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EL LIBERAL . Santiago

ANÉCDOTAS DE TAXI | Destreza

03/06/2018 15:51 Santiago
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ANÉCDOTAS DE TAXI | Destreza ANÉCDOTAS DE TAXI | Destreza

Virus y Soda Stereo hacían estragos.

Faltaba exactamente un mes para la fiesta del Día del Estudiante. Yo tendría 14 años, y ésta podría haber sido la última novia que tuve, antes de atarme definitivamente a mi actual mujer.

Mariana tenía 15. Hija de un subcomisario, alumna de un colegio privado, de monjas, y sólo de señoritas. Mi comportamiento condecía con la niña que tenía al lado mío, aunque en poco tiempo mi sangre aborigen la degeneraría...

La cuestión es que yo quería fanfarronear ante ella, imitando la escena de una película de Vaqueros. El vago realizaba, frente a una señorita, varios malabares con el cigarrillo, y remataba la destreza prendiendo el fósforo en su bota...

La primera parte consistía en pasar el cigarrillo por los cinco dedos, y luego arrojarlo a la boca, para atraparlo con los labios. Dos semanas de práctica intensa me llevó, pero lo logré.

En los siguientes días, gasté media caja de fósforos Tres Patitos 222, y unos 40 de cera, intentando prenderlos en la bota. ¡IMPOSIBLE!

Lo del actor, su conquista posterior de la señorita, que deslumbrada por la viveza del tipo, se entrega plenamente a sus brazos, me motivó a cortar un pedazo de la caja de fósforos, y pegarla al taco de mis Texanas, con cinta scotch.

La cita era por la tarde, en la plaza del centro, frente al Trust Pastelero. Había una caja con un teléfono, que sería de la parada de taxis. Creo que fue una premonición de lo que el destino me llevaría a ser alguna vez taxista de la ciudad.

Ella lucía un pantalón leñador, y un pullover azul punto inglés. Yo un jeans nevado, campera idem, Mango, y por supuesto, las botas tejanas N° 42, color vino tinto. Que el talle de las botas sean dos números más de lo que calzaba, no impedía que me esté cagando del dolor de pie, por lo ajustadas que eran...

Pero, había que aparentar...

Todo venía saliendo como lo planeado, a excepción del cartoncito en el taco, ya que la cinta me jugó una mala pasada.

Lo peor de todo es que Mariana vio el mamarracho y no pudo disimular la risa...

De la vergüenza que pasé, no la cité otra vez, y de darle la mano no pasó más.

¿Alguien tiene fuego?


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