Evangelio según San Mateo 11,25-27. Evangelio según San Mateo 11,25-27.
“Te alabo, Padre, Señor
del cielo y de la tierra, por haber
ocultado estas cosas a
los sabios y a los prudentes
y haberlas revelado a los pequeños.
Sí, Padre, porque así lo
has querido.
Todo me ha sido dado por
mi Padre, y nadie conoce al
Hijo sino el Padre, así como
nadie conoce al Padre sino el
Hijo y aquel a quien el Hijo se
lo quiera revelar”.
Comentario
¡Es tan agradable a Dios la
simplicidad! Sabéis que la Escritura
dice que su delicia es
conversar con los humildes,
los sencillos de corazón, que
van de buena y simple manera:
“Ha hecho a los hombres
rectos sus familiares”
(Pr 3,32).
¿Quer éi s encont rar a
Dios? él habla con los sencillos.
¡Oh, Salvador mío!
¡Oh hermanos míos que sentís
el deseo de ser sencillos,
que dicha! ¡qué dicha! ánimo,
puesto que tenéis en vosotros
esta promesa: que el deseo
de Dios es estar con los
hombres sencillos.
Otra cosa que nos recomienda
maravillosamente la
sencillez, son estas palabras
del Señor: “Te bendigo, Padre,
porque has escondido
estas cosas a los sabios e inteligentes
y las has revelado
a los sencillos”.
Reconozco, Padre, y os
lo agradezco, que la doctrina
que he aprendido de vuestra
divina Majestad y que doy
a conocer a los hombres, sólo
la conocen los sencillos, y
permitís que no la oigan los
prudentes según el mundo;
les habéis escondido, si no
las palabras, sí al menos el
espíritu.
¡Oh Salvador y Dios mío!
Esto nos debe asustar. Nosotros
corremos tras la ciencia
como si toda nuestra dicha
dependiera de ella. ¡Desdichados
de nosotros si no la
tenemos! Es preciso tenerla,
pero con mesura; es preciso
estudiar, pero sobriamente.
Otros simulan entender
en negocios, pasar por gente
que conoce los negocios
de fuera.
Es a estos tales que Dios
quita la penetración de las
verdades cristianas: a los sabios
y entendidos del mundo.
Pues ¿a quién la da? Al pueblo
sencillo, a la buena gente...
Señores, la verdadera
religión se encuentra entre
los pobres.
Dios los enriquece con una
fe viva; creen, tocan, saborean
las palabras de vida... Por
lo ordinario conservan la paz
en medio de las penas y tribulaciones.
¿Cuál es la causa de
esto? La fe. ¿Por qué? Porque
son sencillos Dios hace que en
ellos abunden las gracias que
rechaza dar a los ricos y sabios
según el mundo.
Jesús da gracias al Padre
y lo alaba porque ha revelado
su Misterio porque nos ama.
“El misterio de la fe” que proclamamos
en cada Eucaristía
supera toda lógica: es revelado
no a los sabios y entendidos,
sino a los sencillos.
La Revelación tiene que
ver con el corazón abierto,
con el corazón que no pone
en tela de juicio cada signo de
la bondad de Dios, cada semilla
de belleza que derrama
en nuestro mundo, cada huella
de su dolor encarnado en
el dolor de tantos hombres y
mujeres que sufren de cualquier
manera y por diferentes
causas.
Pidámosle al Espíritu de
Sabiduría que nos haga dóciles
como niños para sorprendernos
siempre ante los
insondables caminos por los
que penetra. ?