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EL LIBERAL . Economía

Sin ajuste no hay salida

26/05/2018 20:54 Economía
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Sin ajuste no hay salida Sin ajuste no hay salida

Los efectos de la crisis

cambiaria comenzaron a

hacerse visibles en los precios

al consumidor. Nadie

espera que el IPC de mayo

aumente menos que en

abril, ni un sendero menos

inflacionario para el resto

del 2018.

No está del todo

claro que se revierta en el

próximo semestre la presión

alcista sobre los precios

internacionales del

petróleo y el gas. Tampoco

la suba gradual de tasas

de interés en EE.UU. ni la

apreciación del dólar.

El efecto sobre costos

y precios locales es inevitable,

y sumará más presión

al Gobierno.

Estabilizar

exige enfriar la demanda,

pero el impacto sobre

la población nunca es homogéneo.

La graduación

y distribución de recortes

en el gasto público requiere

preservar un delicado

equilibrio entre la necesidad

de revertir el déficit

fiscal y el de la cuenta corriente

y la de corregir distorsiones

de precios e ingresos

minimizando los

impactos distributivos adversos

sobre los segmentos

de ingresos medios y

bajos.

La estrategia a seguir

nos reubica en diciembre

de 2015.

El desafío era el

de remover el estatismo

heredado del kirchnerismo,

resolviendo el pleito

con los holdouts y aplicar

políticas coherentes con la

estabilidad y el crecimiento.

El retorno a un sistema

de economía mixta de

mercado exige afrontar el

desafío de corregir distorsiones

de precios, expansionismo

fiscal y monetario

y permanente, además

de la necesidad de restaurar

los incentivos y la disciplina

de mercado para

recuperar terreno perdido

en materia de inversión

local y extranjera, y de volumen

y diversificación de

exportaciones.

A nivel micro,

la demanda social implícita

era por más empleo,

menos inflación, menor

presión impositiva y

baja en el costo del crédito.

Los avances, hasta ahora,

distan de ser satisfactorios.

E

l camino elegido no

fue exactamente el esperado.

El shock inicial consistió

en la unificación cambiaria,

la resolución del

problema de los holdouts

y la liberalización del comercio

exterior e interior,

y de los mercados cambiario

y de crédito.

En materia

fiscal no hubo avance

alguno, y la ampliación de

la cantidad de ministerios

no significó mayor efectividad

ni eficiencia. Tampoco

fue acompañada por

mayor austeridad fiscal.

El blanqueo de la deuda

no reconocida por el

Gobierno anterior forzó a

un aumento inicial de la

deuda pública, pero sin reducción

del déficit total, la

reducción del déficit primario

que se intenta encaminar

desde el año pasado

no compensa la acumulación

de intereses de

la deuda pública.

A esto se

ha sumado la opción por

liquidar las divisas captadas

por la nueva deuda

externa en el BCRA, esterilizando

parcialmente la

emisión de dinero asociada

con deuda remunerada

del BCRA (Lebac más

las Leliq emitidas desde el

11/01/18).

Las reservas internacionales

del BCRA llegaron

a su récord histórico,

pero de la mano de mayor

endeudamiento externo.

En efecto, también han

crecido de manera permanente

los stocks de deuda

del Sector Público No Financiero,

deuda remunerada

del BCRA, y los pasivos

monetarios del BCRA.

Algunos ratios (sobre

todo en relación al PIB)

están lejos de alarmar a

nadie, pero otros generan

no pocas dudas sobre su

sustentabilidad. Los servicios

de la deuda pagados

en 2015 equivalían al

38,9% de los recursos tributarios,

y en 2017 ya ascendían

el 65,8%.

A su vez

el stock de deuda remunerada

del BCRA pasó de

47,6% de la base monetaria

del 10/12/15 a 122% el

pasado viernes 18 de mayo,

luego de alcanzar el pico

de 150% el 20/03/18.

Todo esto refleja un

sendero de expansionismo

del gasto ya observado

en la administración

anterior que hasta ahora

no se corrigió. Cuando

el gasto agregado en bienes

locales y de origen externo

supera a los ingresos

por ventas en el mercado

interno y en el exterior,

la diferencia (saldo

de la cuenta corriente

de la balanza de pagos)

es negativo, o sea un déficit.

La película permite

ver que las fotos estáticas

muestran un empeoramiento

sistemático:

en 2015 el déficit de

la cuenta corriente fue de

u$s17.622 millones (2,7%

del PIB), y en 2017 trepó

a u$s30.792 millones

(4,8% del PIB). La cuenta

de capital y financiera

muestra un financiamiento

neto vía endeudamiento

de u$s17.570 millones

en 2015, que en 2017 ascendió

a u$s30.653 millones.

A su vez, la deuda

externa de la administración

central pasó de

90,8% de las exportaciones

en 2015 a 163,8% de

las de 2017.

Todo esto en

un período en el que el

PIB cayó 1,8% en 2016 y

creció 2,9% en 2017.

Ciertamente se combina

un problema serio

de falta de dinamismo de

la oferta agregada (que

de arrastra desde 2012) y

de las exportaciones, con

un expansionismo de demanda

agregada que deberá

corregirse en breve

con alguna combinación

de ajuste fiscal, incentivos

a la inversión, y cambio de

precios relativos que aseguren

una mayor competitividad

exportadora.

La experiencia muestra

que los avances para

estabilizar y aplicar reformas

estructurales no sólo

han sido insuficientes,

sino que han aumentado

la exposición a riesgos no

controlables provenientes

no tanto de shock externos,

sino de restricciones

internas y decisiones

de política que no parecen

haber sido las más acertadas.

La realidad obliga ahora

a un giro de la “demand

side economics” con lógica

electoralista, a un programa

más cercano a la “supply

side economics” con

menos Estado y más disciplina

de mercado, sin hundir

a la economía en una

severa estanflación.

La tarea supone incurrir

en costos distributivos

y reacciones en contra

que pueden deteriorar

aún más el capital político

del oficialismo, pero el

calendario avanza.

En junio

del año próximo deben

estar presentadas las listas

de candidatos para las Paso

de agosto de 2019. Esto

forzará a no demorar más

cualquier programa con

costos iniciales, que conduzca

a resultados positivos

ya visibles a partir de

fin de este año. Caso contrario,

la incertidumbre

política y también sobre

la economía pondrá en serio

riesgo la viabilidad de

cualquier programa que se

acuerde con el FMI, y las

perspectivas electorales

del oficialismo.

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