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EL LIBERAL . El Evangelio

Evangelio según San Marcos 3, 20-35

09/06/2018 21:52 El Evangelio
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Evangelio según San Marcos 3, 20-35 Evangelio según San Marcos 3, 20-35

Mucha gente lo seguía a Jesús, los que se acercaban a escuchar sus enseñanzas, los que se  entusiasmaban por la gran noticia de la llegada del Reino de Dios, algo que los judíos, sobre todo los pobres y explotados, anhelaban desde hacía muchos siglos. Una gran multitud, de las clases sociales más bajas llevaban sus enfermos para que los curara. Jesús poseía el Espíritu de Dios, el que comunica la vida en plenitud, y por eso, por donde andaba la gente se reunía a su alrededor para recibir sus bendiciones.

Sus enemigos, como los Fariseos, decían que estaba poseído por un espíritu malo, por Belzebul, el príncipe de los demonios.

¿Por qué pueden pensar esto de alguien que pasa la vida haciendo el bien, curando la vida, alentando a los caídos, jugándose por su pueblo, por los que sufren explotación e injusticia? Sólo la dureza del corazón y el temor a perder sus privilegios pueden negar lo que es evidente: Jesús posee el Espíritu Santo, que le permite hacer presente el Reino de Dios.

Jesús es un signo de contradicción, poseído por un espíritu del mal para sus enemigos, exaltado para su propia familia, transita los caminos de su pueblo cumpliendo solamente la voluntad de Dios e invitando a todos los que quieran ser sus discípulos a cumplirla, entonces serán llamados sus hermanos y madre, su verdadera familia.

Jesús siempre buscó curar la vida, porque en su tiempo, como hoy, había muchas situaciones que enfermaban al ser humano.

Algunas que venían de fuera, como ciertos modos de convivencia social que promovían la explotación y discriminación social y religiosa, y otras, internas, que tenían que ver con las  frustraciones, abandonos y sufrimientos productos del fracaso personal.

En medio de esa sociedad con trazos patológicos Jesús aparece como una luz de esperanza, como alguien dispuesto a dar la vida para que la salud sea recobrada por todos y para todos. Sus gestos de salud contrastan con los que realizan el mal y les conviene que esta situación se mantenga, de esa manera aparecen como “salvadores” de un pueblo sumido en la pobreza y la ignorancia. Por eso lo acusan de poseer el espíritu del mal, por eso rechazan sus enseñanzas y desacreditan sus curaciones.

Conclusión

También hoy vivimos en una sociedad enferma. Son muchas las patologías y sufrimientos que acarreamos.

Al igual que ayer se ofrecen procedimientos terapéuticos que infantilizan y hacen esclavos a las personas. Recetas sobre cómo ser feliz exaltando el tener, el poder y el culto al cuerpo como promesas de alcanzar la eterna juventud, la felicidad que nos parece esquiva. También las religiones ofrecen fórmulas superficiales para aliviar el dolor y evadirse de la realidad. Nada de eso puede ayudarnos. Jesús, nos enseña otro camino, el del amor, del servicio, el estar dispuesto a dar la vida por los demás. Sólo así podemos conectarnos con nuestra humanidad, ser instrumentos de bendición para la familia y la sociedad, sembrar aunque sea un pequeño grano de trigo para la cosecha del Reino de Dios. El mal solo se puede vencer a fuerza de bien, el odio con amor, el sufrimiento con compasión, y la soledad, construyendo una red infinita de lazos de amistad, que sane, que promueva la vida, que conduzca a la felicidad. 


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