¿Cómo Tratarla? ¿Cómo Tratarla?
La terapia de exposición realizada por
neuropsicólogos, como en casi todas las
fobias, suele ser el tratamiento más utilizado
a la hora de tratar la hidrofobia. La
exposición puede ser de dos tipos: exposición
in vivo o exposición virtual (esta última
gracias a la llegada de las nuevas tecnologías).
En cualquier caso, la persona se
expone al ambiente temeroso y aprende a
“desaprender su miedo” al agua de manera
gradual, pasando de las situaciones que
le producen más temor a aquellas que le
producen menos.
En combinación con la terapia de exposición,
los neurólogos a menudo prescriben
ciertos medicamentos que pueden
ayudar a los fóbicos a volver a aprender a
reaccionar ante los miedos. Los ISRS o los
inhibidores selectivos de la recaptación de
serotonina pueden reducir los ataques de
ansiedad y pánico. Recuerde que: los medicamentos
no tienen efectos duraderos y
pueden tener síntomas de abstinencia. Por
lo tanto, se debe tener cuidado para evitar
el uso a largo plazo.
Se utilizan también técnicas de reducción
de estrés como la relajación, el yoga,
la meditación etc. Además, cada día se utilizan
más ayudas que se centran en la recuperación
de la conciencia plena: Mindfulness
y Focusing.
Cómo
Superar
tus fobias
Todos tenemos una fobia o conocemos
a alguien con alguna. Algunas pueden
ser a cosas que no nos condicionan
en nuestro día a día, de manera que podemos
vivir perfectamente ignorándolas.
Por ejemplo, tener fobia a las serpientes
o a las ratas no te va a generar
mucha ansiedad en tu vida cotidiana si
vives en una ciudad.
Sin embargo, la fobia a conducir
(amaxofobia) sí que puede llegar a suponerte
un problema hoy en día. O la fobia
a volar si tienes que viajar a menudo en
tu trabajo. Por ello, es importante trabajar
la ansiedad que nos generan algunos
estímulos inofensivos, produciendo a su
vez conductas de evitación que alimentan
este pánico.
La Clave de la Fobia
es la ansiedad
La ansiedad es la emoción que aparece cuando tenemos una fobia. Por
ello, antes de nada, debemos aprender a disminuir su intensidad cuando ésta
se dispare. Con este fin, podemos informarnos sobre aquello que nos provoca
dicha fobia, ya que en ocasiones lo que la produce son solo creencias erróneas
y desmontándolas desaparece. De la misma manera, nos va a servir de
ayuda adquirir habilidades de manejo de la situación temida.
Vamos a ver un ejemplo sobre ello: si le tenemos fobia a los perros, puede
que creamos que todos son peligrosos. Si nos informamos sobre ello, veremos
que esto no es así. Además, si buscamos cómo comportarse con los perros
para poder regular su comportamiento en distintas situaciones, tendremos
más recursos que usar en las situaciones en las que nos encontremos.
Estos recursos nos darán seguridad y disminuirán nuestro nivel de ansiedad;
ahora la amenaza ya no lo es tanto.
Además de informarnos de la realidad del estímulo fóbico y de aprender a manejarlo,
es fundamental que trabajemos otra serie de herramientas. En este sentido,
nos va a ser de gran ayuda aprender a relajarnos. Existen numerosas técnicas
neuropsicológicas para conseguirlo, el caso es encontrar aquella que mejor
nos funcione, dependiendo del estímulo y de nuestras características personales.
El siguiente paso: exponerte al objeto de tu fobia
Cuando aparece ante nosotros aquello que nos provoca la fobia nuestra ansiedad
se dispara. Sentimos el corazón latiéndonos a toda velocidad. La respiración
se acelera. Nos bloqueamos y nuestra atención queda capturada por el propio estímulo.
Sólo queremos huir o evitarlo,
De hecho, esto último es lo que hacemos. Entonces la ansiedad baja… Hasta
que vuelve a aparecer el estímulo fóbico y actuamos contra la ansiedad de la misma
manera. Así, esta manera queda reforzada.
Está claro que esta estrategia de evitación nos es efectiva a corto plazo, pero no
a la larga. Entonces, ¿qué podemos hacer? Tenemos que dejar de huir. Sé que suena
difícil, pero por eso el primer paso ha sido aprender a relajarnos y a controlar
nuestra ansiedad. Así, cuando nuestra fobia aparezca, seremos capaces de manejar
esa emoción negativa. Para ello, es necesario que nos vayamos exponiendo poco
a poco al estímulo fóbico. Es decir, prepararemos una lista con las situaciones
relacionadas con nuestra fobia y las ordenaremos de menor a mayor, según el grado
de ansiedad que nos generen. Una vez que lo tengamos, tendremos que ir pasando
por cada una de ellas sin huir.
Empezaremos por la que menos ansiedad nos genere y, cuando notemos que
aparece esta emoción desagradable, pondremos en marcha las estrategias neuropsicológicas
que ya hemos adquirido para manejarla (Ej.: relajación, atención
disociada del estímulo, parada del ciclo de pensamientos, etc.) en lugar de evitarla.
Una vez que la superemos, estaremos listos para exponernos a la siguiente. De
esta manera, veremos como poco a poco podremos llegar a exponernos con calma
a situaciones que antes nos generaban una ansiedad muy grande.