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EL LIBERAL . El Evangelio

Lectura según San Lucas 24, 35-48

05/04/2018 01:29 El Evangelio
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Lectura según San Lucas 24, 35-48 Lectura según San Lucas 24, 35-48

En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que

les había pasado por el camino y cómo habían reconocido

a Jesús al partir el pan. Estaban

hablando de estas cosas, cuando se

presenta Jesús en medio de ellos y les dice:

- “Paz a vosotros.” Llenos de miedo

por la sorpresa, creían ver un fantasma.

él les dijo: - “¿Por qué os alarmáis;” ¿por

qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad

mis manos y mis pies: soy yo en persona.

Palpadme y daos cuenta de que un

fantasma no tiene carne y huesos, como

veis que yo tengo.” Dicho esto, les mostró las manos

y los pies. Y como no acababan de creer por la

alegría, y seguían atónitos, les dijo: - “¿Tenéis ahí algo

de comer?” Ellos le ofrecieron un trozo de pez

asado. él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo:

“Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros:

que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los

profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.”

Entonces les abrió el entendimiento para comprender

las Escrituras. Y añadió: “Así estaba escrito:

el Mesías padecerá, resucitará de entre los

muertos al tercer día y en su nombre se predicará

la conversión y el perdón de los pecados a todos los

pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois

testigos de esto.”

La gente, después de la curación de paralítico

seguía asombrada y se agolpaba en torno a Pedro

y Juan, a quienes atribuían la sanación de ese hombre.

Pedro, en primer lugar, les saca de dudas y les

dice claramente que no son ellos lo que han devuelto

la salud al paralítico, sino su Maestro y Señor, Jesús

de Nazaret. Y dado que Pedro, ante lo ocurrido, estaba

en buena posición para ser escuchado, recuerda

algunas verdades a sus oyentes. No tiene ningún

miedo en decirles que fueron ellos los que de manera

injusta, “entregasteis, rechazasteis y matasteis”

a Jesús, al que Dios “le resucitó de entre los muertos

y nosotros somos testigos”. Siguiendo

en la línea de la verdad, Pedro reconoce

que lo hicieron por ignorancia: “Sin

embargo, hermanos, sé que lo hicisteis

por ignorancia, y vuestras autoridades

lo mismo”. Ante estos hechos, Pedro les

exhorta a darse cuenta de lo que han hecho

y arrepentirse de “vuestros pecados;

a ver si el Señor manda tiempos de consuelo,

y envía a Jesús, el Mesías que os

estaba destinado”.

Aunque Jesús había explicado a sus apóstoles

con claridad que tenía que padecer, morir y resucitar

al tercer día, no acababan de entenderlo. Y

cuando sucedió, sobre todo lo de su resurrección,

no eran capaces de asimilarlo y de creérselo. “¿Por

qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro

interior?”. Pero Jesús, como siempre, les insistió

de una manera y de otra para que acabaran de

aceptar esta sublime verdad. Y les muestra sus manos,

sus pies y les pide comida, y les indica el lugar

para llenar la red de peces, para que le reconozcan

resucitado. Jesús tuvo sumo y especial cuidado de

convencer a sus apóstoles que había resucitado,

que su final no terminó en la cruz del Calvario, que

realmente su Padre Dios le había devuelto la vida al

tercer día. Así también podían creer en la verdad de

su promesa de que también ellos iban a resucitar

después de morir. “Yo soy la resurrección y la vida

el que cree en mí, aunque muera vivirá y vivirá para

siempre”. Lo de Jesús, seguir a Jesús, es para esta

vida y para la otra, donde disfrutaremos de la plenitud

del amor y de la felicidad para toda una eternidad.

Nos espera un glorioso destino.

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