Dolar Oficial: - Dolar Blue:- Dolar CCL:- Dolar Bolsa: - Dolar Mayorista: -

EL LIBERAL . El Evangelio

Evangelio según San Juan 3,16-21.

10/04/2018 22:57 El Evangelio
Escuchar:

Evangelio según San Juan 3,16-21. Evangelio según San Juan 3,16-21.

Sí, Dios amó tanto al mundo,

que entregó a su Hijo único

para que todo el que cree

en él no muera, sino que tenga

Vida eterna. Porque Dios

no envió a su Hijo para juzgar

al mundo, sino para que el

mundo se salve por él”.

El que cree en él, no es

condenado; el que no cree, ya

está condenado, porque no

ha creído en el nombre del Hijo

único de Dios.

En esto consiste el juicio:

la luz vino al mundo, y

los hombres prefirieron las

tinieblas a la luz, porque sus

obras eran malas.

Todo el que obra mal odia

la luz y no se acerca a ella,

por temor de que sus obras

sean descubiertas.

En cambio, el que obra

conforme a la verdad se

acerca a la luz, para que se

ponga de manifiesto que sus

obras han sido hechas en

Dios.

Comentario

Tanto amó Dios al mundo.

La nueva vida de la resurrección

a la que nos incorporamos

por el bautismo no es

sino una vida centrada en el

amor.

Y es que la salvación que

consiste en la plena comunión

con Dios y, en él, con los

demás, no puede entenderse

más que como amor: ser

amado y amar. Pero, ¿qué es

el amor? Palabra usada, abusada,

gastada y, tantas veces,

prostituida, suele identificarse

con un mero sentimiento

voluble, rosa, romántico

que, como viene, se va.

Pero el amor es mucho más

que sentimiento: abarca la

entera realidad personal, todas

sus dimensiones. Y no

puede ser de otra manera,

porque el Dios en el que creemos,

un Dios personal, habitado

por relaciones personales,

es amor. Así pues, el

amor, sí, siente, pero también

conoce y comprende, y, además,

quiere, decide, pasa a la

acción.

Podemos experimentar

en nosotros mismos en qué

consiste el verdadero amor.

El amor es una voluntad, una

decisión, una entrega que

comporta renuncias y sufrimientos.

No se ama de verdad

a otra persona si no se

está dispuesto de algún modo

a sufrir por ella. De hecho,

¿quién nos hace sufrir

más, sino aquellos a los que

más amamos? Nos puede parecer

que esto es así en nosotros,

que somos limitados

y débiles, pero no en el caso

de Dios, que es omnipotente,

de modo que a él amar no

le cuesta nada (le sale gratis,

por decirlo así). Es verdad

que el amor, por ser lo más

valioso, es un don gratuito,

que no se puede comprar: “si

alguien quisiera comprar el

amor con todas las riquezas

de su casa, se haría despreciable”

(Ct. 8, 7). Pero gratis

no significa barato. Jesús nos

lo recuerda hoy: el inmenso

amor de Dios al mundo, un

amor extremo y exagerado, le

ha costado el desgarro de la

entrega de su Hijo, una entrega

total y dolorosa, hasta la

muerte. No le ha salido gratis

a Dios amarnos “tanto”, hasta

el extremo: “Os rescataron...

no con oro y plata, sino

a precio de la sangre de Cristo”

(1 P 1, 18).

Cuántas veces el amor

fracasa porque somos avaros

y cicateros y no estamos

dispuestos a pagar su

precio. En tal caso, vence el

egoísmo, que nos exilia de la

salvación porque nos exilia

del amor. No es Dios el que

nos juzga ni nos condena, sino

que nosotros mismos nos

condenamos por no creer en

el amor.

En la Resurrección, por

el contrario, descubrimos un

amor verdadero, que triunfa

sobre el egoísmo, porque se

ha entregado del todo, asumiendo

el precio que esa entrega

comporta. Vivir en este

mundo en el ámbito de la

resurrección por el bautismo

significa vivir creyendo

que ese precio merece la pena

(aunque pena haya y, a veces,

no poca), que no es una

pérdida, sino una ganancia

y que, pese a todas las apariencias,

el amor vence.

Lo que debes saber
Lo más leído hoy