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EL LIBERAL . El Evangelio

Evangelio según San Marcos 4, 26-34

16/06/2018 22:20 El Evangelio
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Evangelio según San Marcos 4, 26-34 Evangelio según San Marcos 4, 26-34

Jesús habla en parábolas sobre los “secretos” del Reino para evitar todo efecto de propaganda mesiánica, toda interpretación errónea a cerca de los objetivos y medios que utilizó para instaurarlo.

Este lenguaje simbólico, expresa a la vez, el “misterio” del Reino que se revela en Jesús, y la necesidad de “seguirlo” para poder entrar.

A primera vista, la parábola de la semilla que crece por sí sola, nos puede hacer pensar que frente al Reino de Dios, la tarea nuestra, de los discípulos, no es significativa, que el crecimiento del Reino de Dios en la historia depende única y exclusivamente de Dios. Es obvio, que el mensaje no es este. Lo que la parábola quiere indicar, y a eso nos invita, es a esperar de manera creyente “la gratuidad” del don del Reino, y a esperar su consumación respetando la soberanía de Dios y el tiempo que Dios ha estipulado para la siega definitiva. Esto no significa esperar que “todo” lo haga Dios, sino entender que entre su tiempo y el tiempo de la tarea humana hay una diferencia.

Al igual que la parábola de la semilla, el relato del grano de mostaza habla de la venida segura del Reino de Dios, que está actuando ya en la historia.

Tiene ya en sí el comienzo, por más insignificante que pueda parecer. Su desarrollo oculto y limitado a los ojos de los hombres, no invalida su crecimiento y desarrollo posterior, más aún, puede albergar “a las aves del cielo para que aniden”, a todos los que crean en Jesús.

También aquí, la parábola invita a “creer y esperar” en Dios frente a un Reino que tiene dificultades para desarrollarse en el mundo. Pero esta espera incluye la certeza de su consumación escatológica en la expectativa de que Dios nunca abandona a su pueblo, y es fiel a su promesa.

Conclusión

Estas parábolas, cada una a su manera, nos invita a descubrir desde la fe la presencia del Reino que actúa en la historia, a esperar su llegada plena y definitiva, y a discernir los signos de su presencia aún el ocultamiento y el rechazo.

Dios siempre cumple su promesa, su Reino ya está actuando entre nosotros y llegará indefectiblemente a su consumación.

Por eso, podríamos decir aquí con San Agustín: “Reza como si todo dependiera de Dios, trabaja como si todo dependiera de ti”.

Hoy, los creyentes, podemos sentirnos tristes y perturbados, por la aprobación de la ley, aún no sancionada por el Senado, que legaliza el aborto en nuestro país. Defender la vida humana desde el inicio y durante todo su desarrollo es esencial en la fe de aquellos que creemos en la Resurrección de Jesús y en su presencia actuante en el mundo. Pero no por eso, dejaremos de tener esperanza, no claudicaremos en nuestra lucha por promover la dignidad de todos los seres humanos, en su integralidad, sin importar las circunstancias que rodeen su vida. Cada vida, cada persona es digna y portadora no sólo de derechos sino también de un destino de salvación. Comunicar esto y promoverlo con nuestro compromiso y testimonio es el horizonte desde donde podemos seguir los pasos de Jesús. Que el mundo de mal, que poco valora la vida humana, no apague la llama del fuego del amor que arde en nuestros corazones y que debe dar calor a nuestra sociedad. Ni el odio ni la venganza es el camino, solo el amor, hecho abrazo fraterno, solidaridad con los que sufren, mano  tendida para los caídos, luz que brilla en la oscuridad, nos lleva a la felicidad. El Reino crece entre nosotros, puede parecer pequeño, pero finalmente cobijará a toda la humanidad en los brazos del Padre de misericordia.

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