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El plan B del que nadie quería hablar ni tener que utilizar

09/05/2018 00:00 Opinión
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Era el plan B del que nadie quería hablar. La bala de plata que todo integrante del equipo económico soñaba con no tener que usar. Pero al final debieron activar el botón de pánico. En el atardecer del primer lunes negro del macrismo, el ministro de Finanzas, Luis "Toto" Caputo llevó noticias a la Casa Rosada que obligaron hacer a lo que hasta minutos antes evitaban y de lo que no habían anticipado ni siquiera a los dos dirigentes más importantes del PRO que no integran el Poder Ejecutivo nacional, María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta. Se venía una ofensiva letal contra el peso y no tenían más solución a mano que recurrir al Fondo Monetario Internacional (FMI). Cuentan los que participaron de la reunión que la expresión de Macri reflejaba la magnitud de la crisis en los minutos previos al contacto con la directora gerente del FMI. El diálogo con Christine Lagarde, abierto por el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, devolvió los colores a la cara del Presidente. Pudieron comprobarlo Caputo, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, y sus segundos Gustavo Lopetegui y Mario Quintana, el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, y el presidente del Banco Central, Federico Sturzenegger . Dicen que de esa conversación no sólo quedó el compromiso del FMI de asistir con financiamiento a la Argentina sino también la convicción de que hay una decisión estratégica del organismo y de Estados Unidos de evitar un colapso financiero del país o un ajuste social y políticamente inaceptable. Se podrá comprobar en breve. Según altos funcionarios del Gobierno, los mercados exigían que el déficit primario de este año fuera del 1,5% y no del 2,7%, como se había comprometido en su última concesión Dujovne, y de cero para el próximo. Con el agregado de una megadevaluación. Frente a ese escenario, recurrir al Fondo se pareció al alivio de volver a respirar después de ser arrasado por una ola gigante. Pero no había nada para festejar. Los efectos secundarios y los costos resultarían inevitables. Si lo del ajuste salvaje era un suicidio político, recurrir al Fondo no sería incruento, dada la historia todavía está viva en la memoria colectiva. Esa fue la causa por la que siempre el Gobierno evitó siquiera mencionar hasta ayer que si fallaba la apuesta única al financiamiento externo para sostener el gradualismo no había previsto ni encontrado ninguna en otra alternativa que recurrir a quien para los argentinos más se parece al mercader de Venecia. Tal vez peor resulte confirmar que éste es el último paracaídas. El intento de apelar al anuncio del recorte del gasto, con un freno a la obra pública, fueron balas de fogueo en una guerra de verdad. Consciente de la impopularidad y el carácter de último recurso de la decisión de pedir auxilio al FMI, el Gobierno buscó hacer una primera reducción de daños: antes de la emisión del mensaje de Macri hubo llamados a los gobernadores y jefes de bloque propios, a los líderes de los partidos de la coalición oficialista y a los mandatarios provinciales opositores más dialoguistas. Anteanoche se evaluaban acciones de comunicación para hacerlo digerible para la sociedad. Los tres minutos grabados por Macri y la conferencia de prensa de Dujovne eran para otros destinatarios: los operadores que ayer seguían vapuleando al peso hasta pasado el mediodía. El argumento a esgrimir es que con el FMI se logrará una fuente de financiamiento más barata para que el gradualismo sigue en pie, y que eso se evitó un ajuste sangriento. Deberán extremar la creatividad porque hay una audiencia poco receptiva. Cualquier consultor de opinión pública se lo puede confirmar. Pero tanto o más difícil será convencer de que lo ocurrido es sólo fruto de la combinación de un shock externo y de la vulnerabilidad del país por la herencia recibida. La oposición, muchos economistas y aún más formadores de opinión tienen una mirada crítica también sobre la praxis del Gobierno y lo hecho durante los últimos meses. Abundan los cuestionamientos a medidas y señales emitidas (no siempre coherentes) por los responsables de la economía y, también, de la política oficial. Algunos dirigentes importantes del oficialismo aconsejaban buscar algún acercamiento con el peronismo no kirchnerista. No parece haber plafón para eso, al menos hasta después de la sesión en Diputados donde seguramente se aprobará un proyecto opositor para morigerar el ajuste de tarifas, que será mucho más lavado que el original. Previamente, los bloques del peronismo federal y del Frente Renovador habilitarán la sanción de las leyes de Defensa de la Competencia y de creación del mercado de capitales, que promueve el oficialismo y con la que buscan dar una señal a los mercados. Nadie tiene margen para exponerse a quedar bajo los reflectores armando bombas. Todo es demasiado frágil.

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