Pentecostés: fiesta del Espíritu Santo - Juan 20, 19-23 Pentecostés: fiesta del Espíritu Santo - Juan 20, 19-23
una fiesta para dar gracias
por las cosechas, 50
días después de la Pascua.
De ahí viene el nombre
de Pentecostés que
significa cincuenta días.
Luego, el sentido de la
celebración cambió por
el de dar gracias por la
Ley (las tablas) entregada
por Dios a Moisés en
el Monte Sinaí en el marco
de la Alianza: el pueblo
se comprometía con Dios
a vivir según sus mandamientos
y Dios a estar
siempre con ellos.
Por lo tanto, en la tradición
judía esta fiesta se
celebraba en el contexto
de la Alianza con Dios
que suponía la liberación
de la esclavitud del pueblo
de Israel.
Jesús prometió enviar
al Espíritu en varias
oportunidades: durante
la última Cena, les dice
a sus apóstoles: “Mi Padre
les dará otro Abogado,
que estará con ustedes
para siempre: el espíritu
de Verdad”. Después
de la Ascensión de Jesús
se encontraban reunidos
los apóstoles con la Madre
de Jesús. Era el día de
la fiesta de Pentecostés.
Repentinamente, se escuchó
un fuerte viento y
pequeñas lenguas de fuego
se posaron sobre cada
uno de ellos. Quedaron
llenos del Espíritu Santo
y comenzaron a hablar en
lenguas desconocidas….
Había gente de todas las
naciones que los escuchaban
hablar en sus propias
lenguas…. Este acontecimiento
inicia el proceso
de evangelización de la
Iglesia, que gracias al Espíritu
comunicará la Buena
Nueva a toda la creación,
sin temores y con un
marcado espíritu de esperanza.
Pentecostés debe
interpretarse juntamente
a la Pascua y la Ascensión,
no es un misterio
aislado sino que está vinculado
a la Resurrección
de Cristo y la consumación
de su Reino.
Con la venida del Espíritu
Santo, la comunidad
de los creyentes, experimenta
un profundo sentido
de comunión, el Espíritu
crea la comunión entre
ellos y con Dios. La experiencia
de amor y fraternidad
entre los discípulos
es fruto del Espíritu
que llena el corazón de
alegría y esperanzas. Por
eso, los discípulos se animan
a salir del encierro,
vencen el temor y se lanzan
a dar testimonio de
la fe por todas partes, sus
palabras son Palabra de
Dios, que promueven la
fe entre pueblos y ciudades,
y el Señor los acompaña
con signos y prodigios
que testifican la llegada
del Reino de Dios.
Conclusión
Pentecostés no es una
fiesta sólo para recordar
un hecho del pasado, sino
para vivirla en el hoy de
nuestra historia, para hacer
“experiencia de comunión
y misión” en la Iglesia
que se orienta hacia la
consumación del Reino.
La razón de ser de la Iglesia
y de su mensaje es la
consumación del Reino de
Jesús en la historia. El Espíritu
no le fue dado para
sí misma, sino para llevar
adelante su misión en
el mundo.
Por eso, quiero recordar
las palabras de Ignacio
Hazim, Patriarca de
Antioquía: “El Espíritu
Santo es, personalmente,
la Novedad en acción en
el mundo; es la presencia
del Dios con nosotros junto
a nuestro espíritu (Rom
8,16). Sin él, Dios queda
lejos, Cristo permanece en
el pasado, el evangelio es
letra muerta, la Iglesia es
una pura organización, la
autoridad es tiranía, la misión
es propaganda, la liturgia
es simple
recuerdo, y la
vida cristiana
es una moral
de esclavos”.