Cristo señor del universo envía a los discípulos Cristo señor del universo envía a los discípulos
Los once discípulos
marchan a Galilea, siguiendo
las indicaciones
de las mujeres y se dirigen
al monte que Jesús
les había señalado. Galilea
es la tierra en la que
Jesús enseñaba y curaba
a su pueblo, en donde
encontró eco su predicación
y surgió la comunidad
de los discípulos.
Galilea es tierra de “refugio”,
contrasta con Jerusalén
(en dónde murió
Jesús) y en donde persiguen
a sus discípulos. El
“monte”, nos recuerda las
bienaventuranzas y el lugar
donde Jesús se transfiguró.
Jesús se aparece y sus
discípulos le rinden homenaje,
lo adoran. Pero,
no por eso dejan de dudar,
la fe incluye la duda,
es a la vez, confianza y
desaliento. Mateo la describe
como una fe “humana”.
El Resucitado anuncia
a los discípulos que ha recibido
todo poder sobre la
creación, ha sido exaltado
y constituido soberano
del universo. Este poder
es el fundamento para
el mandato que les dará.
El poder de Jesús se
manifestará a través de
la predicación de los discípulos,
es un poder que
no domina, sino que libera
a los que se hacen discípulos.
El discipulado de Jesús
se da allí donde su
autoridad actúa entre las
personas y se guardan
sus preceptos y enseñanzas.
Por eso, este mandato
trasciende a los once
apóstoles y es propio
de todos los discípulos de
Jesús a lo largo de la historia.
Mateo cree que la Iglesia
es misionera desde
sus origenes, y concibe su
misión como un “ir” a todos
los pueblos. La soberanía
universal del Resucitado
sobre cielo y tierra
habilita la dimensión universal
de la misión de los
discípulos.
El mandato de hacer
discípulos a todos los
pueblos significa, en primer
lugar, el mandato
bautismal. El bautizado
pertenece a la Iglesia de
Jesús. El bautismo se hace
en el nombre del Padre
y del Hijo y del Espíritu
Santo, que expresa la
fe constitutiva de la nueva
identidad de los bautizados
y evoca, el acto mismo
del bautismo según la
tradición de la Iglesia naciente.
A la vez, los discípulos
deberán enseñar a guardar
“todo lo que yo les
he mandado” es decir, lo
que enseñó Jesús. Se trata
de una iniciación en la
praxis, se trata de hacer la
voluntad del Padre. Deben
enseñar a “vivir” la
fe, introducir a los nuevos
discípulos en el cumplimiento
de la voluntad de
Dios. Esto pone de manifiesto
la dimensión ética
de la fe. Ser discípulo de
Jesús es cumplir sus preceptos,
realizar las buenas
obras.
Al final de la proclamación
de Jesús está la
promesa de su presencia
en la comunidad: “Y he
aquí que yo estoy con ustedes
todos los días hasta
el fin del mundo”. Jesús
es el “Emmanuel”, Dios
con nosotros, que está
presente en la Iglesia en
su palabra, en sus preceptos
y en la experiencia de
Dios entre aquellos que
oyen y ponen en práctica
esa palabra.
Conclusión
La Iglesia celebra hoy
la Santísima Trinidad, es
decir, el misterio de Dios
que es comunión en la trinidad
de personas. Son
tres personas y una sola
comunión y una sola comunidad
trinitaria. Por
eso, podemos decir que la
misión de la Iglesia no es
otra que hacer discípulos
de Jesús a todos los pueblos
para que vivan en
esta “comunión trinitaria”,
la del Padre, el Hijo
y el Espíritu Santo. Se trata
por lo tanto, de iniciar
a los discípulos en el misterio
de la comunión con
Dios que según Mateo se
expresa en la pertenencia
a la Iglesia, signo de la comunidad
trinitaria,
y en el
cumplimiento
de la palabra
y voluntad
de
Dios.