Evangel io según San Juan 1,45-51 Evangel io según San Juan 1,45-51
encuentra a Natanael y
le dice: “Aquel de quien escribieron
Moisés en la Ley y
los profetas, lo hemos encontrado:
Jesús, hijo de José,
de Nazaret”.
Natanael le replicó: “¿De
Nazaret puede salir algo
bueno?”
Felipe le contestó: “Ven
y verás”.
Vio Jesús que se acercaba
Natanael y dijo de él:
“Ahí tenéis a un israelita de
verdad, en quien no hay engaño”.
Natanael le contesta:
“¿De qué me conoces?”.
Jesús le responde: “Antes
de que Felipe te llamara,
cuando estabas debajo
de la higuera, te vi”.
Na t a n a e l re s p o n d i ó :
“Rabí, tú eres el Hijo de
Dios, tú eres el Rey de Israel”.
Jesús le contestó: “¿Por
haberte dicho que te vi debajo
de la higuera, crees?
Has de ver cosas mayores”.
Y le añadió: “Yo os aseguro:
veréis el cielo abierto
y a los ángeles de Dios subir
y bajar sobre el Hijo del
hombre”.
Comentario
El l enguaj e del tex t o
acentúa la novedad del horizonte:
cielo, tierra, monte...
nuevos. La también
nueva Jerusalén encierra
un fecundo simbolismo. Con
cierto sabor a expresiones
del profeta Ezequiel, la fe
de los cristianos perseguidos
se ve alentada con esta
esperanza de la nueva Jerusalén
que no escatima grandiosidad
para decirnos que
grande será siempre la protección
de Dios sobre los
suyos.
El número doce (tribus
de Israel, apóstoles de Jesús)
evoca al pueblo de Dios
desde su origen en el pueblo
elegido hasta la presente
realidad de ser el Pueblo
de Dios, concretada en los
doce apóstoles de Jesús. La
Jerusalén celestial se caracteriza
por la ausencia de
santuario, pues no hace falta
erigir en ella templo alguno
por la sencilla razón que
el Señor Dios y el Cordero
son su templo.
La reiteración del número
doce en el conteo de
los elementos que la construyen
no hace sino resaltar
la fundamentación apostólica
de la nueva Jerusalén;
en ella Dios no será objeto
de culto, sino el mismo lugar
de culto. La nueva Jerusalén
se ha conver tido
en templo, es decir, presencia
viva de Dios con sus
elegidos; y en este templo,
el Cordero, el Cristo muerto
y resucitado, el punto de
encuentro de Dios con los
hombres.
Ven y verás
Natanael (don de Dios)
tiene una presentación por
par te de Jesús bastante
atinada. La apretada vivencia
de llamada, seguimiento,
fe, promesa van decantándose
en el encuentro
con el mismo Jesús de
Nazaret. De Natanael se dice
que es auténtico israelita,
para a continuación dar
espacio a la fe y a la confesión
de la misma, con esa
sugerente promesa la gloria
de Dios. Natanael es
descrito como buen creyente;
ha respondido presto
a la llamada y se ha integrado
al grupo de las promesas.
Como buen seguidor
del Maestro, manifiesta
una fe que va más allá
de lo que ve, que se consolida
con la fuerza y gracia
del encuentro con quien
le ha llamado. Una vez más,
Jesús de Nazaret funge como
pontífice, puente entre
Dios y los hombres, a los
que lleva el recado de gracia
y misericordia para que
todo el que busca al Señor
pueda vivir de la Palabra
salvadora.
Cr i s to, ruta de ida y
vuelta entre Dios y los hombres
por la que transitamos
todos los que, por necesitados
de gracia, buscamos la
ternura misericorde de Dios
que nos restaura y anima.
¿Condiciones previas para
el apostolado y el servicio?
Estar a la escucha,
ser llamado y responder
con todas las energías para
empeñarnos en traducir
en la historia diaria la Palabra
salvadora. No otra cosa
es la gloria de Dios desde
nuestra condición de seguidores
del Maestro.
Según el ven y verás
¿recelamos de que nos conozcan
como somos o preferimos
cultivar la imagen,
el postureo?