Mayo: el mes de la patria (segunda parte) Mayo: el mes de la patria (segunda parte)
L a semana de mayo
de 1810 coincide en
los días del calendario
con la de este año. Por eso
haremos una recorrida cronológica
por los hechos, deteniéndonos
en los personajes
más destacados y rescatando
anécdotas, que en algún caso,
van a contradecir los lugares
comunes de la memoria histórica,
a veces presentados con
un orden del que los hechos
ocurridos carecieron.
Lunes 14 de mayo de 1810
Llega al puerto de Buenos Aires la goleta británica
“Mistletoe”, portadora de correspondencia
y periódicos que anuncian la caída de la Junta
Central, al caer la ciudad de Sevilla en manos
de las tropas francesas de Napoleón Bonaparte,
provocando la huida de varios diputados españoles
rumbo a Cádiz, para tratar de mantener alguna
forma de gobierno autónomo, pero ya circunscripto
a la España continental. Se trataba de la
supervivencia del país.
Jueves 17 de mayo de 1810
En la capital del Virreinato del Río del Plata,
al confirmarse las noticias llegadas desde el viejo
continente, a través de otro buque inglés arribado
a Montevideo, comienza a vivirse un clima
de agitación, que el virrey Cisneros trata de controlar
a través de una gran censura sobre las noticias
llegadas de la península ibérica, confiscando
todas las cartas y los diarios que arribaron al
río de la Plata.
Baltazar Hidalgo de Cisneros era un viejo marino
del imperio español que traía una larga foja
de servicios, y que había alcanzado el grado de
almirante por su destacada participación en la
batalla de Trafalgar, uno de los combates navales
más formidables de la historia, en 1805, donde se
lo reconoció como uno de los oficiales más heroicos.
Allí, a causa de un golpe producido por el palo
mayor de su buque, el “Santísima Trinidad”, comenzó
a padecer una sordera que lo perseguirá el
resto de su vida. El mote de “sordo de Trafalgar”
fue usado como una burla desde que llegó para
reemplazar a Santiago de Liniers como virrey del
Río de la Plata en julio de 1809. Su destino era la
ciudad de la Santísima Trinidad, antiguo nombre
de la fundación de Juan de Garay que por entonces
ya era conocida como Buenos Aires, por el
nombre de su puerto.
Dos activos abogados de la ciudad lograron
hacerse de los documentos que probaban el derrumbe
de la Junta en Sevilla y lo difundieron rápidamente.
Eran los primos Belgrano y Castelli, que
se iban convirtiendo en líderes de los comerciantes
y hacendados de la ciudad. Vale destacar que
para entonces se calcula la población de Buenos
Aires en unos treinta mil habitantes, de los que un
tercio eran negros esclavos. Los esclavos en el
Río de la Plata eran dedicados generalmente a las
tareas domésticas, como mayordomos, cocheros,
cocineras y nodrizas, que para los estándares
esclavistas de la época, era un buen destino.
Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús de
Belgrano y González era, al tiempo de la Revolución,
uno de los americanos más notables. Es curioso
que haya nacido, vivido y muerto en la misma
casa, a metros del convento de Santo Domingo,
en Buenos Aires. Su padre Domingo era un
italiano nacido en Oneglia, cerca de Génova y su
madre porteña María Josefa González era hija de
un santiagueño, Juan Manuel González Islas. Fueron
padres de dieciséis hijos. Manuel estudia en
el Colegio de San Carlos, hoy Nacional de Buenos
Aires, luego viaja a España y se recibe de abogado
en la Universidad de Salamanca, estudiando
jurisprudencia en Valladolid. Su prestigio fue tanto
que el papa Pío VI lo autorizó “... en la forma
más amplia para que pudiese leer todo género de
libros condenados aunque fuesen heréticos”. Así
pudo conocer los textos de Montesquieu, Rosseau
y Quesnay. Su regreso a Buenos Aires en
1794 lo ubicó como secretario del Real Consulado,
cargo que ocupó hasta 1810. Se destacó en
las invasiones inglesas como combatiente y para
los tiempos de la Revolución era quizá el porteño
más destacado.
