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EL LIBERAL . El Evangelio

El que me coma vivirá para siempre - Juan 6, 41-51

11/08/2018 23:02 El Evangelio
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El que me coma vivirá para siempre - Juan 6, 41-51 El que me coma vivirá para siempre - Juan 6, 41-51

Los judíos murmuran y

se escandalizan porque Jesús

les dijo que era el “pan

bajado del cielo”. Cómo

puede pretender tener un

origen divino si ellos conocen

a sus padres: ¿acaso

no es el hijo de José? ¿Cómo

dice que ha bajado del

cielo?. Así como los antepasados

“murmuraban”

contra Dios que los había

liberado de la esclavitud,

ahora murmuran contra

Jesús porque pretende tener

un origen divino.

Creer en Jesús supone

la acción amorosa del Padre

que quiere que todos

los hombres se salven, por

eso los atrae hacia él. Este

es el testimonio de su origen

divino, porque él está

junto a Dios y ha venido

de Dios. La intervención

del Padre da origen a la fe:

reconocer a Jesús es entrar

en el misterio divino,

lo cual no puede realizarse

sin que Dios abra el acceso

a ello. De hecho Dios

se ha comunicado a través

de su “enseñanza” que hay

que “escuchar”, las sagradas

escrituras. Estas remiten

al Hijo, a Jesús. Ahora,

con su llegada al mundo,

el tiempo de la espera se

ha cumplido, la enseñanza

inmediata y plena del

Padre se realiza a través de

la misión del Hijo, que une

en su persona la divinidad

y la humanidad. Todos los

que son atraídos por el Padre

hacia Jesús, él los resucitará

el último día.

Los antepasados habían

comido el maná, la

“ley” y habían muerto; este

alimento resultó ineficaz

para comunicar la vida.

Ahora bien, el pan del

cielo que es Jesús suprime

para siempre la muerte

para los que comen de él.

Porque es el pan vivo, es el

donante de la vida para los

que creen. Jesús se da como

alimento, “el pan que

yo daré es mi carne para la

vida del mundo”. Jesús en

su condición humana se

da como alimento de vida.

Adherirse a la persona del

Hijo, a su proyecto de salvación

para el mundo es

creer en él.

Conclusión

El Padre Dios atrae

a los hombres hacia Jesús,

su amor de Padre misericordioso

quiere que

el mundo se salve. Creer

en Jesús es adherirse a

su persona, a su proyecto

de reino, que significa

la transformación del

mundo de injusticia y dolor

para vivir en la comunión

de la fraternidad universal

bajo el amparo de

Dios. También hoy, muchos

“murmuran” porque

Jesús, el Señor de la

vida, se ha hecho hombre

y se identifica con los que

sufren. Prefieren creer en

un Dios puro, alejado de

la historia de la humanidad,

un Dios que sólo habla

de las cosas del cielo.

Pero Jesús fue hombre, y

vivió su humanidad con

pasión. Aceptar el misterio

de la encarnación es

hacerse solidario con todo

lo humano, en especial

con aquellos estigmatizados

por el hambre y la soledad.

Comer a Jesús, pan

de vida, significa entonces

abrirse a la comunión nutriente

con Dios que posibilita

gestos concretos de

solidaridad con los que

sufren. Así como el Padre

nos atrae hacia Jesús para

que recibamos de

él la vida, Jesús

nos atrae hacia

los que sufren

para que

les enunciemos

la Buena

Noticia.

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