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EL LIBERAL . Santiago

Francisco Pascacio Moreno: el perito, a secas (1ª parte)

13/10/2018 21:41 Santiago
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Francisco Pascacio Moreno: el perito, a secas (1ª parte) Francisco Pascacio Moreno: el perito, a secas (1ª parte)

La historia argentina está

jalonada por la vida de personajes

cuya biografía permite

describir a hombres y

mujeres que parecen llegados

del Renacimiento, ya que sus saberes y

sus ofi cios los convierten en seres capaces

de abarcar con la misma pericia muchos

aspectos de la inteligencia y el alma humana.

Este hecho le ha dado a nuestros

tiempos la posibilidad de disfrutar de un

país que en muchos aspectos logró con

rapidez metas que para otras sociedades

llevó siglos, y además permitió incorporar

el progreso a la vida cotidiana con mucha

facilidad. Más allá que algunos consideran

que esa circunstancia hizo que la voluntad

social, a veces, sea demasiado blanda, es

una buena oportunidad para reconocer a

esos pioneros y precursores esta serie que

comenzamos hoy, de artículos dedicados a

los genios argentinos.

Y sin duda, uno de los mayores personajes

de fi nes del siglo XIX y principios del

XX que hicieron de la Argentina un país

extraordinario fue Francisco Pascacio Moreno,

el perito para todas las generaciones,

cuya obra alcanzó una dimensión extraordinaria,

que pasó por sus servicios patrióticos,

sus logros científi cos, sus acciones

altruistas y su preocupación por sus conciudadanos,

desde la tierna infancia hasta

la vejez. Vayan estas líneas en homenaje a

un argentino que fue olvidado en su tiempo

y espera aún el reconocimiento nacional

que le corresponde.

NACIMIENTO

E INFANCIA

Francisco Pascacio nació en la esquina del Paseo Colón

y la actual calle Venezuela, en un edificio aún existente, en

el seno de la familia formada por Francisco Facundo Moreno

y Máxima Juana Twaites, el 31 de mayo de 1852, siendo

el segundo de los cinco hijos del matrimonio. Desde niño,

su pasión por la naturaleza hizo que el director del Museo

de Buenos Aires, el sabio alemán German Burmeister

se entrevistara con él y lo orientara en la búsqueda de lo

que Moreno llamará desde entonces “huesitos y piedritas”.

En los viajes a los campos familiares cercanos a

Chascomús, comenzó el niño Francisco a coleccionar

todo lo que encontraba a la orilla de arroyos y lagunas.

Burmeister bautizó en su honor “dasypus moreni” a una

especie de mulita no catalogada hasta ese momento.

A los quince años le pidió a su padre que le permitiera

armar su “museo” en la chacra familiar ubicada en

el sitio donde hoy se levanta el Instituto “Félix Bernasconi”

en el actual barrio porteño de Parque de los Patricios.

Construyó un pequeño pabellón que organizó con

un criterio muy moderno y al que invitaba a sus amigos

y a algunos personajes notables, como el caso de Domingo

Faustino Sarmiento, que lo estimuló a seguir en

ese camino. En junio de 1872 fue uno de los fundadores

de la Sociedad Científica Argentina y envió cráneos humanos

a París, con lo que entró en contacto con Alejandro

Broca, el gran científico del momento.

JUVENTUD:

EL EXPLORADOR

En 1873 emprende la primera de sus grandes expediciones

y parte rumbo al río Negro, viaje que repetirá

dos veces en los años siguientes. Los huesos humanos

que encontró despertaron tal interés en Europa que se

formaron equipos de investigación sobre los aborígenes

patagónicos. Exploró también el río Limay y llegó al lago

Nahuel Huapí, siendo el primero que lo hizo desde el

Atlántico. Allí fue capturado por el cacique Pichún, del

que escapó milagrosamente abrazado a un tronco por

las aguas del Limay a lo largo de 200 kilómetros.

