentido. Mientras el

alma, pobre y miserable, no

tiene con qué componer un

ungüento más precioso...

Lo que debes saber
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