Viernes 18 de mayo de 1810
El virrey publica una proclama para calmar los
ánimos exaltados por las noticias. Cisneros reafirma
su cargo como legítimo por provenir del
rey Fernando VII, aunque abre la posibilidad de
consultar a los cabildos y las audiencias para establecer
el temperamento a seguir. A pesar de esto,
comienzan a producirse reuniones en diversos
lugares, como la jabonería de Nicolás Rodríguez
Peña e Hipólito Vieytes (aunque la historia en general
recuerda sólo al último), el café de Marco,
las casonas de los Thompson y de los Escalada
y la quinta de Orma. El efecto logrado por la proclama
del virrey es el contrario al buscado, ya que
se destacan los personajes más exaltados, como
Domingo French, Antonio Beruti, Feliciano Chiclana,
José Darregueira, aunque el liderazgo de la situación
queda en manos de Juan José Passo, Belgrano
y Castelli. Cornelio de Saavedra se encontraba
en San Isidro y emprende rápidamente el
regreso a la capital.
Sábado 19 de mayo de 1810
En las febriles reuniones de la madrugada,
se decide impulsar la convocatoria a un cabildo
abierto, tomando en cuenta el antecedente de
1807, cuando fuera depuesto Rafael de Sobremonte
y se nombró a Liniers como virrey provisional.
Se encomienda la tarea a Castelli y a Martín
Rodríguez para que se entrevisten con Cisneros.
Se suceden reuniones, como la que Belgrano
y Saavedra mantienen con Juan de Lezica
para pedir el apoyo del Cabildo al llamado a una
asamblea abierta. Castelli se convierte en el vocero
más exaltado de los porteños que iban iniciando
el camino hacia la sublevación. Es destacable
que los eventos por venir fueron menos
sangrientos que lo esperado, gracias a la habilidad
política de los protagonistas.
Domingo 20 de mayo de 1810
Cisneros ordena el acuartelamiento de las
tropas de la ciudad. Se reúne con los jefes militares
y de milicias. Saavedra toma la palabra y discute
fuertemente con el virrey. Los más exaltados
exigen la renuncia del virrey. Pero finalmente
se logra el compromiso de convocar a un cabildo
abierto para el 22 de mayo. Curiosamente, esa
noche hay función de teatro con toda normalidad.
Lunes 21 de mayo de 1810
Mientras sesionaba el Cabildo, un grupo de
agitadores, que se llamaban a sí mismos la “Legión
Infernal”, se concentraron en la plaza y exigieron
la urgente convocatoria al cabildo abierto.
Lograron que por la tarde se enviaran 450 invitaciones
a los vecinos para el día siguiente, y también
lograron evitar que algunas de esas invitaciones
llegaran a destino. Un vecino era quien vivía
en el ejido urbano de Buenos Aires, era propietario,
tenía una renta estimable, un oficio honorable
o una profesión.
Martes 22 de mayo de 1810
Este día es el inicio de la Revolución. Los
“chisperos” (poseedores de pistolas a chispa)
controlan la plaza y sus aledaños, provocando
una asistencia de sólo unos doscientos cincuenta
vecinos al Cabildo Abierto. A pesar de lo que se
cree, la reunión tuvo lugar en el balcón, ya que en
las salas del Cabildo no entraban los participantes.
El debate comenzó antes del mediodía y llegó
a la medianoche. Las posiciones fueron varias,
pero la continuidad o no del virrey fue la discusión
fundamental. Cuando parecía que la posición
a favor de Cisneros iba a triunfar, Passo le pidió a
Castelli encarecidamente: “Sálvenos Dr. Castelli,
sálvenos”. Y el discurso de Castelli y su propuesta,
acompañada por Saavedra, definieron la situación.
El virrey cesó por mandato del cabildo
abierto por 155 votos, contra 69 por su continuidad.
Y el gobierno que lo reemplazaría sería una
Junta de Gobierno. Los revolucionaron festejaron.
Parecían haber logrado todo. No era tan así.
Miércoles 23 de mayo de 1810
Fue un día tranquilo. Se publicaron bandos
con las noticias del Cabildo Abierto y una invocación
al orden público. Parecía todo volver a la
normalidad.
Jueves 24 de mayo de 1810
Cisneros y el obispo Lué se movieron con rapidez
e inteligencia y lograron constituir la Junta
prevista por el Cabildo Abierto del 22. La preside
Cisneros, y la integran Saavedra, Castelli, Juan
Nepomuceno Solà y José Incháurregui. Todos
contentos hasta que los revolucionarios en ciernes
descubrieron el ardid: habían quedado en minoría.
El ánimo caído fue retemplado por Belgrano,
quién asumió la tarea de revertir los acontecimientos.
Y la noche se hizo madrugada y la madrugada
dio lugar al día lluvioso, que terminaría
glorioso.