Como el padre me envió, yo los envío a ustedes Como el padre me envió, yo los envío a ustedes
La escena tiene lugar
en Jerusalén en donde los
discípulos estaban reunidos.
Las puertas estaban
cerradas “por miedo a los
judíos”, porque todavía
los discípulos no se animaban
a pronunciarse a
favor de Jesús. “Jesús vino
y se puso en pie en medio
de ellos y les dijo: “paz
a ustedes”. El resucitado
viene a los suyos y se reúne
con ellos para comunicarles
su paz, es decir,
su presencia en medio de
la comunidad. Les muestra
sus manos y su costado.
Es el mismo que han
crucificado. Esta presencia
llena de gozo a los discípulos
porque saben que
será para siempre, Jesús
vive y ellos viven con él.
Luego los envía como
el Padre lo envía a él. Se
trata de la misma misión:
glorificar al Padre dando
a conocer su nombre
y manifestando su amor.
Sopla sobre ellos y les dice
“reciban el Espíritu
Santo”. Este hará posible
el ejercicio de la misión
que les confía y producirá
el nuevo nacimiento que
da acceso al Reino, la verdadera
adoración al Padre,
el poder de vivificar y
el don de la vida.
El Espíritu Santo derrama
la vida de Cristo
glorificado sobre los discípulos,
el mismo Jesús
está presente y actuante
en su comunidad, por eso
ella tiene la capacidad de
perdonar, porque en definitiva
es Dios el que perdona
a través de ella.
Por el don de la paz y
la comunicación del Espíritu,
su comunidad es
portadora de vida para el
mundo; a través de ella
se actualiza la presencia
permanente del Señor
que ha triunfado de la
muerte.
Tomás no estuvo en
la primera aparición del
Resucitado y no creyó el
testimonio de la comunidad.
Ocho días después
Jesús se presenta de nuevo,
se dirige a Tomás y le
ofrece tocar las señales de
sus llagas. Jesús lejos de
señalar una supuesta incredulidad
de Tomás, lo
invita profundizar su fe.
Tomás responde: “Señor
mío y Dios mío”, lo que
muestra la unidad de Jesús
con Dios que se ha
hecho cercana a los discípulos.
“Porque me ves,
crees. ¡Dichosos los que
no han visto y han creído!”.
Jesús felicita a sus
discípulos que han creído
luego de haber visto. Pero
también felicita a los que
sin ver, creyeron también
en él por el testimonio de
la comunidad.
Conclusión
El Cristo resucitado se
aparece a sus discípulos
y les comunica paz y alegría,
para vencer el miedo
y la rutina. La presencia
de Jesús nos hace salir
del encierro, abrirnos
a la vida, al hermano necesitado,
para anunciarles
que Dios es amor, y
nada puede impedirnos
ser amados por él. En esto
consiste el anuncio:
¡Dios está vivo entre nosotros!
¡Dios nos ama y
quiere nuestra felicidad!
Tenemos que confiar en
él, creer más allá de la
evidencias, amándonos y
perdonándonos mutuamente
para que los que
no han visto, crean en él.
La Iglesia no puede
seguir encerrada en sus
propios miedos, comunicando
doctrinas aburridas
que nada dicen. Debería
ser portadora de
luz, de alegría, una comunidad
de amor que hace
presente a Jesús en sus
gestos de misericordia
con los hermanos. Dar de
beber al sediento, de comer
al hambriento, sanar
las heridas, compartir la
mesa de los pobres. Ser
antorcha de esperanza
para
devolver a la
humanidad
su rumbo y
razón de vivir.