Evangelio según San Juan 15,12-17. Evangelio según San Juan 15,12-17.
“Este es mi mandamiento:
ámense los unos a los otros,
como yo los he amado.
No hay amor más grande
que dar la vida por los amigos.
Ustedes son mis amigos si
hacen lo que yo les mando.
Ya no los llamo servidores,
porque el servidor ignora lo
que hace su señor; yo los llamo
amigos, porque les he dado
a conocer todo lo que oí de
mi Padre.
No son ustedes los que me
eligieron a mí, sino yo el que los
elegí a ustedes, y los destiné
para que vayan y den fruto, y
ese fruto sea duradero. Así todo
lo que pidan al Padre en mi
Nombre, él se lo concederá.
Lo que yo les mando es que
se amen los unos a los otros”.
Comentario
Qué párrafo más extraordinario
del evangelio de Juan,
aunque es otro de los textos
que por leído abundantemente
y hasta musicalizado y cantado
otras tantas veces, también
corre el riesgo de caer en
nuestras escuchas rutinarias.
Hoy, en estos días de libertades
constitucionales y
constitutivas parece que imponer
a alguien un mandamiento
de amor ni siquiera
suene bien, “¡Te mando que
ames!”. Desde luego si entendemos
la acción de amar no
tanto como el típico ejemplo
gramatical de verbo de la primera
conjugación, sino todo lo
que supone de carga afectiva,
de entrega personal, desvelo,
renuncia, de poner al otro en
el centro de la vida hasta hacerlo
semejante y prójimo. Tan
próximo que ocupa un lugar
de grandes dimensiones en mi
corazón, es decir en mi preocupación
“efectiva” de voluntad
convertida en acto hacia
él, tornando míos sus problemas,
tanto fracasos como
éxitos, sus noches oscuras y
sus proyectos ilusionantes, su
enfermedad y salud, sus trabajos
y desempleos, su riqueza
y pobreza, su mirada alegre
y sus lágrimas...
Desde luego parece que
este mandato por mucho que
lo cantemos corre el riesgo de
quedarse en norma ideal y de
escaso cumplimiento y desde
luego a la vista de los resultados
salvo los muy honrosos y
venerables ejemplos- así parece
ser.
Es probable que hayamos
puesto mucho empeño memorístico
en la primera parte del
estribillo y poca reflexión en la
segunda, ¡en el cómo! Si dijéramos
hay que cumplir el ¡como
Yo os he amado! de Jesús,
abriríamos una puerta distinta;
la de experimentar la fuente
misma del Amor, el desbordamiento
del amor de Jesús
en mi vida, que me ha hecho
“amigo” en su corazón (“Amigos
fuertes de Dios” que expresaba
Teresa de Jesús) y me
permite comprenderme como
una “persona nueva” a la
luz de quien da la vida en gratuidad.
Descubrir al otro en el
amor mismo en que Dios me
tiene a mí más que mandato
es consecuencia.
Esta es una experiencia de
intimidad y profundidad que
si bien leemos en las insignes
biografías contemplar y actuar-
sin embargo, hoy nuestro
vehemente empeño por cambiar
la realidad (bueno, urgente
y signo del Espíritu), nuestras
multitareas, multiexplicaciones,
multiexcusas... nos impide
gozar suficientemente, porque
sentirse amado por Dios
es una gozada, un alegrón, un
manantial de vida de tal caudal
que necesariamente se torna
en vida entregada a los otros.
Así es que ya sabes, si encuentras
dificultad en cumplir
el mandamiento del amor, date
a disfrutar el “como yo os he
amado”.