Evangelio según San Juan 16,20-23a. Evangelio según San Juan 16,20-23a.
dijo a sus discípulos:
“Les aseguro que us -
tedes van a llorar y se van
a lamentar; el mundo, en
cambio, se alegrará. Ustedes
estarán tristes, pero
esa tristeza se convertirá
en gozo”.
La mujer, cuando va a
dar a luz, siente angustia
porque le llegó la hora; pero
cuando nace el niño, se olvida
de su dolor, por la alegría
que siente al ver que ha
venido un hombre al mundo.
También ustedes ahora
están tristes, pero yo los
volveré a ver, y tendrán una
alegría que nadie les podrá
quitar.
Aquel día no me harán
más preguntas.”
Comentario
De s p u é s d e h a c e r l a
comparación (de la mujer
que va a dar a luz) a la tristeza
de los apóstoles, el Señor
la aplica al futuro gozo
que tendrán.
Le s p rome t e p r ime r o
que lo verán, cuando les dice:
“pero de nuevo me verán”.
Sin emba rgo no di c e :
“me verán”, sino “los veré”,
pues el hecho de mostrarse
a sí mismo proviene de
su misericordia, expresada
por su mirada. Jesús dice
entonces: “Pero volveré a
verlos”, al resucitar y en la
gloria futura: “Tus ojos contemplarán
un rey en su belleza,
verán una tierra dilatada”
(Is 33:17).
Les promete después la
alegría del corazón y el júbilo:
“y se alegrará su corazón”,
es decir al verme en la
Resurrección.
La Igles ia canta también:
“¡Este es el día que ha
hecho el Señor, gocemos
y alegrémonos en él!” (Sal
117:24). “Y se alegrará su
corazón” igualmente por la
visión de la gloria.
“Me l l e n a r á s de goz o
delante de tu rostro” (Sal
15:11). En efecto, para todo
ser es natural encontrar la
alegría en la contemplación
de la realidad amada.
Sin embargo, nadie puede
ver la esencia divina sin
amarla.
E n t o n c e s l a a l e g r í a
acompaña necesariamente
a esta visión: Ustedes “lo
verán”, conociéndolo por la
inteligencia, “y se alegrará
su corazón” (Is 60:5); y esta
alegría misma brotará hasta
sobre el cuerpo, cuando
éste sea glorificado; también
Isaías hilvana diciendo:
“sus huesos retoñarán”
(Is 66:14). “Entra en la alegría
de tu Señor” (Mt 25:21).
Finalmente el Señor promete
una alegría que durará
siempre, cuando dice: “y su
alegría”, la que tendrán por
causa mía en la Resurrección
- “Salto de alegría delante
del Señor, y mi alma se
alegra en mi Dios” (Is 61:10)
- “nadie se las quitará” pues
“Cristo, una vez resucitado
de entre los muer tos,
ya no muere más; la muerte
no tiene poder sobre él”
(Rm 6:9).
Es más, “su alegría”, la
alegría de gozar la gloria,
“nadie se las quitará” pues
no se puede perder y porque
es perpetua - “habrá
alegría eterna sobre sus cabezas”
(Is 35:10).
En efecto, esta alegría
nadie podrá quitársela a sí
mismo por el pecado, pues
allá, la voluntad de cada
uno estará confirmada en
el bien; y nadie tampoco le
quitará esta alegría a otro,
pues no habrá allá ninguna
violencia y nadie dañará a
nadie.