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EL LIBERAL . El Evangelio

Evangelio según San Lucas (10,17-24)

06/10/2018 00:39 El Evangelio
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Evangelio según San Lucas (10,17-24) Evangelio según San Lucas (10,17-24)

En aquel

tiempo, los setenta y dos volvieron

muy contentos y dijeron

a Jesús: “Señor, hasta los demonios

se nos someten en tu

nombre”. él les contestó: “Veía

a Satanás caer del cielo como

un rayo. Mirad: os he dado potestad

para pisotear serpientes

y escorpiones y todo el ejército

del enemigo. Y no os hará daño

alguno. Sin embargo, no estéis

alegres porque se os someten

los espíritus; estad alegres

porque vuestros nombres están

inscritos en el cielo”. En aquel

momento, lleno de la alegría del

Espíritu Santo, exclamó: “Te doy

gracias, Padre, Señor del cielo y

de la tierra, porque has escondido

estas cosas a los sabios y

a los entendidos, y las has revelado

a la gente sencilla. Sí, Padre,

porque así te ha parecido

bien. Todo me lo ha entregado

mi Padre, y nadie conoce quién

es el Hijo, sino el Padre; ni quién

es el Padre, sino el Hijo, y aquel

a quien el Hijo se lo quiere revelar”.

Y volviéndose a sus discípulos,

les dijo aparte: “¡Dichosos

los ojos que ven lo que vosotros

veis! Porque os digo que

muchos profetas y reyes desearon

ver lo que veis vosotros,

y no lo vieron; y oír lo que oís, y

no lo oyeron”.

Comentario

El evangelio de hoy nos relata

una escena evangélica llena de

optimismo y alegría. Los 72 regresan

de su misión satisfechos

y sorprendidos por el poder que

han experimentado al curar y

expulsar demonios, signos que

acompañaban al anuncio de la

venida del Reino de Dios.

Jesús comparte su alegría,

pero si les advierte que la alegría

no ha de provenir del éxito

experimentado, sino más bien,

de participar activamente de la

misión del Hijo, de experimentar

en vivo y en directo lo que muchas

generaciones de creyentes

anhelaron y que nunca pudieron

vivir. El misterio de Dios

se revela en Jesús de manera

definitiva, convirtiendo su vida

en el punto central de la historia

de la humanidad. Jesús ora

al Padre porque su Palabra se

revela a los sencillos de corazón,

a aquellos que desde la humildad

son capaces de acoger a

la Palabra hecha carne, que es

él mismo. Tienen los ojos abiertos

a la sorpresa de un Dios que

siempre va más allá de los límites

de nuestras estructuras de

pensamiento, de nuestras teorías,

de nuestras ideas. Los sabios

y entendidos habían escudriñado

en la Escrituras y en la

tradición los rasgos de su presencia

y habían construido una

imagen de Dios cerrada, expresada

en multitud de leyes que rígidamente

practicadas pervertían

radicalmente el verdadero

rostro de Dios. Jesús rompe radicalmente

con esa imagen falsa

de Dios, y anuncia al Dios Abba,

el que ama primero, siempre

abierto al perdón y a la misericordia,

siempre sensible al dolor

de los que sufren.

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