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EL LIBERAL . Viceversa

Camino de huida y vuelta

22/07/2018 01:33 Viceversa
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Camino de huida y vuelta Camino de huida y vuelta

No toques si duele, amor,

que una herida de tu mano

es como una primavera helada

y este cuerpo tirita con un solo roce.

No te quedes a verme llorar

si desconoces el polvo que inunda mis ojos,

si no sabes

que mis pupilas solo son escondites de palabras,

si lo único que quieres es borrar mis lágrimas

en vez de dejar que me seque y pueda respirar.

No te quedes a verme llorar

que no quiero mojarte

y que mueras de frío.

No te quedes a verme llorar

si no vas a besarme los ojos

y ahogarte conmigo.

No me rompas el pelo

que desde que te quiero nunca me peino,

y si ahora te marchas

tendré que volver a encontrarme en el espejo,

y yo solo quiero mirarme en tus ojos.

No vuelvas contra mí

todos los motivos que inventaste para quererme

como si fueras una suicida por amor,

que el romanticismo está hecho

para los que tienen el corazón roto.

No huyas

si no es

de ti

hacia mí

el movimiento.

No me empujes al precipicio

y me preguntes con voz rota

si te prefiero a ti o a los puentes,

no me beses si no vas a volver,

no te vayas si no vas a girarte mientras lo haces,

no te quedes

si tu vida es un camino de huida y vuelta,

no me abraces por rutina

y no dejes de hacerlo por costumbre,

no te vuelvas hielo

cuando el frío nos apriete las costuras,

no te derritas

cuando mi boca ya esté seca y no pueda sostenerte.

No me duelas

si no vas a curarte.

No me quieras,

que amor es quererse

hasta cuando no me quieres

y eso es lo único que querría que hicieras siempre

y eso es lo único que nunca te pediré que hagas.

La poesía me ama con tristeza

y me concede el don de saber cómo inventarte,

de traerte a mis orillas

y volverte espuma salada en los ojos.

La poesía me acaricia la espalda con los dientes,

deja un rastro de sangre caliente por mis dedos

y apuñala con ternura mis verdades.

La poesía

me permite pintarte un día

entera del color del otoño,

hablar del movimiento de tu pelvis

cuando atacas con violencia las aceras,

resumir de un modo sencillo

el rastro de música

que deja el silencio

cuando decides llorarlo

o reírlo

y llamar de otra manera

a la facilidad que tienes

de curar mi suciedad.

Puedo escribir que me amas,

que hoy es París en tu azotea,

que elegiste sin dudar mi desorden

frente a su sonrisa

y te quieres por ello,

que hubo una tarde en la que hicimos el amor

durante tantos siglos

que atravesamos desnudas la barrera del sonido

y los delfines supieron de qué hablábamos.

Puedo escribir que no te has ido,

que no hay noche en la que tu lengua no meza mi cama,

que no puedes tocarte sin mis manos,

que nos declaramos culpables de cualquier triunfo involuntario.

Puedo escribir que tus lágrimas

saben a las teclas de un piano dentro de una nube,

que en tu cuello anidan las madres de las golondrinas

y que he visto brotar pétalos de fuego

en las yemas de los dedos de tus pies.

Puedo escribir que crecen desiertos de arena

en mi garganta

cuando no te escucho,

que la piel me sabe a hiel

y todas las lenguas son ásperas piedras

si no es tu ansia la que me espera,

que te echo de menos

como un cuerpo desmembrado,

como un cadáver sin sustento,

que te echo

tanto

de

menos

que he abierto todas las ventanas

para llegar antes al techo.

Puedo escribir que vienes a verme,

que vuelves

a mis huecos

levantando mi alma y el viento con tu falda,

tus palabras diciéndome

que no hay jardín sin mi lluvia y mi cariño,

que no has dejado de latirme en la demora.

Puedo escribir que estás aquí esta noche,

envuelta como un gato entre mis piernas

y esa manta que acaricias con ternura,

que te quitas la ropa despacio

como si no hubiera mirada

mientras la lascivia recorre mis comisuras,

que me esperas en calma en la cama

tras el punto y final.

Puedo ir más allá

y escribir cosas

como que tú estás aquí

y yo no estoy creando este poema,

y solo así

Hacerlo verdad.

La poesía,

del mismo modo,

le da la vuelta a las cosas,

pone boca arriba a las certezas,

me explica que uno más uno

solo puede ser uno,

clava su pupila

-azul-

en la mía

y me escupe su mayor verdad a la cara:

La vida es para quien se conforma.

La poesía,

para quien sueña y desea...

y no tiene miedo de contarlo.


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