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EL LIBERAL . El Evangelio

Evangelio según San Juan 15,1-8.

01/05/2018 21:50 El Evangelio
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Evangelio según San Juan 15,1-8. Evangelio según San Juan 15,1-8.

Jesús dijo a sus discípulos:

“Yo soy la verdadera vid y

mi Padre es el viñador. El corta

todos mis sarmientos que

no dan fruto; al que da fruto,

lo poda para que dé más todavía.

Ustedes ya están limpios

por la palabra que yo les

anuncié. Permanezcan en mí,

como yo permanezco en ustedes.

Así como el sarmiento no

puede dar fruto si no permanece

en la vid, tampoco ustedes,

si no permanecen en mí.

Yo soy la vid, ustedes los

sarmientos. El que permanece

en mí, y yo en él, da mucho

fruto, porque separados de

mí, nada pueden hacer.

Pero el que no permanece

en mí, es como el sarmiento

que se tira y se seca; después

se recoge, se arroja al fuego

y arde. Si ustedes permanecen

en mí y mis palabras permanecen

en ustedes, pidan lo

que quieran y lo obtendrán.

La gloria de mi Padre consiste

en que ustedes den fruto

abundante, y así sean mis discípulos”.

Comentario

Qué manía con delimitar

las pertenencias, las identidades,

marcar la línea del dentro

o fuera... y por supuesto,

siempre bajo mi perspectiva

y criterio. “Los buenos,

los fieles al ideal son aquellos

que cumplen las mismas normas

que yo”. Nadie tiene derecho

a salvarse fuera de este

perímetro tan ‘puramente

delimitado’. Desde este planteamiento

resulta fácil generar

la disquisición moral de si

alguien que salta al recinto en

los cinco últimos minutos de

su vida tiene o no el derecho

adquirido a la salvación garantizada

para “los puros del

sistema; o tantas otras que la

historia y el anecdotario moral

nos tiene planteadas. ¡Imponemos

tantas circuncisiones

a los demás! ¡Hay tanta

gente a la que dejamos fuera!

Pero si la acción de Jesús era

precisamente estar con los

otros, los pecadores y transgresores,

los excluidos por leprosos,

las prostitutas amenazadas

por la ley, los lisiados

proscritos... ¿Quién soy

yo para establecer límites a la

acción salvadora del Padre?

¿No es ahí donde él proclama

la Bienaventuranza del Reino?

Si el único requisito es engancharse

a Cristo como el

‘sarmiento a la vid’ y dejar que

su savia corra por mis venas

para dar frutos de autenticidad

que se traduzcan en frutos

de misericordia de Dios,

de perdón y reconciliación

con el hijo que se había perdido

y tanto daño y ofensa causó,

frutos de Paz y Justicia...

Si no hay más requisito ¿Quién

soy yo para imponer “circuncisiones

a los otros sarmientos

y podas al viñador”? Algunos

cuando oímos eso de

la ‘alegría del evangelio’ hacemos

una fiesta tan íntima y reducida

que acabamos por no

invitar ni compartir con nadie,

y cuando el Papa nos invita a

ser ‘Iglesia en salida’ nos damos

una vuelta por el porche

de nuestro cubículo de santidad

para decir aquello de ‘¡qué

mal está el mundo, ya no se

circuncida como antes!

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