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EL LIBERAL . El Evangelio

Evangelio según San Marcos 6, 7-13

15/07/2018 00:04 El Evangelio
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Evangelio según San Marcos 6, 7-13 Evangelio según San Marcos 6, 7-13

Después que su actuación fracasara en Nazaret, Jesús se mueve en círculo en su patria chica, recorriendo las localidades vecinas y enseñando. El fracaso, aunque produce en él cierto desencanto, lejos de intimidarlo lo impulsa a continuar con la misión.

¿Cómo habrá gravitado en su corazón este rechazo?

¿Cómo habrá repercutido en el “programa de su misión”?

Seguramente nunca lo sabremos con exactitud, pero sí, que a pesar de este traspié, decidió continuar y para eso amplió y reforzó su actividad utilizando la colaboración de los discípulos.

Con poder soberano llama junto a sí a los doce y los envía de a dos con la intención de que los enviados pudieran ayudarse mutuamente.

Jesús les confiere poder sobre los espíritus inmundos como un signo de apoyo y credibilidad de la palabra que se comunicará. El poder y el envío de los doce otorgado por Jesús, es su propio poder y envío. Los doce, aparecen aquí como un nexo entre Jesús y la Iglesia.

“Les ordenó que no tomaran nada para el camino, fuera de un bastón: ni pan, ni alforja, ni dinero de cobre en la faja, sino sandalias bajo los pies y no vistáis dos túnicas”.

El precario equipamiento de los doce tiene que verse en conexión con el mensaje que deben proclamar y con aquel que les envía.

La sencillez confiere credibilidad a su predicación y da testimonio de su confianza en Dios. Llevar sólo a Jesús, su palabra, su estilo de vida, anunciar que el Reino ha llegado y comienza a fermentar en el mundo.

Sólo el poder de Dios que sana y salva. Todo lo otro es innecesario: prestigio, poder social, dinero, seguridades mundanas.

“Si en algún lugar no los reciben y escuchan, márchense de allí sacudiendo el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos”. Esto gesto significa la ruptura de la comunión, no con los discípulos, sino con el mensaje de salvación que ellos proclaman.

Conclusión

Hoy más que nunca, la Iglesia se ve cuestionada por sus propios pecados y faltas y por un mundo cada vez más secular y alejado de los valores del evangelio.

Pero, no por eso, debemos refugiarnos en el temor y la autoreferencialidad, al contrario, se trata de salir a las periferias para anunciar el amor de Dios, con el auxilio del Espíritu de Jesús, que crea comunión y hace fecunda la misión evangelizadora.

Se trata de conectar a las personas con Jesús, para que lo conozcan, lo amen, lo adoren y lo sirvan en los hermanos. Llevamos un “tesoro en vasijas de barro”, la vida de Dios en personas frágiles y pecadoras, pero es justamente la presencia de Dios la que brilla, la que sorprende y deja huellas de misericordia en el corazón de las personas.

Anunciar a Jesús, darlo a conocer, es esa y no otra la misión del cristianismo.

Dejémonos cautivar por su mensaje, recuperemos la mística y el fervor de anunciarlo al mundo, para que todos seamos uno como El y el Padre Dios lo son. 


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