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EL LIBERAL . Santiago

La falta de empatía, afecto y crianza causan al niño traumas por parte de sus padres (3ª parte)

22/09/2018 21:41 Santiago
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Rasgos de traumas en la infancia

La niñez es una etapa decisiva de la vida. Las impresiones

físicas y psicológicas que se reciben durante

esa etapa dejan huellas duraderas en el cerebro.

Por eso los traumas de la infancia impregnan

por completo la personalidad y su influencia se prolonga

a lo largo del tiempo. Esto no quiere decir que

no se puedan superar, o en el peor de los casos que

no se puedan superar en una medida razonable. Que

alguien haya vivido una infancia difícil no quiere decir

que no se pueda llevar una vida plena. Sin embargo,

esto suele requerir procesos terapéuticos neuropsicológicos

o de una elaboración personal profunda.

Hay algunos rasgos que denotan la presencia de

traumas de infancia no superados. Si tuviste una niñez

difícil, vale la pena que revises si alguna de esas

características está presente en tu forma de ser.

Son excelentes indicadores para darte cuenta de

que es hora de hacer algo por ti mismo.

1. Inhibición, un rasgo asociado

a traumas de infancia

La inhibición tiene que ver con la dificultad de hacer

presencia en el mundo. Incluso en la propia vida.

Es el caso de las personas que se cohíben de decir lo

que piensan o de hacer lo que desean. Sienten miedo

de hacerlo o sencillamente no se les ocurre nada.

Los traumas de infancia hacen que alguien se

sienta inhibido para autoafirmarse en las distintas

situaciones. Lo que hay, en cambio, es hermetismo.

Aislamiento. Gran dificultad para relacionarse con

los demás y temor a los otros. Hay personas que son

introvertidas y por eso no son muy adeptas a las situaciones

sociales. Sin embargo, no tienen problema

en decir en voz alta lo que piensan o sienten. Y

actúan con autonomía. En cambio, cuando hay traumas

de infancia que no se han superado, la persona

quiere pasar desapercibida, no llamar la atención.

2. Irascibilidad

En las personas que

no han superado sus traumas

de la infancia suele percibirse

un cúmulo de ira. No necesariamente

son personas violentas.

Lo que sí suelen ser

es poco tolerante y dado a

reaccionar agresivamente.

Parece como si siempre estuvieran

a punto de explotar,

aunque no lo hagan. Su irascibilidad

también se nota en la

forma de manipular los objetos o

en el tono de voz. Se ve tensión en

sus gestos y en su forma de hablar. Hay

rabia en su forma de actuar, aunque no sean explícitamente

agresivas.

3. Rechazo a los halagos

Las personas que no han superado sus

traumas de la infancia suelen tener también problemas

para valorarse a sí mismas. O se sienten muy

por debajo de los demás o se sienten muy superiores.

Esto último es solo en apariencia. Un mecanismo

para compensar la pobre opinión que tienen de

sí mismos.

Por eso es usual que rechacen los halagos de

los demás. Creen que nunca son lo suficientemente

buenos. Por eso se molestan cuando les

dicen que destacan en algún campo.

Les parece que se trata de un engaño

o de una burla. No pueden

entender cómo alguien tiene

buen concepto de ellas,

si ellas mismas se detestan.

4. Disculparse

constantemente

Alguien con traumas de infancia

siente que todo lo que dice

o hace puede molestar a los demás.

Por eso se disculpa frecuentemente. Pide

perdón por cosas por las que no debería hacerlo.

Se disculpa cuando va a hablar, como si no tuviera

derecho a ello. O cuando va a entrar en un lugar o

a salir de él, etc.

En ese tipo de acciones se ve la huella de una

crianza restrictiva, quizás humillante y con pocas

expresiones de afecto. Tales personas sienten como

si tuvieran que pedir perdón por cualquier acción

que les dé presencia en el mundo. Ese es precisamente

uno de los grandes efectos de los traumas no

superados de la infancia.

5. Huir del conflicto o vivir en él

Las infancias traumáticas suelen desarrollarse

en una familia altamente conflictiva. Un

contexto en el que los desacuerdos y las agresiones

eran la norma. Cualquier palabra o cualquier

acto podían desencadenar una seguidilla de problemas.

Por eso la persona puede crecer con miedo

o con fijación por el conflicto.

Quienes temen al conflicto, van a huir de él en

cualquier circunstancia. Incluso son capaces de

pasar por encima de sus propias convicciones con

tal de evitar una contradicción. Los que se apegan

al conflicto convierten todo en un problema. Se

mantienen atados a la repetición de las conductas

que aprendieron de niños.

Los traumas de infancia no se resuelven porque

sí, o al menos rara vez lo hacen. Es necesario

trabajar con ellos para que no terminen invadiendo

la personalidad y haciendo de la vida un infierno.

Algo siempre queda de todo lo que vivimos en

los años. Pero una vez que somos adultos, estamos

en disposición de modular y elaborar los traumas

de la infancia de una manera que no nos perjudique.

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