Pascua de Resurrección Pascua de Resurrección
el Jueves Santo, que es el día
de la entrega, la alegría, la caridad,
y el servicio; el Viernes Santo se vivió
la pasión y la muerte de Cristo;
el Sábado Santo se vivió la esperanza
que Jesús surgirá de la
tumba.
Hoy, domingo es la gloria de
Dios. Es cuando Jesús vive. Es la
alegría de todos los cristianos en el
mundo.
El prefacio de Pascua nos dice:
“Cristo es el verdadero cordero que
quita el pecado del mundo. Muriendo
destruyó nuestra muerte, y resucitando
restauró nuestra vida. Todo
es alegría, alabanzas, acción de gracias,
porque Cristo recupera su esperanza,
dignidad y grandeza. La vida
triunfa definitivamente sobre la
muerte. Entonces, todo lo que hemos
vivido y hecho fue para llegar a
esa Gloria de Dios.
Jesús no está en la tumba. él
está vivo con nosotros y siempre.
Para los católicos, esta fiesta es
muy importante. Sin la resurrección
de Cristo no podríamos hacer
nada, ni celebrar. Por eso, es muy
importante vivir con la fe cristiana.
Sabemos todo lo que ha pasado,
pero es importante hoy vivir
como testigos de ese acontecimiento.
Cuántas veces decimos que somos
cristianos, pero eso no es solamente
ir a una vigilia, o ir a la
misa el domingo. Todos los domingos
son de Pascua.
Por eso la iglesia, con los consejos
que dan es que podamos considerar
este día.
Cuántas veces vivimos con negligencias
pensando que nuestra
vida cristiana depende solamente
cuando hay sufrimiento o problemas.
Sin embargo hay que ir a la
iglesia siempre, a dar gracias, dar
la Gloria de Dios y reconocer que
Cristo está vivo. Nosotros somos
sus discípulos, somos testigos de
lo que hemos oído, vivido y hemos
hecho con la experiencia.
El discípulo está llamado a dar
testimonio de que su maestro está
vivo. Ese testimonio tiene que
darlo con la ayuda de la gracia de
Dios y la fuerza del Espíritu Santo.
Jesús nos ha dado esa oportunidad
para que no nos quedemos
en el espíritu de muerte, de dolor,
de decepción, sino con un espíritu
de esperanza. Esperanza que nosotros
también podemos hacer resucitar
nuestra vida con la gracia
de Dios, y todo aquello que pensamos
que no podemos levantar de
la tumba, también podemos resucitar.
Con la resurrección de Cristo,
todos somos resucitados. Estamos
en el camino para llegar a él.
El mundo espera que le comuniquemos
la vida de la resurrección
cada vez que ofrecemos esperanza
en la prueba, que nos inclinamos
para servir a otros, que
consideremos que el amor es superior
a los honores y a las pasiones.
Cristo está vivo y esa es nuestra
alegría.
Cuántas veces comulgamos y
después hacemos la señal de la
cruz porque es un Cristo Glorioso.
Es un Cristo vivo.
Si creemos que Cristo ha resucitado,
está vivo y ha vencido la muerte,
entonces podremos vivir con convicción
esta fe. Debemos también
hacer resucitar a nuestros hermanos
que hoy no saben qué hacer, cómo
vivir, y piensan que ya se acerca
la muerte. Pero la vida es más fuerte
que la muerte y Jesús ha mostrado
y nosotros debemos mostrar, sin excepción,
en todos lados.
Con su resurrección hay que
superar todas las pruebas, dificultades.
No hay un Domingo de Pascua
sin pasión. Un viernes Santo
sin vivir la esperanza y la Gloria de
Dios y del ser humano.
Entonces, hermanos, hermanas,
pensemos que nosotros también
estamos llamados a hablar de
lo que hemos visto y oído. No tengamos
miedo de hablar lo que han
dicho los discípulos.
Por eso debemos ser los discípulos
de esa resurrección.
Este domingo renovemos nuestras
promesas, y la verdadera promesa
es la bautismal, porque con
el bautismo hemos muerto y hemos
resucitado.
Debemos dejarnos entrar este
espíritu.
Festejemos la Pascua si podemos
ver al Hijo de Dios venciendo
el pecado, envuelto en nosotros.
Y destruyendo la muerte que nos
consume. La resurrección es hoy,
no mañana; ahora, no después.
Cristo ya resucitó.
¡Felices Pascuas! y que nuestra
Madre nos ayude en este camino no
de esperanza, sino de vida en abundancia
con Cristo, para siempre.
Amén.