"El que no está contra nosotros, está por nosotros" "El que no está contra nosotros, está por nosotros"
En el camino hacia Jerusalén,
donde iba a ser maltratado
y muerto en manos de los dirigentes
del pueblo de Israel, Jesús
adoctrina a sus discípulos
respecto de cuál debe ser el comportamiento
de los que decidan
seguirlo: renunciar a sí mismo
y cargar la Cruz, ser el último y
servidor de todos, tener la mente
y el corazón abierto a aquellos
que creen en él y practican el
bien, aunque no integren el grupo
de los seguidores explícitos y
la necesidad de no escandalizar a
los pequeños, es decir, no conducirlos
al abandono de la fe.
Juan informa de un exorcista
desconocido que invocando
el nombre de Jesús expulsa demonios.
Los discípulos quisieron
impedirle su actividad porque no
pertenecía al grupo de seguidores.
¿Cuál sería la causa de esta
actitud intolerante? Seguramente
se podría hacer un largo listado
de cuestiones grupales como
institucionales, y a la vez, se podrían
señalar las negativas consecuencias
de esta actitud para
la comunidad como para la propagación
del Evangelio. Sin embargo,
lo importante de resaltar,
es la respuesta y actitud de Jesús
frente a este hecho.
Jesús, lejos de compartir esta
actitud intolerante, les dice: “no
se lo impidan, porque no hay nadie
que pueda obrar un milagro
invocando mi nombre y que luego
sea capaz de hablar mal de mí.
Pues el que no está contra nosotros,
está por nosotros”. La enseñanza
es doble: no hay que apresurarse
a juzgar a los que sienten
simpatía por Jesús aunque todavía
no lo sigan, al contrario hay
que abrirles el corazón e invitarlos
al seguimiento; por otro lado,
hay que considerar como simpatizantes
a todos los que no se
presentan explícitamente como
enemigos.
A modo de ejemplo, de lo
arriba mencionado, Jesús dice:
“quien dé a beber un vaso de
agua por el hecho de que ustedes
son de Cristo, no quedará sin
recompensa”. Se trata de aquellos
que ayudan a los discípulos
a realizar su tarea. El más pequeño
de los gestos, como dar un vaso
de agua, será recompensado
por el Señor.
Conclusión
En nuestra sociedad hay muchas
personas que no profesan
ninguna religión e incluso se
consideran ateos o agnósticos.
Sin embargo, esto no significa
que estén lejos de Dios y que por
lo tanto hay que estigmatizarlos.
Posiblemente sean personas de
bien, con actitudes de misericordia
frente a sus hermanos y con
una gran sensibilidad ante la necesidad
y sufrimiento humano.
Algunos hasta pueden ser lo que
el papa Francisco llama “santos
de la puerta de al lado”, gente
sencilla, de buen corazón que viven
el amor en la vida cotidiana,
mamás que cuidan a sus hijos,
trabajadores honestos, vecinos
solidarios. Cada gesto de amor a
un hermano se lo hacen al mismo
Jesús, por eso no deben
ser rechazados sino
más bien incluidos
entre aquellos
que construyen
su Reino.