Fraternidad cristiana Fraternidad cristiana
y hermanas, pero la hermandad
es la fraternidad a nivel
de la fe y de nuestra iglesia. Si miramos
el diccionario, dice que la fraternidad
es un afecto y confianza propia de hermanos,
hermanas o personas que se tratan
como tal. Entonces, de esa manera la fraternidad
nos lleva a ser solidarios, respetuosos
y empáticos unos con los otros. La
fraternidad cristiana es una fe que nos une,
es la fe en Cristo la que nos hace hermanos,
sino no habría manera de vivir como
verdaderos hijos de Dios.
Entre los hermanos hay una relación de
igualdad, no hay problemas. Tenemos un solo
padre que es nuestro Jesús. Los hermanos
tienen la capacidad de desearse el bien más
sinceramente, porque ven en el otro el reflejo
de sí mismo. Entonces, hay amor mutuo.
Como dice San Juan en la primera carta:
Si alguno dice “amo a Dios” y aborrece
a su hermano, es un mentiroso, pues quien
no ama a su hermano que ve, no puede
amar a Dios que no ve.
Es una invitación a practicar el amor
fraterno sin hipocresía, sin vivir artificialmente.
Hay que saber vivir y poner en práctica
ese amor mutuo. El centro de esa vida fraterna
es Cristo. Si sacamos a Cristo de esa
vida fraterna, viviremos otra cosa. Es Cristo
el que nos une.
Debemos ver en nuestras comunidades,
en los movimientos, las parroquias,
si vivimos esa fraternidad. Porque a veces
nos falta. Falta la fraternidad que hace que
nuestras relaciones vivan sin confianza,
con miedo de acercarnos a los demás.
Cuando el celebrante dice: “Démonos
fraternalmente la paz”, es porque somos
hermanos. La fraternidad cristiana se hace
evidente cada vez que rezamos el Padrenuestro.
Es una oración en la que le decimos
“nuestro”.
La fraternidad cristiana es más que un
grupo circunstancial de personas que se
reúnen los domingos a cumplir un precepto
que no llegan a comprender. Es más
que un colectivo de personas que sienten
que tienen un hecho que los une y compromete.
Es más que una comunidad que
tienen muchos elementos en común, pero
que aquello no comparten.
La fraternidad es una comunidad de
personas en la que las diferencias se ordenan
como elementos de enriquecimiento
mutuo, que da fortaleza al grupo como espacio
de vida. Vivencia de la fe, compromiso
y afecto mutuo. Por eso, debemos complementarnos,
amarnos y no vivir el individualismo.
El individualismo no da la posibilidad
de acercarnos. A veces nos da a pensar
que vivimos con ángeles en nuestra comunidad.
Pero vivimos con personas, de
carne, de sangre. Podemos vivir decepciones.
Nuestra naturaleza humana se desarrolla
al completo, únicamente si vivimos
en una comunidad de fe. Si vivimos
nuestra fe en espacios cerrados es imposible
conformar el gran impulso que ha
creado Dios. Por eso debemos reflexionar,
pensar qué queremos vivir, cómo queremos
vivir, cuál es el testimonio que podemos
dar, como han hecho las primeras comunidades
después de la resurrección de
Cristo.
Hoy, por ejemplo, decimos que vamos a
orar por las vocaciones.
Si nosotros, cristianos, sacerdotes que
formamos a la Iglesia debemos mostrar
para qué sirve la oración, las vocaciones.
Las vocaciones es estar al servicio de los
demás, manifestando la fraternidad porque
todos somos hijos de Dios.
Por eso hoy, vamos a orar por las vocaciones,
no solo por las religiosas y laicales,
sino por todas, porque todos formamos el
pueblo de Dios.
Para la Iglesia somos la misma alianza,
sangre, y la misma fe.
Debemos abrirnos a los demás, sin hipocresía,
y vivir libremente lo que ha hecho
Jesús.
Por eso en nuestras celebraciones elegimos
en dónde estar para no estar con otras
personas. Sin embargo, en la iglesia somos
todos hermanos.
Que Cristo nos ayude a dar testimonio
de esta fraternidad de vida, y sobre todo a
nuestra Madre, que Cristo le ha confiado a
nosotros.
Que Ella nos ayude a reconocer que tenemos
el mismo Padre, que nos une. Hoy y
para siempre.
Amén.