La falta de empatía, afecto y crianza causan al niño traumas por parte de sus padres (3ª parte) La falta de empatía, afecto y crianza causan al niño traumas por parte de sus padres (3ª parte)
Rasgos de traumas en la infancia
La niñez es una etapa decisiva de la vida. Las impresiones
físicas y psicológicas que se reciben durante
esa etapa dejan huellas duraderas en el cerebro.
Por eso los traumas de la infancia impregnan
por completo la personalidad y su influencia se prolonga
a lo largo del tiempo. Esto no quiere decir que
no se puedan superar, o en el peor de los casos que
no se puedan superar en una medida razonable. Que
alguien haya vivido una infancia difícil no quiere decir
que no se pueda llevar una vida plena. Sin embargo,
esto suele requerir procesos terapéuticos neuropsicológicos
o de una elaboración personal profunda.
Hay algunos rasgos que denotan la presencia de
traumas de infancia no superados. Si tuviste una niñez
difícil, vale la pena que revises si alguna de esas
características está presente en tu forma de ser.
Son excelentes indicadores para darte cuenta de
que es hora de hacer algo por ti mismo.
1. Inhibición, un rasgo asociado
a traumas de infancia
La inhibición tiene que ver con la dificultad de hacer
presencia en el mundo. Incluso en la propia vida.
Es el caso de las personas que se cohíben de decir lo
que piensan o de hacer lo que desean. Sienten miedo
de hacerlo o sencillamente no se les ocurre nada.
Los traumas de infancia hacen que alguien se
sienta inhibido para autoafirmarse en las distintas
situaciones. Lo que hay, en cambio, es hermetismo.
Aislamiento. Gran dificultad para relacionarse con
los demás y temor a los otros. Hay personas que son
introvertidas y por eso no son muy adeptas a las situaciones
sociales. Sin embargo, no tienen problema
en decir en voz alta lo que piensan o sienten. Y
actúan con autonomía. En cambio, cuando hay traumas
de infancia que no se han superado, la persona
quiere pasar desapercibida, no llamar la atención.
2. Irascibilidad
En las personas que
no han superado sus traumas
de la infancia suele percibirse
un cúmulo de ira. No necesariamente
son personas violentas.
Lo que sí suelen ser
es poco tolerante y dado a
reaccionar agresivamente.
Parece como si siempre estuvieran
a punto de explotar,
aunque no lo hagan. Su irascibilidad
también se nota en la
forma de manipular los objetos o
en el tono de voz. Se ve tensión en
sus gestos y en su forma de hablar. Hay
rabia en su forma de actuar, aunque no sean explícitamente
agresivas.
3. Rechazo a los halagos
Las personas que no han superado sus
traumas de la infancia suelen tener también problemas
para valorarse a sí mismas. O se sienten muy
por debajo de los demás o se sienten muy superiores.
Esto último es solo en apariencia. Un mecanismo
para compensar la pobre opinión que tienen de
sí mismos.
Por eso es usual que rechacen los halagos de
los demás. Creen que nunca son lo suficientemente
buenos. Por eso se molestan cuando les
dicen que destacan en algún campo.
Les parece que se trata de un engaño
o de una burla. No pueden
entender cómo alguien tiene
buen concepto de ellas,
si ellas mismas se detestan.
4. Disculparse
constantemente
Alguien con traumas de infancia
siente que todo lo que dice
o hace puede molestar a los demás.
Por eso se disculpa frecuentemente. Pide
perdón por cosas por las que no debería hacerlo.
Se disculpa cuando va a hablar, como si no tuviera
derecho a ello. O cuando va a entrar en un lugar o
a salir de él, etc.
En ese tipo de acciones se ve la huella de una
crianza restrictiva, quizás humillante y con pocas
expresiones de afecto. Tales personas sienten como
si tuvieran que pedir perdón por cualquier acción
que les dé presencia en el mundo. Ese es precisamente
uno de los grandes efectos de los traumas no
superados de la infancia.
5. Huir del conflicto o vivir en él
Las infancias traumáticas suelen desarrollarse
en una familia altamente conflictiva. Un
contexto en el que los desacuerdos y las agresiones
eran la norma. Cualquier palabra o cualquier
acto podían desencadenar una seguidilla de problemas.
Por eso la persona puede crecer con miedo
o con fijación por el conflicto.
Quienes temen al conflicto, van a huir de él en
cualquier circunstancia. Incluso son capaces de
pasar por encima de sus propias convicciones con
tal de evitar una contradicción. Los que se apegan
al conflicto convierten todo en un problema. Se
mantienen atados a la repetición de las conductas
que aprendieron de niños.
Los traumas de infancia no se resuelven porque
sí, o al menos rara vez lo hacen. Es necesario
trabajar con ellos para que no terminen invadiendo
la personalidad y haciendo de la vida un infierno.
Algo siempre queda de todo lo que vivimos en
los años. Pero una vez que somos adultos, estamos
en disposición de modular y elaborar los traumas
de la infancia de una manera que no nos perjudique.