Su regreso a la Argentina. Sus obras Su regreso a la Argentina. Sus obras
Ya en Buenos Aires continúa con la ejecución
de una fuente que le había encargado
la municipalidad de la capital, y que
había iniciado en Roma. En 1903, frente
a la Casa Rosada se inaugura su obra más
célebre: la “Fuente de las Nereidas”. Es
curioso que sea la única mujer que asiste
al acto.
Quince años después será trasladada
a la costanera, por ser considerada
la obra procaz y provocativa. Es contratada
por el gobierno nacional para realizar
las esculturas de completamiento del
Congreso, por entonces en construcción.
Dedica varios años a la realización de las
estatuas de los presidentes de los congresos
constituyentes para ser emplazadas
en el salón Azul del palacio, y los conjuntos
escultóricos para enmarcar el acceso
principal.
Conoce a Luis Hernández, un lejano
pariente del autor del poema “Martín
Fierro”, con quien se casa en 1909 y se
separa en 1917.
Por entonces, participa
de la concreción de un invento para
proyectar imágenes cinematográficas
a la luz del día e invierte en minería
y ferrocarriles, siempre sin dejar
de esculpir cotidianamente. El matrimonio
viaja varias veces a Europa y de
esos tiempos son las estatuas de Avellaneda
y Alberdi, y el comienzo de su
obra magna inconclusa: el “Monumento
a la Bandera”.
Entre sus grandes trabajos,
siempre tuvo tiempo para ejecutar
obras funerarias: tumbas, panteones
y lápidas.
Los bajorrelieves que engalanan el patio
trasero de la Casa de la Independencia
en San Miguel del Tucumán constituyen
una de sus inspiraciones más ambiciosas
y Lola se permitió allí algunos detalles
extemporáneos, como la inclusión
de su amigo Julio Argentino Roca entre
los diputados.
Es curioso que sus obras
del Congreso Nacional hayan sido retiradas
por un proyecto de los conservadores,
partido al que ella adhería, y repartidas
por el país durante la década de 1920:
el conjunto principal sobre la calle Entre
Ríos fue llevado a los jardines de la casa
de gobierno de Jujuy, y las estatuas del salón
Azul tuvieron estos destinos: Laprida
a San José de Jáchal, Fragueiro a Córdoba,
Alvear al pueblo con su nombre y Zuviría
a Salta, todos a sus provincias natales.
Hay decenas de obras de Lola Mora en
el país y varias en Roma, su destino europeo.
Y
a a fines de los años 1920 muestra
signos de extravío mental y se retira del
arte. Cae en el olvido de la sociedad y de
aquellos que disfrutaron de su compañía
y de sus obras. Vive con una de sus hermanas.
Recibe una pensión del estado en
1935 y paralizada por un ataque cerebral,
se reencuentra con su esposo semanas antes
de morir, en Buenos Aires, el 7 de junio
de 1936, a los sesenta y nueve años.
Fue sepultada en el cementerio de la Recoleta,
en Buenos Aires, pero al tiempo,
debido a la falta de pago, sus restos fueron
depositados en el osario del cementerio
porteño de la Chacarita. En 1970, un grupo
de investigadores tucumanos recuperaron
sus cenizas y las llevaron a San Miguel
del Tucumán, donde yacen en el cementerio
del Oeste.