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EL LIBERAL . El Evangelio

Evangelio según San Juan 16,16-20.

10/05/2018 00:29 El Evangelio
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Evangelio según San Juan 16,16-20. Evangelio según San Juan 16,16-20.

Jesús dijo a sus discípulos:

“Dentro de poco, ya no me

verán, y poco después, me

volverán a ver”.

Entonces algunos de sus

discípulos comentaban entre

sí: “¿Qué significa esto

que nos dice: ‘Dentro de poco

ya no me verán, y poco después,

me volverán a ver’? ¿Y

qué significa: ‘Yo me voy al

Padre’?”.

Decían: ‘¿Qué es este poco

de tiempo? No entendemos

lo que quiere decir”.

Jesús se dio cuenta de

que deseaban interrogarlo y

les dijo: “Ustedes se preguntan

entre sí qué significan mis

palabras: ‘Dentro de poco,

ya no me verán, y poco después,

me volverán a ver’.

Les aseguro que ustedes

van a llorar y se van a lamentar;

el mundo, en cambio, se

alegrará. Ustedes estarán

tristes, pero esa tristeza se

convertirá en gozo”.

Comentario

El punto de par tida de

nuestra reflexión son las palabras

del evangelio que nos

señalan a Jesús como Hijo y

Revelador del Padre.

Todo en él: su enseñanza,

su ministerio, e incluso su estilo

de vida, remite al Padre

(cf. Jn 5, 19. 36; 8, 28; 14, 10;

17, 6).

El Padre es el centro de

la vida de Jesús y, a su vez,

Jesús es el único camino para

llegar al Padre. “Nadie va al

Padre sino por mí” (Jn 14, 6).

Jesús es el punto de encuentro

de los seres humanos con

el Padre, que en él se ha hecho

visible: “El que me ha

visto a mí, ha visto al Padre.

¿Cómo dices tú: “Muéstranos

al Padre”? ¿No crees que yo

estoy en el Padre y el Padre

está en mí?” (Jn 14, 9-10).

La manifestación más

expresiva de esa relación

de Jesús con el Padre se da

en su condición de resucitado,

vértice de su misión

y fundamento de vida nueva

y eterna para cuantos creen

en él.

Pero la unión entre el Hijo

y el Padre, como la que existe

entre el Hijo y los creyentes,

pasa por el misterio de

la “elevación” de Jesús, según

una típica expresión del

evangelio de san Juan. Con el

término “elevación”, el evangelista

indica tanto la crucifixión

como la glorificación

de Cristo. Ambas se reflejan

en el creyente: “El Hijo del

hombre tiene que ser elevado,

para que todo el que crea

tenga por él vida eterna. Porque

tanto amó Dios al mundo

que dio a su Hijo único, para

que todo el que crea en él no

perezca, sino que tenga vida

eterna” (Jn 3, 14-16).

Esta “vida eterna” no es

más que la par ticipación

de los creyentes en la vida

misma de Jesús resucitado

y consiste en ser insertados

en la circulación de

amor que une al Padre y al

Hijo, que son uno.

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