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Las Islas Malvinas: entre el recuerdo y la esperanza

31/03/2018 23:18 Santiago
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Las Islas Malvinas: entre el recuerdo y la esperanza Las Islas Malvinas: entre el recuerdo y la esperanza

La historia argentina

nos

enseña que

pocas causas

patrióticas

han tenido una unanimidad

como la vinculada con la posesión

de las Islas Malvinas. Este

tema ha atravesado todos los

tiempos de la historia, y sobre

todo regresa en la memoria con

los acontecimientos de 1982,

cuando la Argentina enfrentó a

Gran Bretaña en la única guerra

que nuestro país tuvo en el

siglo XX.

Y en estos días, los afectos y los recuerdos han

brotado debido al viaje que los familiares de los

noventa héroes identificados a treinta y seis años

del conflicto, que se encuentran sepultados en el

cementerio de Darwin, han realizado para colocar

en aquellas tumbas las lápidas con los nombres

de cada uno de ellos. Siempre la verdad calma las

almas y en este caso particular, también son respetables

los deseos de aquellos familiares que no

han participado de las tareas de identificación, que

prefieren que las tumbas de guerra permanezcan

como hasta ahora.

La historia de las islas Malvinas comienza

en los tiempos de las grandes exploraciones

navales, llevadas adelantes

por holandeses, ingleses, franceses y españoles.

El tratado de Tordesillas, de 1493, a

instancias del Papa, entre Portugal y España,

dejó las islas en manos del imperio

español. Sin embargo, la flota encabezada

por el marino francés Louis Antoine

de Bouganville, en 1764, significó el arribo

del primer ser humano a las islas, que vale

destacar no tienen población autóctona,

dejando el primer asentamiento. El archipiélago

fue llamado Malouines, en homenaje

al puerto de partida de la expedición,

Saint Maló. En 1790 John Strong al mando

de buques ingleses, al mando de designó al

canal que separa las dos islas mayores como

Falkland, en homenaje a un noble británico

que había financiado su viaje. Luego

este nombre será usado por Gran Bretaña

para llamar a todas las islas.

Muchas veces las islas cambiaron de

mando a raíz de tratados firmados en Europa

y así llega 1810. La pequeña guarnición

española, con motivo de las guerras

napoleónicas y los procesos revolucionarios

americanos, es trasladada a Montevideo,

quedando deshabitado el territorio.

Algunos documentos de los gobiernos surgidos

de la Revolución de Mayo aluden a

las Malvinas como un posible penal militar,

y recién en 1820, el gobierno de Buenos

Aires envía una fragata para tomar posesión

de las islas y designa al norteamericano

David Jewitt como comandante militar

y concesionario, sucedido luego por

Guillermo Mason y Pablo Areguati. El gran

cambio institucional se da en 1829, cuando

se crea la comandancia política y militar

de las islas Malvinas, nombrando a cargo

al alemán Luis Vernet, que se había afincado

en Buenos Aires primero, y luego en

las islas.

Vernet estableció la capital en Puerto

Luis, donde aún hoy se conserva su casa,

que ofició de gobernación y es el lugar

donde se instala con su esposa María Sáez,

y nace su hija Malvina el 5 de febrero de

1830, la primera argentina nacida en las islas

y la única que lo hizo durante la posesión

soberana de la Argentina. Vernet puso

en marcha un ambicioso proyecto de colonización

que quedó trunco hacia 1832

cuando las islas ya contaban con 300 habitantes,

un 10 % de la población de Santiago

del Estero en ese entonces. El capitán Robert

Fitz Roy fue uno de los expedicionarios

que recalaron en Puerto Luis y gozaron

de la hospitalidad de Vernet.

El testimonio del inglés es claro: “El gobernador

Luis Vernet me recibió con cordialidad.

Está muy bien informado y habla

varios idiomas. Su casa es larga y baja

de un solo piso y paredes muy gruesas

de piedra. Encontré allí una buena biblioteca

de obras españolas, alemanas e inglesas.

Durante la comida se sostuvo animada

conversación en la que tomaban

parte Mr. Vernet, su esposa, Mr. Brisbane

y otros; por la noche hubo música y baile.

En la habitación había un gran piano; la

señora de Vernet, una bonaerense, nos dejó

oír su excelente voz que sonaba un poco

extraña en las Falklands, donde solo esperábamos

encontrar algunos loberos”.

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