Alegres por el encuentro con el resucitado Alegres por el encuentro con el resucitado
Los discípulos de
Emaús, que habían tenido
una experiencia
de encuentro con el
Resucitado, regresaron
a Jerusalén y encontraron
al resto del
grupo reunido comentando
que el Señor había
resucitado y se le
había aparecido a Simón.
Ellos contaron lo
que habían vivido en el
camino con aquel “peregrino”
que les enseñaba
desde las Escrituras
y como lo habían
reconocido en la fracción
del pan. El clima
es de alegría y fraternidad
porque Jesús ha
resucitado, ellos vuelven
a encontrarse y de
esta manera están dispuestos
para el envío.
De repente Jesús se
hizo presente en medio
de ellos y les comunicó
la paz. Ante
la presencia del Cristo
Glorioso, los discípulos
se sobresaltaron
y se llenaron de temor
porque creían ver un
espíritu. Todavía no
lograban entender el
verdadero sentido no
sólo de la resurrección
de Jesús sino sobre todo
de su misión. Aún
después de la resurrección,
Jesús tendrá que
seguir instruyendo a
sus discípulos acerca
de sí mismo, de su misión
y de lo que espera
de su comunidad. Los
discípulos estaban atados
a una mentalidad
triunfalista, a una imagen
de Dios y por lo
tanto de Jesús viciada
de elementos nacionalistas,
militares y políticos.
No estaban preparados
para aceptar
la encarnación, la Cruz
y una Resurrección
que incluya lo corporal,
lo cósmico. Las
palabras de Jesús invitándolos
a “tocar” y
“ver” y el gesto de comer
con ellos pretenden
corregir estas imágenes
distorsionadas
que de él tenían.
Como los discípulos
no logran entender correctamente
el sentido
de la Resurrección del
maestro, Jesús, abre
sus inteligencias y les
ayuda a comprender,
partiendo de las Escrituras,
el anuncio de su
muerte y resurrección
y la necesidad de predicar
en su nombre la
conversión a todas las
naciones. Es necesario
purificar la “imagen”
que los discípulos
tienen de él y de su misión,
antes de enviarlos
a anunciar la buena
noticia.
Para ser testigos
y poder anunciar al
mundo que Cristo ha
vencido al pecado y a
la muerte es necesario
comprender lo que la
Resurrección significó
para él, para su comunidad,
para la creación
y para el mundo entero.
Conclusión
Al igual que ayer,
también hoy la Iglesia
en actitud de escucha
y disponibilidad al
Espíritu debe purificar
la imagen de Jesús
que anuncia al mundo
y transparentar su misión
liberadora en medio
de los pueblos.
Anunciar a Cristo
servidor de la humanidad,
despojándolo
de todo trazo de poder
mundano, un Cristo
que ama al mundo,
servidor de los pobres
y hermano de los excluidos.
Recuperar el
sentido de su causa:
la del Reino de Dios,
que busca que toda
persona sea respetada
en su dignidad, que
sea el mundo un espacio
de fraternidad, de
equidad y justicia, que
Dios brille como antorcha
en los corazones
de los hombres, en
la cultura de los pueblos,
en los modos de
vivir de cada comunidad.
Los discípulos
debemos y podemos
contagiar la alegría
de la fe, de seguir
a Jesús, de reproducir
sus gestos de amor
en el mundo, sirviendo
a los más pobres, tendiendo
puentes de comunión
en medio del
odio y la guerra, renovando
la esperanza para
que nadie se sienta
excluido de la mesa de
la vida. ¡Dios es amor¡
¡Dios ama al mundo¡
Esa e s nue s -
tra alegría y
el centro del
mensaje que
a n u n c i a -
mos.