Señor, tú tienes palabras de vida eterna Señor, tú tienes palabras de vida eterna
Después de oír las palabras
de Jesús que los
urgía a creer que él era
el Salvador del mundo
y que con su muerte establecía
la comunión de
la humanidad con Dios,
son ahora sus “discípulos”
y no solo la multitud,
los que se escandalizan
y lo abandonan.
Son ellos, los que se
habían acercado a Jesús
atraídos por su mensaje
de esperanza respecto
de la llegada del Reino y
el poderío de los signos
que lo testificaban quiénes
deciden abandonarlo:
“¡duro es este discurso¡
¿Quién puede escucharlo?”.
Esta actitud, es
un anticipo del rechazo
de la Cruz.
Frente al escándalo
de los discípulos, Jesús
les anuncia su “subida”
al Padre, su regreso
al ámbito divino. La
bajada del cielo expresaba
la voluntad amorosa
del Padre que daba a
los hombres el verdadero
pan, la subida a donde
“estaba antes” significa
que la misión del Hijo
se ha cumplido. Los que
creen en el poder salvífico
de su muerte creerán
también en su vuelta al
Padre y en su presencia
vivificante en el mundo.
El Espíritu, que hace
vivir ayuda a creer a los
discípulos en las palabras
de Jesús. Sin el Espíritu
es imposible entender
su revelación,
aceptar el misterio de
su encarnación, y de la
Cruz como fuente de salvación
y comunión con
Dios.
Los discípulos, como
el resto de la multitud, se
ven confrontados ante el
anuncio de Jesús. Pueden
creer en él o rechazarlo,
depende de su libertad.
Sin embargo, Jesús
sitúa en Dios el misterio
de la libertad humana.
No es que sustrae
a los hombres de su responsabilidad,
sino que la
coloca en el misterio de
la voluntad amorosa de
Dios que quiere que todos
los hombres se salven.
Jesús no expresa un
juicio de condena frente
a aquellos que lo abandonan,
sino que los invita
a ponerse en las manos
del Padre.
Ante el abandono de
los discípulos, Jesús toma
la iniciativa ante
los Doce: “¿Quieren irse
también ustedes?”
Es decir, quieren regresar
a su existencia anterior?
Pedro, responsable
del grupo, responde:
“Señor, ¿a quién iremos?
Tú tienes palabras
de vida eterna. Nosotros
creemos y sabemos que
tú eres el Santo de Dios”.
Pedro acepta sin reservas
las palabras de Jesús,
su mensaje es portador
de vida eterna. Por
eso dice, “nosotros creemos
y sabemos”, porque
han experimentado junto
a Jesús la cercanía del
amor de Dios que sana
y salva. La fe de Pedro,
aunque todavía imperfecta,
se fundamenta en
la comunión con el Señor.
Conclusión
Todo el capítulo sexto
del Evangelio de Juan es
una invitación a creer en
Jesús, “pan de vida”. Algunos
lo rechazan porque
consideran “duras”
sus enseñanzas, y otros
lo aceptan, con temor y
temblor, atraídos por el
Padre. La fe es un don de
Dios, un regalo al que el
hombre es invitado a recibir.
De eso depende su
vida o su muerte. La voluntad
de Dios es que todos
los hombres se salven,
Dios es Vida y para
eso ha enviado a su Hijo:
para que el mundo viva.
Aun así, puede haber
personas que lo rechacen,
que desde su libertad
se resistan a creer,
incluso algunos podrían
como Judas, traicionarlo,
pero también para
ellos, habrá una “buena
noticia”, la posibilidad
real y concreta de ser
“atraídos” por el Padre y
llamados a vivir la comunión
con Jesús, el Señor
de la Vida.