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EL LIBERAL . Opinión

Conociendo a la persona sádica

16/07/2018 00:00 Opinión
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Conociendo a la persona sádica Conociendo a la persona sádica

La principal característica de un sádico es su gran agresividad. Otro de sus rasgos muy comunes es que tiene un bajo nivel de empatía (la capacidad de colocarse en el lugar del otro y sentir lo que esa persona siente). Por ese motivo, nunca resulta un buen líder, aunque ocupe el lugar de jefe. Al frente de un grupo de trabajo, jamás buscará motivar a la gente debajo de él sino que se limitará a dar órdenes y asegurarse de que las cumplan. En la mayoría de los casos, el sádico busca un "chivo expiatorio": una persona en la que pueda descargar su agresividad. Es exactamente lo opuesto de la personalidad masoquista, quien se ubica a sí mismo en esa posición de "víctima". ¿Cómo es este chivo expiatorio que el sádico escoge? Veamos… 1. Presenta baja capacidad de reacción o respuesta. Un ser humano emocionalmente sano posee una dosis de agresividad que sabe cómo canalizar sin dañarse ni dañar a los demás. El sádico siempre es agresivo con aquel que está debajo de él y no es capaz de reaccionar. 2. No muestra empatía hacia los integrantes del grupo al que pertenece. Si fuera empático con la gente, todos saldrían en su defensa cuando el jefe sádico lo ataca. Por eso, la única forma de abandonar este lugar de chivo expiatorio es aumentando la empatía hacia los demás. ¿Cómo deberíamos actuar frente a las burlas, los insultos, las ironías y el maltrato del sádico? Básicamente siendo mansos. El término manso, si bien puede tener mala prensa, significa "con fuerza controlada". La persona que tiene mansedumbre no es débil ni tonta, sino que sabe cómo controlar su fuerza. Podríamos compararla con un caballo domado que no ha perdido su fuerza pero ahora la controla ("es manso", se suele decir al referirse al animal). Toda vez que nos encontremos ante un sádico, ya sea en el ambiente laboral o en cualquier otro lugar, deberíamos actuar con sabiduría para controlarnos y decidir bien cómo vamos a reaccionar. Frente a una agresión o un insulto, necesitamos considerar cómo vamos a utilizar la fuerza que todos tenemos en nuestro interior. Dos son las opciones: responder con el mismo nivel de violencia o mantener la calma. Puede parecer difícil pero es posible hacerlo. Y de esta manera, uno le demuestra al sádico que no tiene poder sobre nosotros. Por ejemplo, si el sádico se burla de nosotros, podemos reaccionar riéndonos de nosotros mismos. La risa tiene un gran poder, como ha sido ampliamente demostrado científicamente. Y todo aquel que pretende burlarse de otro y humillarlo solo está dejando claro que en esa área donde quiere exhibir su poder, en realidad, no tiene ninguno. Para concluir, en lugar de usar tus fortalezas para luchar con los tóxicos, aplícala a hacer crecer tu diferencia. Es decir, aquello que te identifica y te hace único. Porque tu diferencia fija tu recompensa. La mayoría de la gente no tiene recompensa porque copia al resto y se convierte en un seguidor de la manada. Pero cuando uno sabe que es distinto y trabaja en ello, deja de emplear su fuerza para pelear porque la necesita para superarse a sí mismo, crecer y avanza.

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