En 1876 hizo su viaje más célebre al río Santa Cruz,

al que navegó hasta su nacimiento en el lago Argentino,

al que bautizó lo mismo que al cerro Fitz Roy y el lago

San Martín. Durante esa expedición lo atacó una puma,

que lo hirió y casi con gracia, bautizó “La Leona” al río

en cuya orilla se produjo el episodio. Hizo más de mil

kilómetros a caballo durante esta exploración y cuando,

luego de un largo periplo, llegó al Azul y abordó el tren,

escuchó que dos damas hablaban del “loco Moreno”,

ese científico que se perdió en la Patagonia. Moreno se

presentó, pero las dos mujeres no le creyeron por su aspecto

de largas barbas y cabellos, ropa sucia y sobre todo

su delgadez. Allí descubrió que había bajado 25 kilos

de peso y al mirarse al espejo, se asustó de sí mismo.

Fue recibido como un héroe a su arribo a Buenos Aires.

En estos viajes por la Patagonia organizó mentalmente

las tesis que debía utilizar la Argentina en su disputa territorial

con Chile para establecer los límites. A él se debe el

criterio de las altas cumbres divisorias de aguas, que permitieron

establecer el 90% de la tercera frontera más larga

del mundo, sin problemas entre las dos naciones. Hacia

1899 iba a ser convocado para resolver los temas pendientes

y fue nombrado “perito en límites”, título que marca su

más patriótica tarea.

Por esos años de 1870 comenzó una tarea impresionante:

a lo largo de dos décadas recorrió la cordillera de

los Andes desde el estrecho de Magallanes hasta la Puna

de Atacama. Para 1878 la Universidad Nacional de

Córdoba lo nombró “doctor honoris causa”, a sus veintiséis

años. Por entonces sus publicaciones no sólo eran

referencia en el país sino que eran demandadas en Europa.

Más adelante será nombrado miembro de la Academia

de Ciencias de la ciudad mediterránea.

MATRIMONIO

Y MUSEO DE LA PLATA

En 1877 el gobierno de la provincia de Buenos Aires crea

el Museo Arqueológico y Antropológico, y Francisco Moreno

es nombrado director, momento en el que dona todo el contenido

de su museo particular, consistente en 15.000 piezas

de valor científico. A partir de 1882, Moreno comienza a recorrer

el centro y el norte del país para armar la colección

de piezas vinculadas a las etnias precolombinas que poblaban

el territorio. Durante diez años realizó, junto a colaboradores

que se convertían en sus discípulos, más de cincuenta

exploraciones.

La fundación de la ciudad de La Plata el 19 de noviembre

de 1882 iba a ser la gran oportunidad para construir el edificio

que Moreno soñaba para el Museo de la Provincia. Entrevistó

al presidente Julio Argentino Roca y al gobernador Dardo

Rocha, hasta que logró que se autorizara la construcción

de un monumental edificio para el museo. En 1884 comenzó la

construcción del Museo de La Plata, primer museo de historia

natural en el mundo realizado según la teoría de la evolución.

El recorrido por sus salas está basado en la obra genial de

Charles Darwin, de quien Moreno pudo escuchar anécdotas

de parte de Francisco Muñiz, el primer paleontólogo argentino,

quien se había entrevistado con el sabio inglés y mantenía

correspondencia. Al inaugurarse el Museo de La Plata, hasta

hoy una de las grandes instituciones científicas de Sudamérica,

Francisco Moreno donó toda su biblioteca y el resto de sus

piezas fósiles. En esos días fue condecorado con la medalla

de oro de la Sociedad de Geografía de Francia.

El 11 de junio de 1885 se casó con María Ana Francisca Varela

Wright, en la iglesia de San Pedro Telmo, en Buenos Aires,

con quién tendrá siete hijos, seis varones y una mujer. Su

esposa era hija del periodista Florencio Varela, asesinado en

Montevideo en 1848, en tiempos del gobernador Juan Manuel

de Rosas. Será un matrimonio muy feliz, y Ana lo acompañó

en todas las tareas que Francisco emprendió. Durante un viaje

a Chile moriría la amada de Moreno, a los 28 años, en 1897.

Para Moreno dirigir el Museo de La Plata significó enfrentar

un dilema: la organización de uno de los museos científicos

más grandes del mundo era incompatible con las expediciones

que lo apasionaban. Decidió sacrificar sus ansias científicas

de campo para crear una institución sólida para la ciencia

argentina. El busto de mármol blanco que recibe a profesores,

estudiantes y visitantes en el vestíbulo del museo de la capital

bonaerense es testimonio de agradecimiento a esa decisión

patriótica que tomó el perito Francisco Pascacio Moreno.

(Continuará).

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