Allanan una casa, pero no aparecen los $ 700.000 robados a los abuelos jubilados

Tan enigmático como "jugoso", el robo de los $ 700.000 al matrimonio del B° Ramón Carrillo ayer generó un allanamiento, infructuoso, y sin que aún se hubiera logrado recuperar el suculento botín.

El procedimiento fue encomendado por el fiscal Sebastián Robles, tras la denuncia interpuesta por Blanca Irene Agüero, de 85 años, esposa de Ramón Antono Capua, de 89.

La pareja reveló que ahorraba desde el 2013 y guardaba celosamente el dinero en un cajón que se asumía, estaba a resguardo de miradas indiscretas.

Por casualidad, una de las dos hijas revisó el habitáculo y advirtió que los cinco años de ahorros se le habían escabullido entre las manos a sus padres.

Eran $ 600.000 en moneda nacional y dólares que permanecían en un sobre de madera, deslizaron los investigadores.

Consumado el robo, hoy la policía y el fiscal idean una estrategia: el manual de estilo indica que las miradas se posarán en el entorno de las víctimas y todo mortal que las frecuentaba en la vivienda, ubicada en el pasaje San Lorenzo.

Así lo comprendieron los policías: ya interrogaron a varios sobre la ubicación del armario del que se evaporaron los ahorros.

Vale destacar que éste constaba de un juego de llaves, al que tenían acceso muchas personas de la vivienda.

Inquisidores, los policías preguntan y repreguntan, alentando posibles trastabilleos y nerviosismo en los testigos.

Aunque Robles no suelta prenda, los investigadores confían en que alguien cometerá un error, ya que no existe el crimen perfecto. También, rastrean movimientos curiosos días previos al gran golpe: por ejemplo, trabajan en presencias y ausencias que alterasen toda rutina.

No es todo. Los funcionarios también verifican compras y sondean en comunicaciones telefónicas y redes sociales, se supo.

Si hay sospechosos, éstos mantienen la calma en pos de evitar quedar expuestos. Como si se tratara de un juego de cuasi provocación, los unos presionan, pero los otros siguen sus vidas inalterables, a sabiendas que el tiempo juega siempre a favor del delincuente.